Arrancó la Copa Libertadores para River. Y como suele suceder, junto a ella un montón de ilusiones, expectativas y esperanzas de conseguir ese trofeo internacional por el cual se brinda cada 1° de enero. No fue un arranque que nos haya permitido irnos a dormir con ese gran entusiasmo de soñar con la quinta, pero se ganó y en este tipo de competencias cuando se inicia de visitante lo más importante es el triunfo y verse con tres puntos en la tabla de posiciones del grupo.

El equipo no jugó bien y eso está claro. Para la vara River seguro se hablará de una floja actuación. Posiblemente se prestará mucha más atención a lo malo que a lo bueno. A lo que no gustó por sobre lo que pudo haber sido positivo. Se le bajará el precio al triunfo minimizando la jerarquía del rival. Es así y no está mal que así sea. Es la exigencia de este club. La demanda de un público que solicita, pretende y merece la excelencia. En otros equipos, los empates en Libertadores son sinónimo de buenos resultados y de entendimiento sobre como jugar este tipo de Copa.

En River un triunfo de visitante en el debut quizás suene a poca cosa. Son las reglas del juego. Reglas que impone muchas veces el propio mundo Millonario bajo la metáfora del paladar negro. Y repito: está muy bien. Ahora también digo que tirarse tiros en los pies y autoflagelarse todo el tiempo tampoco es saludable. ¿En Venezuela preferíamos un equipo vistoso, que juegue bárbaro y empatar o elegíamos traernos los tres puntos para Buenos Aires e iniciar la Copa sin sustos ni sobresaltos aun sin hacer un buen partido? Teniendo en cuentas antecedentes históricos que vivimos más de una vez en este certamen, hoy voy a optar por la eficacia antes que por una buena actuación. Al menos en un debut. Ganar en la Libertadores siempre es importante y debe dejarnos satisfechos. Ya habrá tiempo para mejorar y tomar nota de lo que no funcionó, pero siempre es mucho mejor hacerlo después de un triunfo que en otro contexto. Por eso es que valoro y celebro la victoria del equipo en este arranque de la Libertadores 2024.

Dicho todo esto, ahora sí hay que hacer referencias a lo que nos dejó el partido de River en San Cristóbal. Lo primero que me nace es marcar disidencia con la formación inicial. Tanto el esquema como en algunos apellidos. El 4-3-3 no encajó en lo que el encuentro pedía. Más allá de las explicaciones tácticas dadas por Martín Demichelis, ni Pablo Solari ni Facundo Colidio son extremos. Ambos son segundas puntas. Futbolistas que necesitan estar cerca del área y del arco. Al lado o detrás del 9. Moverse por todo el frente de ataque y no estacionarse en un sector donde si la pelota no llega posiblemente no participen con la continuidad que el equipo los necesita. Sumado al hecho de jugar sin volantes por los costados los termina limitando mucho más, por lo tanto si los compañeros no están cerca o acompañan terminaran siendo duelos de uno contra uno, de los que normalmente Solari y Colidio pierden más de los que ganan y en los que como mucho se finalizará tirando un centro.

A esto hay que sumarle que Sebastián Boselli no siente atacar y Enzo Díaz lo está haciendo mal para potenciar mucho más este problema. Esta idea es algo que se ha dado más de una vez y no recuerdo que haya funcionado. Por apostar a las bandas se descuida el juego interno. Y no hay elaboración, ni triangulación. No hay manejo de pelota. Ni jugadas de ocho o nueve pases. Se pierde sorpresa y se convierte en un equipo previsible a la hora de atacar. Marcamos en la última columna post Huracán la necesidad de encontrar y mantener un sistema.

River pasa de blanco a negro. De jugar con cinco volantes para tener juego por adentro a jugar con solo tres de los cuales dos son de equilibrio. Y el de característica ofensiva es Nacho Fernández, quien lamentablemente para todos nosotros está muy lejos del nivel que supo tener. Jamás se dejará de querer e idolatrar a un tipo que nos llenó de fútbol y alegrías durante tantos años, pero tampoco es un pecado grave decir que hoy está más para suplente que para titular.

El Diablito Echeverri ya no puede faltar más en River

La solución a todo esto estaba en el banco. En el chico de 18 años que lleva la 19. Claudio Echeverri: lo pedíamos e imaginábamos para el inicio del segundo tiempo. Demichelis se tomó unos minutos más. Su ingreso fue determinante. No es que la rompió o jugó un partido inolvidable para su vida, pero sí entró con unas ganas, una decisión y una energía que despertó a un equipo hasta ahí dormido. No necesitó hacer jugadas geniales. Con agarrar la pelota y gambetear ya era algo distinto. Correr, ganar algún rebote y patear al arco ya era mucho más que lo que estaban haciendo cualquiera de sus compañeros. Lo hizo y gracias a eso se empezó a ganar el partido. Renovó al equipo. Contagió al resto. Participó de manera decisiva en el gol de Boselli y le dio atributos a River, que salvo en los primeros 15 minutos del partido no había tenido.

El “Diablito” es diferente y se nota. Deberá convertirse en jugador de 90 minutos (con 70 también alcanza) para obligarlo al técnico a ponerlo siempre. Ya no puede faltar más. Es una de las figuras fuertes que se tienen para aspirar a pelear en serio por esta Libertadores. Como también lo es Franco Armani con su jerarquía y experiencia internacional. O Paulo Díaz, que sigue demostrando estar en un nivel muy alto y que es irremplazable en este equipo. Y por supuesto Miguel Borja, que si bien en la noche de Venezuela erró más que en todo el año, es la carta de gol que todo equipo copero necesita.

¿Convenció River? No ¿Gustó? Tampoco. Pero ganó merecidamente. Y lo hizo de visitante. En una cancha donde, coincido con el DT, no sé si Nacional o Libertad van a poder ganar. El campo de juego es malo, se juega a estadio lleno y Táchira es un equipo duro, de mucho roce físico. Ante eso, River no jugó bien pero se sintió cómodo. Nunca la pasó mal. Ni siquiera en algún periodo breve de tiempo. Ni en la primera parte ni en la etapa final. Fue 2 a 0 y pudo ser por algún gol más. Párrafo aparte para destacar el golazo de Nicolás Fonseca. Jugador observado, criticado y hasta descalificado, que convirtió su primer tanto con esta camiseta y ojalá eso le permita crecer y mejorar para demostrar que la camiseta de River no le queda grande.

¡Arranco La Libertadores, señores! Disfrutemos de la victoria y los tres puntos, que ya habrá tiempo de crecer y jugar mejor. Y no es conformismo. Ojo. Lejos de eso. En todo caso es comprender momentos y realidades. Tampoco comparto la frase esa de que “River no esta para ganar la Copa”, cuando la única preocupación ahora debe ser clasificar en el grupo. Después vendrá un mercado de pases para, ahí sí, intentar ganar la Copa. Y nunca sabemos cuándo puede aparecer un Funes o un Alario en la recta final que nos pueda convertir en candidato. Pero para eso todavía falta. Paso a paso. Y no olvidemos algo: hay muchos equipos que se mueren por estar en nuestro lugar, poder jugarla, participar y sin embargo deberán conformarse con mirar la Copa por televisión.