(Bahía Blanca – Enviado especial) River estuvo lejos de ofrecer un rendimiento satisfactorio y tuvo un primer tiempo para el olvido, pero mejoró en la segunda parte, consiguió la ventaja y supo sostenerla pese a ser bastante desprolijo. Así obtuvo tres puntos fundamentales para levantarse a siete día del Superclásico.

Una victoria era clave, indispensable. La historia de River demanda que la obligación de ganar debe llegar acompañada del buen juego, aunque a veces es necesario apelar a la practicidad. Aferrarse a una ventaja y defenderla como sea. Eso ocurrió en esta noche fría de Bahía Blanca, donde el equipo prolongó su flojo desempeño con una formación mayormente alternativa. La producción ofensiva fue pobre. Sin embargo, exhibió sencillez para resolver diferentes situaciones que se fueron presentando y logró su objetivo: triunfar.

El primer tiempo dejó poco para rescatar. Falló la premisa de tener sorpresa y elaboración tanto con la rotación como el trabajo colectivo de las pieza desequilibrante. El esquema varió de forma constante para que nadie del medio hacia adelante quedara exento del circuito. Marcelo Gallardo paró un 4-4-1-1 que mutó en 4-1-3-2 y 4-1-4-1. Sebastián Driussi fue la referencia arriba, seguido de cerca por Leonardo Pisculichi y respaldado atrás con Camilo Mayada, Nicolás Bertolo y Gonzalo Martínez. En ese contexto, River generó un riesgo mínimo mediante un centro cruzado. Del otro lado, Olimpo tampoco causó peligro. Así, el 0-0 era lógico.

La segunda parte sirvió para que River mostrara una leve mejora, aunque insuficiente para destacar de cara a lo que viene. Tras un aviso doble en el que se lució Nereo Champagne y un cabezazo de Gabriel Mercado -correcto en la función de zaguero, se entendió con Eder Álvarez Balanta-, apareció el gol. Fue de manera inesperada porque los caminos brillaban por su ausencia hasta que Driussi llegó hasta el fondo por la banda izquierda, envió un centro con perfil invertido y halló la sorpresiva cabeza de Piscu.

Más allá de sus limitaciones para entrar en sintonía en los metros finales, River logró la apertura del marcador y supo sostenerla. Milton Casco cumplió tanto en la banda derecha inicialmente como en la otra posteriormente, mientras que la dupla central resumió todo: hizo un trabajo práctico, sin pudor para reventar la pelota a la hora de rechazar los avances locales. El terreno de juego chico y en un estado deteriorado colaboraron con un desarrollo luchado, friccionado, pobre en espacios. El Millonario, consciente de que un gol podía ser decisivo, se blindó atrás, fue ordenado, buscó aumentar de contragolpe y terminó celebrando. No se lució, aunque necesitaba ganar. Y, se sabe, es mejor corregir errores a partir de un éxito que desde los resultados negativos.

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