River aplastó a Racing. Le hizo precio con el 2-0, pero la realidad futbolística fue avasallante: una goleada hubiera sido acordé a la diferencia abismal que hubo en el estadio Monumental, donde el equipo que dirige Marcelo Gallardo dio cátedra ante La Academia. Es que la actuación resultó brillante, con momentos de alto vuelo, firmeza en todas las líneas y una ambición constante que derrumbó física y anímicamente al conjunto que comanda el querido Eduardo Coudet.

Una vez más, como en cada cita importante -pese a que en esta ocasión River llegó lejos del líder en la tabla de posiciones-, el equipo apareció en su plenitud. Jugó muy bien, con lucidez para manejar la pelota, generar espacios y mover el balón en cuanta dimensión fuera posible. Todos se comprometieron tanto en la elaboración de juego -sí, incluido Franco Armani en varias salidas por abajo- con la gestación de juego, así como también para la recuperación inmediata.

El Millonario derrochó fútbol frente a Racing. Lo disminuyó. Controló el partido a su gusto. Supo cuándo acelerar, dónde aplicar la pausa, en qué circunstancias avanzar, en qué momentos limpiar el campo para nuevamente hallar los espacios. En ese contexto, Juan Fernando Quintero, autor de un golazo de tiro libre, se lució, acompañado por el gran trabajo de Enzo Pérez como volante central -Leonardo Ponzio estuvo a tono al reemplazarlo-, el despliegue de Exequiel Palacios e Ignacio Fernández más el esfuerzo insoportable de Lucas Pratto y Rafael Borré.

Milton Casco exhibió un papel destacado otra vez. Generó el segundo tanto al rematar y provocar que Alejandro Donatti vulnerara su propio arco. Como si fuera poco, dejó en ridículo al ingresado Ricardo Centurión y en ataque fue insaciable. Atrás hubo una solidez total de Lucas Martínez Quarta y Javier Pinola, mientras que Armani ofreció seguridad cuando fue exigido. Los cambios aportaron lo suyo para sostener la intensidad que La Academia jamás pudo contrarrestar, ni siquiera mediante las variantes.

La tarde noche de calor de ninguna forma afectó el instinto agresivo de este River que corrió más que Racing, utilizó mejor la pelota, administró con criterio cada sector para abrir la cancha o centralizar según la necesidad de cada caso. El marcador final no pudo reflejar suficientemente la diferencia categórica que El Más Grande tuvo sobre el líder de la Superliga. Sin embargo, quedó en claro que acá está River, el campeón de América.