El equilibrio es la única ruta en buen estado a la hora de analizar un partido de fútbol, un tramo más amplio o una temporada completa. En tiempos en los cuales el resultadismo y la reacción histérica o cazalikes son la pareja monárquica (según simpatías o incluso desde un apetito comercial) bien vale intentar el viejo ejercicio de separar y argumentar en columnas bajo los genéricos debe y haber, a favor y en contra, positivo y negativo. Eso es lo que haremos para desmenuzar el triunfo de River en Perú por la Copa Libertadores.
La victoria es inapelable. Representa un activo sustancial. A eso hay que agregarle que River la consiguió de visitante y en una secuencia de la campaña que sugiere más murmullos de preocupación que aplausos e ilusiones. Como consecuencia de eso, y más allá del nivel (y sin soslayarlo) era imprescindible una muestra de carácter. Empezar ganando en una instancia que entrega un par de boletos entre cuatro integrantes es determinante. Lograrlo a domicilio, un plus. En el espacio de lo positivo también podemos sumar que el equipo de Gallardo capturó 3 puntos en un escenario que Universitario había convertido en fortaleza récord a nivel doméstico: 20 festejos consecutivos.

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A ese mismo análisis, si lo transitamos desde el sendero del equilibrio, debemos adosarle detalles que son imprescindibles para el contexto. Cero es la respuesta de un dato clave: la cantidad de veces que un equipo peruano ha superado la fase de grupos desde 2015. Anclando en Universitario, su registro exhibe
apenas 4 victorias en sus últimos 18 partidos como local por Libertadores (desde febrero de 2010). Los clubes peruanos no han ganado en los 5 encuentros que llevan disputados en las presentes ediciones de Libertadores y Sudamericana (2 empates y 3 derrotas) y fueron los anfitriones en todos los cotejos. Alguno podrá levantar la mano y citar que Alianza Lima (que debutó en casa cayendo ante Libertad) sacó a Boca, pero nunca, nunca, nunca, eso puede representar un aliciente. Primero, porque la debacle ajena no puede ser un argumento para River. El Más Grande es elite, es otra cosa. Y segundo porque si esa serie se
volviera a jugar varias veces más, la lógica sugiere un desenlace diferente.
La victoria en Perú es para celebrar, sustancialmente, de cara al objetivo de convertirse en el mejor de los líderes de grupo y definir en el Monumental hasta semifinales. Ese es otro ingrediente que no se puede
omitir a la hora del menú de las buenas noticias. A priori, era la excursión menos riesgosa y el equipo respondió en ese sentido. Puede parecer sencillo, pero a veces las pruebas más simples se complican y ese impuesto se paga caro a futuro.

El abrazo de los jugadores de River una vez consumado el triunfo en Perú.
Por otro lado, también es saludable remarcar que, con Gallardo a cargo de la tiza y el pizarrón, River ya había visitado 5 veces a rivales peruanos y no había perdido nunca, incluso con condicionantes como la altura o el césped sintético. Tampoco cayó con Demichelis como DT. Ni hablar de cuando los recibió en casa, coleccionando goleadas y funciones de gala históricas como ante Alianza Lima o Binacional. Son apenas 5 derrotas en 38 partidos en toda la historia ante adversarios de aquel país. Por eso decimos “festejar la victoria, sí. Sobrevalorarla, no”.
¿Cuáles fueron las virtudes y defectos de River en Perú?
Entre los rasgos favorables podemos mencionar la valla invicta. Si bien Armani tapó un par de pelotas fundamentales en el complemento, el comportamiento defensivo River en el primer tiempo fue muy cercano al ideal desde lo colectivo, dejando como grises un par de fallas individuales. Apenas un remate de Andy Polo es el paupérrimo resumen que puede presentar Universitario como llegada relativamente inquietante en la etapa inicial. Por otro lado, y buceando más en lo táctico y estratégico, llamó la atención no solo que River cerrara el encuentro con línea de 5 cuando el desarrollo no lo sugería, sino que esa postura favoreció el ímpetu de Universitario y lo peor del equipo de Gallardo se observó en ese lapso, esperando demasiado atrás, agrupando gente en lugar de defender con criterio e intensidad, y sin fútbol en el medio para elaborar respuestas con sentido. La única llegada realmente peligrosa del “Millo” en el segundo tiempo fue el remate de Meza en el palo.

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En la columna de los datos favorables hay que incluir a Kevin Castaño. El colombiano le brinda intangibles al equipo, no solo lo que salta a la vista. Es una buena rueda de auxilio para Enzo Pérez y es un jugador de cualidades asociativas: invita a jugar, participa de circuitos, comparte una manera de sentir
el fútbol que mejora a sus compañeros. Es polifuncional y generalmente ejecuta bien los relevos. Es, claramente, un salto de calidad por sobre todos y cada uno de los que ejercieron la función desde el regreso de Napoleón. Aporta dinámica con sentido e inteligencia.
A su vez, no es un futbolista con gol, y River necesita mediocampistas con gol como el oxígeno. Si la idea es que se desprenda más que Enzo Pérez, será misión de Gallardo trabajar al respecto o hacer del colombiano una pieza clave del rompecabezas y que otros eslabones del equipo mejoren la cuota goleadora. El ex jugador del Krasnodar cosecha apenas 3 goles en casi 5 años de carrera (en casi 150 partidos). Por ende, entendamos (como hinchas) lo que le vamos a pedir a Castaño. Si el día de mañana crece su vínculo con el gol, será inobjetable la mano del DT, pero si no lo hace, debemos interpretar que estas han sido sus características desde que se presentó profesionalmente. Hasta aquí, sus cualidades pasan por ser una herramienta que mejora a la estructura colectiva, no por ser un suplemento de ataque constante y contundente.

Paulo Díaz, figura en Perú.
El de anoche fue un cotejo sumamente errático para Mastantuono. En columnas anteriores citamos que esas oscilaciones son y serán comprensibles. Tiene apenas 17 años. Y algo no menor: la mejor versión de Franco explota cuando tiene libertades para conducir y moverse por toda la cancha. Ayer, en cambio, fue
una suerte de extremo por derecha full time. Bustos no es Montiel. No pasa ni a la misma velocidad, ni con el mismo criterio. Por lo tanto, el juvenil pierde en ese cambio de figuritas un elemento de distracción, de posible pared o de pase en profundidad. Se queda sin un anzuelo para buscar el remate.
Mastantuono, hoy por hoy, está lejos de ser un gran pasador. Su kit de habilidades más desarrollado se vincula a la gambeta, el remate y la personalidad, con una creciente relación con el gol. Ya es un combo más que seductor y valioso. La asistencia forma parte su ADN, pero aún le falta sensibilidad. Si flota en
tres cuartos, su panorama se amplía. Si jugara con dos delanteros marcando pases, su influencia aumentaría. A esta altura de su carrera, depende de cuantas flechitas le aparezcan como opciones. No es Juanfer Quintero, que ve un pase gol (y lo ejecuta) donde el 90% solo observa congestión. En Perú, la mayoría de las veces que Mastantuono encaraba hacia el centro (y sin ánimo de justificar sus
errores en las entregas), Driussi salía a pivotear, Colidio quedaba demasiado abierto y Acuña tardaba en escalar. El pique al espacio de Castaño en el inicio del partido tuvo más de espejismo que de maniobra frecuente.
Conclusión: apenas un par de veces en todo el cotejo (el remate de Colido que tapa el arquero y el cabezazo de Facundo que se va por arriba del travesaño) River pudo darle sentido al puerto de partida y a la ubicación de Franco, y a las características propias y a las funciones que Gallardo les asignó a Driussi
y a Colidio. Aún así, cada partido que Mastantuono suma desde el arranque lo impulsa a ser mejor futbolista.
La importancia del aporte goleador de los defensores
Otro ítem positivo fue el aporte goleador de Paulo Díaz. En lo que va del año también facturaron Montiel, Martínez Quarta y González Pirez. Cuatro de los defensores del plantel dejaron su firma en la red. Eso vale oro para un equipo al que le cuesta mucho convertir y generar juego. Está claro que River se respalda
en un poderío considerable en la pelota parada. Es, al día de hoy, algo más relacionado a la naturaleza de los futbolistas, sus capacidades y su intuición. No es un equipo que califique como de los mejores en jugadas de pizarrón (categoría Selección Argentina, por ejemplo), pero tiene una “fuerza aérea” que es
imposible de ignorar para los rivales. Por otro lado, aún en pocos minutos, se siguen viendo niveles muy bajos: Borja, Simón, Pezzella. Con tanta lesión a cuestas, es imprescindible contar con profundidad en el plantel y que varios levanten su nivel.
En declaraciones posteriores al partido, Gallardo respaldó fuertemente a los jugadores. Fue un claro mensaje luego de algunos silbidos tras el empate frente a Rosario Central. Subrayó el espíritu, destacó a Driussi, habló de “muy buen nivel”. La intención fue clara y comprensible: ejerció su rol no solo de entrenador, sino de líder de vestuario. Puertas adentro, el análisis seguramente será más equilibrado, porque está claro que así como hubo cosas positivas, también hay muchas por mejorar y que lo de ayer se linkea mejor a lo estadístico que al rendimiento.
En definitiva, se trata siempre de encontrar el equilibrio, porque ver todo blanco o todo negro son, simplemente, distintas formas de estar ciego. Se viene
Sarmiento. Es, por calidades y postura, el escenario ideal para decir presente, no solo para cantar victoria, sino para crecer en el funcionamiento y el volumen de juego.





