Una injusticia. Al menos esa fue la sensación que vivió un Monumental repleto cuando observó en el último minuto del partido a Jhonatan Torres convertír el gol que le permitía a Lanús llevarse un triunfo impensado. Un premio excesivo para un equipo que sólo se dedicó a defender y hacer tiempo durante toda la segunda mitad. Ya su primer gol había sido producto de una jugada aislada que poco tenía que ver con lo que sucedía en la cancha. Lanus llegó 2 veces y anotó 2 goles.

Efectividad pura que le permitía llevarse para el Sur tres puntos de oro. Hasta que apareció El Justiciero. El encargado de poner las cosas en su lugar: Miguel Borja. Inmediatamente en la jugada siguiente logró empatar el partido y ponerle algo de justicia a una tarde que carecía de ella.

Empatar de local nunca es buen negocio. Eso lo sabemos todos. En este espacio escribimos reiteradas veces que en el Estadio Monumental solo debe ganar River. Y si bien la igualdad no era el resultado deseado, al menos permitió no quedarse con las manos vacias en este reinicio de torneo.

Borja fue la figura de River ante Lanús.

Borja fue la figura de River ante Lanús.

¿Qué le faltó a River para ganarle a Lanús?

River no jugó un mal partido, pero si le faltaron algunos atributos necesarios para superar a un rival que le propuso un encuentro cerrado. La actuación del equipo dirigido por Martín Demichelis resultó incompleta. Fue prolijo, paciente, dominó el trámite del partido pero le costó imprimir aceleración a su juego. Mover con mayor rapidez la pelota para generar espacios ante un adversario que siempre fue ordenado en su terreno. La circulación era acertada pero un tanto lenta y con un par de toques de mas.

Nunca pudo hacerse fuerte en el juego interno ni detectar los movimientos de sus delanteros. Faltó esa gambeta que genere desequilibrio. Tampoco tuvo remates de media distancia ante la dificultad de pisar un área rival superpoblada de camisetas granates. A favor se puede remarcar que nunca perdió la compostura ni se desarmó como equipo. Felipe Peña era eje y dueño de la mitad de cancha. Manuel Lanzini estaba activo y participativo. Franco Mastantuono era siempre una amenaza por el potencial de su enorme talento. Enzo Díaz y Santiago Simón pasaban por afuera para intentar hacer ancho al equipo de Ricardo Zielinski.

La idea estaba. La ejecución no. River no lograba romper. Ni Colidio ni Solari (falló un gol muy claro al minuto de juego) pudieron gravitar en ese tramo de partido. Sin peso en los metros finales, no encontraron los huecos ni lograron sacar provecho de esa tenencia de pelota sostenida y prolongada. Faltaba precisión para conectar por adentro y por afuera intentaba avanzar pero no lograba lastimar. River era quien dominaba el trámite, se jugaba en campo contrario y lo obligaba al buen equipo que tenia enfrente a tener que jugar replegado.

Mastantuono fue otro de los puntos altos del Millonario. (Foto: LPM).

Mastantuono fue otro de los puntos altos del Millonario. (Foto: LPM).

No fue el River avasallante que queremos ver

Eso era meritorio, pero también es cierto que ese repliegue nunca fue sinónimo de incomodidad para su adversario. Lanus, con oficio de equipo bien trabajado en defensa, se sintió a gusto jugando de esa manera. A River le faltó agobiarlo. Nunca fue abrumador. No lo dejó jugar con la pelota pero tampoco lo puso contra las cuerdas. Las acciones de River fueron tan prolijas como lentas y eso lo hacía previsible. Se aseguraba el destino, no perdia el balón, pero le faltaba explosión. A veces suele ser llamativo como cada acción de ataque tiene que pasar si o si por Paulo Díaz. Si no la toca el chileno parece que no vale. Como si fuese un peaje previo por donde siempre debe pasar la pelota en el transcurso de una jugada. Suele abusar del pase hacia atras. Y cuando mas la tenía Díaz, menos peligro para el rival había.

La gente pedía a Borja y Demichelis acertó

Así se fueron los 45 minutos iniciales. La presencia de Borja ya era un pedido en las plateas y fue una decisión acertada de Demichelis para el segundo tiempo. El 0-1 golpeó pero no pinchó anímicamente al equipo. Jamás perdió las maneras, ni las formas. No se desesperó. Solo cambió el sistema. Ya no era el 4-1-3-2 del comienzo. Con el Colibri en la cancha y sin Aliendro pasó a ser 4-3-3. Lo empató rápido. Y nunca dejó de ir en busca de la victoria. Con un mejorado Solari por derecha y un Colidio que desbordaba por la izquierda creció el juego externo pero fue perdiendo fuerza el interno.

Se fue cansando y apagando Lanzini y Mastantuono no encontraba el lugar que le permita imponer su habilidad. Pasaban los minutos, el gol no llegaba y ahi el DT decidió romper el esquema para apostar a una mayor presencia ofensiva. Adentro Adam Bareiro para los 15 minutos finales. River terminó en cancha con 4 delanteros pero sin conductores. El error fue querer seguir jugando igual con otros intérpretes. Nunca salió el pelotazo del fondo hacia los dos 9. No se metieron centros desde los costados al área para ver que sucedia. Se mantuvo la idea de elaborar, de jugar pero con menos volantes.

Es cierto, Simón y Díaz ya eran más mediocampistas que laterales pero solo Nacho Fernández era el verdadero nexo entre defensa y ataque. Así y todo, River tuvo situaciones para ganarlo. Borja remató por arriba una buena posibilidad para definir y también metió un cabezazo que se fue afuera por poco. Lanús se dedicaba hacer tiempo (se adicionaron solo 6 minutos cuando era para sumar 8 o 9) y a enfriar el partido.

Gattoni pagó caro un error

Hasta que llegó el minuto final. Gattoni cometió su único error del partido y dejó viva una pelota en el área. Ledesma tapó el remate, la pelota vuelve en forma de centro y tras un cabezazo puso el 1-2. Resultado bravo y golpe duro para este River tan cuestionado. Un error que le costaba el partido. Al enojo que ya existía en las tribunas por el claro penal a favor que tanto Fernando Rapallini como el VAR decidieron omitir, se le sumaba esta inesperada derrota en casa que volvía a potenciar esa desconfianza que todavía provoca este equipo en los hinchas. River en todo el 2024 carga con esa cruz pero tiene en Borja a su salvador. Con sus ganas, impetu y empuje convirtió el segundo gol, estableció el empate merecido y consiguió desactivar todo el conflicto en puerta que hubiese existido si River se iba derrotado en esta vuelta del fútbol argentino.

Los goles del colombiano rescataron al equipo de lo que hubiese sido una derrota dura pero también injusta. Va solo un partido pero habrá que mejorar, eso está claro. Acoplar rapido a los refuerzos para poder afianzar una formación. Evitar dejar puntos en el camino para no quedar relegado en el campeonato. Todos los ojos están apuntando hacia agosto, a los partidos con Talleres por Copa Libertadores. Ese es el objetivo principal. Lo que más importa. Sin embargo, resignar puntos en el torneo local puede ser peligroso si no se avanza en el plano internacional. River debe ser Campeón en este 2024. Si levanta la quinta Copa mucho mejor, pero si no lo logra, el campeonato no es algo para despreciar. La punta en la tabla de posiciones no debe empezar a quedarnos lejos. Hay que ganar con más frecuencia y fundamentalmente seguir siendo fuerte de local como hasta ahora. Los empates en casa, como comprobamos este domingo, siempre tienen sabor a poco.