Cuando se realizó el sorteo del cuadro final de la Copa Libertadores y en el cruce de octavos de final quedaron River e Inter se sabía que iba a ser una serie intensa, apasionante y que podía ser para cualquiera de los dos. Inter no es el típico equipo brasileño que llega por todos lados, que tiene laterales que juegan como extremos y un poder ofensivo basado en la gambeta y el toqueteo. Inter es un equipo más directo y que se reforzó muy bien en este último mercado de pases.
River fue ampliamente superior en la ida, pero el triunfo por 2 a 1 dejó la serie abierta. En Brasil los partidos no fueron diferentes en la era Gallardo -ejemplos claros son los de Cruzeiro en 2015, Gremio en 2015 y Palmeiras en enero de 2021- pero pareciera que en este nuevo ciclo se respeta por demás al país vecino. Clara muestra fue la derrota abultada ante Fluminense en el Maracaná y este martes volvió a quedar demostrado, si bien el resultado fue menor, la propuesta fue extremadamente mezquina, algo que River no debe permitir.
El entrenador podrá decir que el planteo fue para jugar de igual a igual, al menos desde los nombres, pero la realidad demostró que River prácticamente no pateó el arco casi hasta el final, la única llegada concreta fue una de Lucas Beltrán que desvió un envió aéreo desde uno de los cotados. River no propuso, no jugó asociado, no incomodó al rival y para peor: se dejó incomodar muy fácilmente. Inter filtró dos pelotas por la zona central de la defensa que fueron difíciles de explicar, Enner Valencia se hizo un festival por el sector de un Milton Casco que no estuvo a la altura del partido.
Leandro González Pirez había mostrado solidez en la Liga Profesional, pero en esta serie de octavos de final fue superado prácticamente en todos los cruces mano a mano que tuvo con Enner Valencia, un delantero bastante previsible en sus acciones, en casi todas siempre salió por afuera, dos faltas de González Pirez generaron dos goles de Inter en la serie: el de Valencia de Cabeza en la ida y el de Alan Patrick de falta directa en la revancha.
Explicar a qué jugó River en Brasil es difícil, pero lo que es seguro es que este no tiene que ser el River del futuro, no hay que resignar protagonismo nunca y menos ante un equipo de mandíbula floja en defensa como lo es Inter. Inclusive el descuento agónico de Rojas y las dos situaciones posteriores que podrían haber cambiado la serie no hubiesen sido justificativo del pésimo partido que hizo River en Brasil. Inter se impuso por los penales, pero la realidad es que si hubiese ganado la serie en los 90 minutos no hubiese sido descabellado.
A replantearse las formas
River enfrentó a un rival difícil en el continente y perder estaba entre las posibilidades. Ahora bien, viendo cómo fue la ida -con una cantidad impresionante de situaciones desperdiciadas- es duro quedar eliminado con un equipo que no fue superior en líneas generales y que si lo fue en Brasil fue solamente porque River lo dejó. La mentalidad del equipo no puede cambiar en relación al escenario, hay que salir a ser el River arrollador en todas las canchas, en la altura, en Brasil o donde sea. Triste actuación de un equipo que mereció avanzar a cuartos, pero que por sus propios errores se terminó quedando en octavos de final.