Gallardo nunca rompió el 4-3-1-2 en un partido que le dio la enorme oportunidad de jugar con uno más durante casi toda la tarde. Sin embargo, Boca estuvo ordenado y apostó al contragolpe, algo que evitó que el Muñeco pudiera asumir mayores riesgos para buscar el triunfo.
Aún permanece la bronca por el empate. River tuvo una chance inmejorable para aprovechar. La superioridad numérica desde los 12 minutos del primer tiempo, como consecuencia de la expulsión de Pablo Pérez, era una invitación a encontrar diferentes alternativas para hallar el desequilibrio. Un panorama alentador que de ninguna manera terminó siendo tal porque el pizarrón general le impidió a Marcelo Gallardo animarse a más, a rearmar el esquema para tener un protagonismo acentuado en los metros finales del campo de juego.
El Muñeco presentó el 4-3-1-2 habitual. Si no fuera por las ausencias de Leonel Vangioni, víctima de un desgarro, e Ignacio Fernández, con fiebre, hubiera puesto a sus intérpretes preferidos para ese dibujo. Por lo tanto, Milton Casco ocupó la banda izquierda del fondo con un trabajo prolijo, más allá de algún descuido eventual, proyección incluida. En el medio, Nicolás Bertolo, de buenos movimientos tácticos, reemplazó a Nacho. Ambos cumplieron una tarea sin fallas, pero perdieron al menos un tiempo para acomodarse, teniendo en cuenta el perfil invertido.
River atrás supo contrarrestar a Cristian Pavón y Carlos Tevez, quienes quedaron aislados muchas veces, a raíz de la inferioridad. Nicolás Lodeiro, que originalmente completaba el ataque en un 4-3-3 de escasa duración, se vio obligado a suplir a Pérez en la línea de volantes internos. Entonces, por lo general, el Millonario tuvo comodidad para salir desde el fondo y construir a partir de allí, aunque desde el medio hacia adelante no pudo hacerse que se notara el hombre de más.
D’Alessandro entendió cómo generar espacios.
En ese contexto, Andrés D’Alessandro nuevamente fue el mejor. Entendió cómo generar espacios. Estratega nato, su desempeño fue un espejo que ninguno pudo copiar. El Cabezón, consciente de que Boca lógicamente recortaría espacios y forzaría el error para salir de contragolpe, controló y descargó rápido. Cuando no lo hizo fue para encarar o esperar a que un compañero suyo encontrara el hueco en profundidad. Pero fue difícil, porque en los momentos que River merodeó el área por los costados cayó en el centro, sin suficiente éxito para lastimar de esa manera.
A River le faltó audacia. Necesitó encarar con mayor frecuencia.
¿Entonces? A River le faltó audacia. Necesitó encarar con mayor frecuencia. Camilo Mayada se animó, aunque en varias oportunidades no prosperó. Aun así, fue una llave para romper cierta monotonía. Es que hubo paciencia para elaborar y abrir la cancha. El problema fue que Boca sumó gente para custodiar el área, leyó de forma adecuada que para terminar las jugadas el Millonario desencadenaría sus avances mediante centros y también cubrió los posibles remates desde afuera.
Los cambios fueron ficha por ficha. Iván Alonso obligó más que un Lucas Alario amonestado, mientras que Sebastián Driusi no modificó la ecuación con relación a Rodrigo Mora. El restante, lamentablemente, fue inexorable: Emanuel Mammana entró para reemplazar a un golpeado Casco. ¿Qué podría haber hecho el DT para romper el 4-3-1-2 en busca de mayor ambición? Una línea de tres con líbero y dos stopper para tomar a Tevez y Pavón. Ambos puntas fijaron a los zagueros hasta que en los minutos finales tomaron a los volantes de un River sin rebeldía para desequilibrar a través del mano a mano en lugar de depender de una acción con precisión en velocidad.
El rubro pelota parada tampoco funcionó. River dispuso de seis a favor, cuatro de ellos como consecuencia de lo tiro de esquina. La primera de la tarde permitió que Alario se anticipara. Agustín Orion contuvo en dos tiempos. En la siguiente, D’Alessandro tocó para Casco y éste envió un centro que culminó en la roja a Pérez, previo offside de Eder Álvarez Balanta -terminó como lateral izquierdo- y falta al arquero local. El Cabezón exigió con un remate en la tercera, la cuarta fue rechazada por Boca, al igual que las últimas dos. ¿Y las que tuvo el dueño de casa? De los 14 envíos xeneizes (obviamente, pasó a ser un recurso clave al tener uno menos), el campeón de América ganó en 13, ya sea para rechazar, contragolpear o disipar el peligro con un control. Así, las vías para romper el cero se redujeron hasta desembocar en la igualdad.
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