(Incluye video) Se terminó el viaje de los sueños, ese que nos juntó a todos, los que viajamos y los que no, bajo la misma premisa: demostrarle al mundo que River es el más grande de todos. Un repaso por la aventura riverplatense que nunca olvidaremos.

Sabíamos que Japón iba a ser una locura, algo memorable hasta nuestros últimos días, pero ni el más optimista imaginó esto. Primero, una caravana descomunal para acompañar hasta el aeropuerto a nuestros samuráis. Luego, Ezeiza se transformó en un mini Monumental y los aviones emularon a la tribuna Sívori en trayectos superiores a 25 horas, para que más de 20 mil fanáticos llegaran al país asiático.

Las luces de neón, las letras japonesas, los monstruosos shoppings y los cruces peatonales con miles de personas no nos distrajeron y ahí estuvimos. Cruzándonos hinchas en cada estación de tren y subte, el contacto visual y el “vamos River”, era una premisa obligatoria ante cada encuentro. Los atractivos turísticos tenian banda sonora argenta, el Millonario había copado Japón.

En Osaka se preparó un banderazo sin precedentes. Los nipones paraban, se sacaban fotos, aprendían canciones. Entendían, o al menos intentaban entender que, el sentimiento por River es único. Ellos querían sentir eso, esa felicidad plena que sólo los colores más lindos del mundo son capaces de brindar.

“Los hinchas están locos”, nos atina a decir una pequeña en un local e inesperadamente aparece con la misma “locura” el micro de los jugadores. Caravana en pleno Osaka, el orden japonés no estaba preparado para la euforia riverplatense.

Desde Argentina, aquellos que no lograron viajar, inflaron el pecho ante las imágenes que llegaban del otro lado del planeta. Madrugaron, se juntaron y sufrieron como si estuvieran ahí.

Tokio y su magnitud disminuyeron de tamaño frente a la invasión millonaria. Bastaba hacer silencio en cualquier esquina turística para escuchar los cánticos del Campeón de América. Y así se celebró en el inmenso parque Yoyogi. Más de 15 mil personas coparon un punto de esparcimiento clave de la capital japonesa y el famoso cruce de Shibuya mutó en Figueroa Alcorta y Udaondo en un abrir y cerrar de ojos.

Llegó la gran cita. El Barcelona de Messi, Neymar, Suárez y compañía, contra el River de todos en la final mundial. Y de pie se terminó la ilusión. No hubo patadas, actitudes desleales y mucho menos gas pimienta en la caída contra el mejor del mundo. Premiación para el equipo catalán y fiesta en las tribunas de River. Sí, no es un error, la gente del Millo siguió cantando y no era para menos. Se acabó el mito y la mentira, las imágenes hablan por sí solas: River es el Más Grande de todos y nunca abandonó.

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