(Tokio – Enviados especiales) La ciudad donde River se consagró campeón del mundo hace 19 años recibió a los hinchas antes del debut en Osaka y ahora nuevamente vuelve a tenerlos para un banderazo que promete ser increíble.

Es una ciudad increíble. Rascacielos superiores a 40 pisos, cuyos ascensores viajan a una velocidad inesperada, la torre más alta del mundo -no el edificio, vale aclararlo- y una red laberíntica de trenes y subtes que se comunican. Todo genera sorpresa en Tokio, la capital de Japón. Desde la limpieza de las calles, que al igual que en Osaka exhiben pocos tachos de basura.

Con respecto a la ciudad donde River debutó en el Mundial de Clubes, existe una diferencia aplastante en materia de población. Ni siquiera hace falta comprobarlo en Wikipedia o una enciclopedia. Basta con llegar desde el aeropuerto de Narita o el de Hanneda para dar cuenta de ello en una de las tantas posibles combinaciones de ferrocarriles. Una marea humana camina distintas plataformas como si se tratara de Plaza Constitución o Retiro, aunque -duele decirlo- sin mugre en los mosaicos.

Ayer las veredas de Tokio no fueron invadidas por los hinchas de River, aunque hoy sí será así durante el banderazo programado para las 14, hora local, en el parque Yoyogi. Tan sólo pequeños grupos, como por ejemplo el de la Filial Miami, de notoria presencia en la zona de Shibuya. Dicho lugar posee nada menos que cinco esquinas de fama mundial porque por allí cruza cerca de un millón de personas al día. Un espectáculo imperdible cada vez que los semáforos le dan luz verde a los peatones mientras un show de luces, de día y a la noche, rodean la escena. Una suerte de avenida 9 de Julio potenciada.

Las copas de los árboles son una invitación al deleite para la vista de quienes aman la naturaleza. Pese al inminente desembarco del invierno y las bajas temperaturas, las hojas resisten. Hay una amplia gama de colores. Es que el cuidado del medio resulta prioritario en Tokio. Quienes desean fumar al aire libre únicamente pueden hacerlo en sitios designados especialmente. De más estará decirlo: son muy concurridos, a toda hora.

Shinjuku, el centro comercial por excelencia, es un paseo obligado. Firmas locales e internacionales. Un semáforo en círculo administra el tránsito como si se tratara de Matías Kranevitter en plenitud. La arquitectura es de primer mundo y un detalle nada menor: por lo general, una cuadra no equivale a 100 metros. Los habitantes -uno de cada diez usa barbijo por precaución, más allá de son tranquilos. Caminan de forma veloz, pero educada, sin atropellarse. Oír una bocina para misión imposible. Y, la verdad, es un placer.

Tokio ya se viste de rojo y blanco. Buena parte de los hinchas la eligió como búnker. Algunos hicieron Tokio y me voy para dirigirse hacia Osaka cuando River jugó allí, sin olvidar otros puntos de interés general como Kyoto e Hiroshima. Ahora, a tan sólo un día de la gran final frente al Barcelona, una multitud del Más Grande se congregará en el parque Yoyogi. Allí, muy cerca de las cinco esquina de Shibuya, desde las 14 habrá un banderazo. Teniendo en cuenta lo ocurrido el martes pasado, promete ser inolvidable.

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