El Millonario cometió una catarata de errores garrafales y perdió 2-4 frente a Boca. Gallardo se equivocó en los cambios y sus dirigidos fallaron tanto en defensa como en la parte ofensiva. Hubo equivocaciones colectivas e individuales.

La bronca es gigante. No hay manera de sacarse tanta calentura de encima. Si bien es cierto que irse 2-1 al descanso fue casi una bendición, River justificó largamente el triunfo parcial al principio del segundo tiempo, cuando tuvo chances muy claras para aumentar la diferencia, desperdició las mismas y lo terminó pagando carísimo, con una caída dura, fuerte, inesperada por cómo venía el desarrollo. Los errores se vieron reflejados en cada conquista rival y en un traspié que no altera el objetivo del próximo jueves, aunque sí implica un sentimiento de enorme desilusión hoy.

¿Por qué? Pregunta inevitable. Así como Augusto Batalla fue clave para evitar que Cristian Pavón lograra la igualdad en una acción aislada, el arquero cometió un error grosero que permitió el 2-2 parcial de Carlos Tevez. Nada se le puede decir en el siguiente gol del delantero visitante, aunque sí a sus compañeros, superados como piezas en un efecto dominó. Tampoco se puede eludir la responsabilidad de Arturo Mina en una tarde para el olvido, al punto de plantear si no es necesario que Lucas Martínez Quarta actúe de titular el próximo jueves en Córdoba… Del cuarto tanto, con River ya jugadísimo, poco hay para reprochar. Mejor olvidarlo.

Lo cierto es que el domingo empezó torcido porque el Millonario, en un inicio de ida y vuelta, sufrió el primer golpe. Boca supo dónde y cómo atacarlo. Buscó por la derecha suya, izquierda en el mapa de River. Ahí Luis Olivera alternó aciertos con fallas, mientras que Mina exhibió un rendimiento preocupante. El lateral zurdo quedó enganchado para que Walter Bou definiera mano a mano, tras una asistencia de Tevez a la zona que el central ecuatoriano desprotegió.

River de ninguna manera se derrumbó anímicamente. Pero entró en un momento peligroso porque más allá de que generó posibilidades para llegar a la paridad, también quedó al borde de recibir el segundo. Bou y compañía no hallaron la puntería necesaria para rematar o filtrar el pase letal, entonces la reacción del conjunto de Núñez fue fantástica: Sebastián Driussi, con una gran volea de derecha, obtuvo el 1-1 tan deseado, mientras que Lucas Alario, de cabeza, aprovechó un centro excelente de Jorge Moreira para señalar el 2-1.

En ese contexto, River se fue en ventaja al descanso de forma impensada. La actitud era para destacar al mismo tiempo que el fondo dejó serias falencias, imposibles de maquillar. La inteligencia de Andrés D’Alessandro -se despidió de la gente en el Monumental-, el trabajo completo de Gonzalo Martínez y el corazón de Leonardo Ponzio en el medio sirvieron de apoyo para que arriba hubiera oportunidades para estirar el marcador. Driussi, de gran actuación, enloqueció a cada adversario, causó espacios, descargó y abasteció a Alario, que todavía debe preguntarse por dónde se fue la pelota… Tampoco pudo por vía aérea en su siguiente aparición ni el Pity logró resolver un cara a cara en lugar privilegiado.

Lamentablemente, la ley del fútbol rara vez se equivoca. River pagó por la ausencia de puntería. Sin embargo, fue en una jugada difícil de creer: Batalla salió a anticipar a Tevez, quiso llevarse el balón con el pecho, pifió y dejó servido en bandeja el 2-2 del atacante visitante. Mina, otra vez, lento para subsanar el error de su compañero.

Punto acá para reflexionar: la salida de D’Alessandro para que entrara Iván Rossi no tuvo nada que ver con ese mazazo, aunque sí con la falta de manejo posterior. Y el otro cambio tampoco ayudó nada: sin caerle a Rodrigo Mora, que dio pelea aislado, Martínez merecía seguir adentro porque tácticamente era una ficha indispensable. Para colmo, en otra decisión que pareció pensada de cara a la final de la Copa Argentina, Driussi fue reemplazado. Marcelo Gallardo, clave en tantas victorias históricas, falló. Duele decirlo, pero es la realidad. La parte física es incuestionable, pero River necesitaba celebrar hoy o al menos, en el peor de los escenarios, dividir puntos.

Sin el Cabezón, el goleador del torneo ni una versión muy buena del Pity, River perdió juego. No sólo padeció la igualdad, sino que además dejó de controlar el desarrollo, se transformó en un equipo largo, poco pensativo, que regaló pases en el medio, perdió profundidad por afuera -mención aparte para Moreira, de tarea más que interesante en cada proyección- y jamás pudo detener a Tevez, al punto que esté marcó un golazo para dar vuelta la historia luego de que varios jugadores del Millonario se desesperaran en el retroceso.

Jugado por jugado, el conjunto del Muñeco buscó con más ganas que fútbol. Alario careció de potencia en un cabezazo ante Axel Werner, mientras que Mina no se recompuso en una acción que podría haber sido el agónico 3-3. La respuesta de Boca, a través del ingresado Ricardo Centurión, fue el 4-2 definitivo, de contra. Un golpe que sumó más dolor y bronca en River. Un resultado que pegó fuerte. A pensar en el jueves, ahora sí…

+ SÍNTESIS: Las estadísticas del Superclásico.

+ GALLARDO: “Este partido quedará en la estadística, pero el jueves tenemos una final”.

+ PONZIO: “Tenemos que revertir esto porque tenemos una final que jugar”.

+ JUGADOR X JUGADOR VS. BOCA: Las calificaciones del Superclásico.

+ D’ALESSANDRO: Saludo con sabor a despedida.

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+ POSICIONES: Así está la tabla.