(Mar del Plata – Enviado especial) River comenzó el año con una caída 2-3 ante Independiente, que aprovechó sus posibilidades para lastimar y cerrarle los caminos a un Millonario sin suficiente peso ofensivo.

Es imposible hacer un análisis profundo para sacar conclusiones colectivas. En su debut del 2016, River presentó diversos altibajos. Algunos jugadores exhibieron un rendimiento para despertar el entusiasmo, mientras que otros prolongaron sus flojos niveles y el resto transitó el camino de la irregularidad dentro del campo de juego. En ese contexto, Independiente fue más incisivo en ataque, replegó mejor las líneas y, como consecuencia de ello, se quedó con los tres puntos.

El 4-2-3-1 dejó al desnudo posibles inconvenientes. Desde lo aislado que estuvo generalmente Lucas Alario hasta la alarmante ausencia de profundidad. Ojo, está claro que de ninguna manera hay que exaltar virtudes ni defectos en esta etapa, pero sí hay detalles para tomar en cuenta de cara al futuro. River intentó tratar la pelota de forma prolija e incluso presionó en bloque durante el principio, ahogando la producción rival. Pero el circuito efectivo en la salida y con opciones múltiples en el medio fue obstaculizado por el Rojo una vez que hubo que acelerar en tres cuartos.

La noche empezó con síntomas positivos. A través de un tiro libre ejecutado desde la derecha por Gonzalo Martínez, importante para provocar infracciones e ineficaz para desbordar o desequilibrar, Sebastián Driussi -también irregular- bajó el balón y en medio de un tumulto apareció Eder Álvarez Balanta para empujar al 1-0. Mención aparte para el colombiano. Aunque de antemano suene extraño por haber sufrido tres tantos, estuvo muy firme atrás, impasable en el cara a cara tanto por arriba como por abajo, con convicción para la salida.

Lo cierto es que la ventaja duró tan sólo diez minutos porque un derechazo esquinado de Claudio Aquino vulneró a Augusto Batalla, sin culpa en los tantos y con interesante manejo mediante los pies. La paridad, teniendo en cuenta lo ofrecido hasta entonces por ambos conjuntos, era lógica. Aquino, nuevamente, dio vuelta la historia en el complemento, cuando definió luego de un desborde perfecto del ingresado Cristian “Cebolla” Rodríguez, cuyo aporte llegó desde la izquierda, donde justo hubo una transición de segundos por la entrada de Gabriel Mercado en lugar de Camilo Mayada.

Mientras tanto, River se perdía en la generación de fútbol. Leonardo Pisculichi entró para brindar una visión distinta que sirvió para llegar al descuento en el cierre. Su zurdazo merecía terminar en gol para aumentar la estadística, pero al menos rebotó en Nicolás Bertolo -sigue lejos de ser el volante incisivo de Banfield- para el 2-3. Antes, Víctor Cuesta, de cabeza, había estirado la distancia transitoriamente. Tal vez fue injusto que el Rojo se quedara con el premio mayor. Sin embargo, fue más contundente en las áreas, factor de validez inexorable.

¿Para rescatar? Además de la firmeza mencionada de Álvarez Balanta y varios momentos de Jonatan Maidana, Nicolás Domingo comenzó a brindar ejemplos para darle la derecha al pedido de Marcelo Gallardo. El mediocampista central doblegó su tarea: salida limpia, marca, quite, pase seguro y, como si fuera poco, proyección. La cara contraria fue Milton Casco, completamente perdido. Impreciso en un nivel preocupante, concedió facilidades atrás. ¿Podrá revertir semejante rendimiento? Por lo pronto, el rendimiento de River dejó un balance con altibajos. Ahora, más allá de la etapa de preparación, se aproxima el Superclásico. Y ahí, amén del funcionamiento, hay que ganar.

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