(Córdoba – Enviados especiales) El Millonario dio una muestra inolvidable de toda su grandeza y, cuando parecía que se iba a quedar sin título, dio vuelta el partido de manera heroica, jugando a todo o nada. Venció 4-3 a Rosario Central, levantó la Copa Argentina y se clasificó a la próxima Libertadores. Alario la rompió como nunca e Iván Alonso fue determinante. Gallardo acertó en todos los cambios.
Campeones con el corazón. River es campeón con el corazón. Otra vez mostró problemas atrás, le costó mucho hallar un buen funcionamiento colectivo, pero sacó a relucir toda su chapa copera con Marcelo Gallardo como técnico. El Muñeco, de decisiones sin éxito el domingo pasado, esta noche interpretó de manera perfecta qué necesitaban sus dirigidos para revertir un partido infartante. Este equipo tuvo alma de campeón, jamás se entregó y apeló a la esencia misma del fútbol como juego para triunfar en Córdoba: pensó en el arco de enfrente, arriesgó y se llevó su merecido premio, la Copa Argentina.
Es complicado hacer un análisis entre tanta vorágine de un encuentro inolvidable, de los mejores en la historia del fútbol argentino. Una final con todos los condimentos posibles. River atravesó por diversas circunstancias. Pasó de la alegría a quedar en desventaja, se repuso, falló de nuevo y estuvo al borde del nocaut. Como buen campeón, dejó atrás cualquier tipo de temor, jugó a todo o nada, consiguió el 3-3 parcial y llegó al 4-3 en un abrir y cerrar de ojos. Una noche inolvidable, histórica, emotiva.
¿Cómo se dieron los sucesos? El Millonario podría haber sufrido un penal en contra al comienzo, esa misma vía, tras una enorme acción asociada en la que fue derribado Ignacio Fernández, sirvió para que el gigante Lucas Alario abriera la cuenta. Sin embargo, Rosario Central respondió: Augusto Batalla, de tarea preocupante, perdió la pelota en una salida y Damián Musto, que cometió mano, señaló el 1-1 parcial. Marco Ruben revirtió el marcador, Alario fue víctima de otro penal que transformó en gol y Ruben, en la segunda parte, le sacó rédito a otra floja reacción del arquero. Parecía que sería una pesadilla…
Cada vez que River quería salir adelante, a puro corazón, sin demasiadas ideas ni argumentos para manejar la pelota, sufrió un golpe tanto por méritos rivales como falencias propias. Hasta que Gallardo, nuestro Napoleón, un estratega con todas las letras cuando la situación demanda plata o mierda, comprendió cuál era la solución. Nuevamente prescindió de Andrés D’Alessandro para el último tramo. El Cabezón, cuyo rendimiento fue bueno, no tuvo manera de vencer al cansancio. Gonzalo Martínez tampoco aportó demasiado. El Muñeco, sabiendo que era difícil prosperar con elaboración, buscó ataques directos.
Afuera, D’Alessandro y el Pity; adentro, Rodrigo Mora e Iván Alonso. La dosis necesaria de corazón charrúa para entrar en los momentos decisivos del partido. Alario, imparable y de actuación excelente, fue abastecido por Alonso para lograr el 3-3, tras un centro de Mora. El propio Alonso, ahora asistido por el Pipa, señaló el 4-3. Con varios minutos por delante, Gallardo comprendió que Leonardo Ponzio ya no da abasto y decidió renovar energías: Joaquín Arzura reemplazó al capitán y puso su granito de arena.
River, voraz y con la convicción requerida para dar vuelta la historia, podría haber marcado el quinto. El travesaño se lo negó a San Alario. Central sobre la hora casi lo empata. Un guerrero llamado Jonatan Maidana, símbolo del corazón de River, lo impidió y El Más Grande se consagró campeón de la Copa Argentina en Córdoba. Ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad y el mejor regalo de todos es un título para celebrar, dejar en claro que el que ríe último, ríe mejor. ¡A conquistar América en la Libertadores, campeón!
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