(Mar del Plata – Enviado especial) River mostró destellos del funcionamiento que tuvo cuando fue Campeón de América y con el 1-0 final le hizo precio a un Boca descontrolado que coqueteó con la posibilidad de retirarse por inferioridad numérica.
Para conquistar América se necesita una serie de cualidades. Desde las futbolísticas, naturalmente, hasta las anímicas. Es fundamental la personalidad para salir adelante en momentos difíciles o en aquellos en los que resulta indispensable suplir con actitud ganadora la ausencia de ideas. Sin embargo, a cinco meses y medio de la inolvidable noche del título, River dejó en claro que una idea de juego nunca se abandona. Y que cuando el proceso de armado requiere de nuevos cimientos, un triunfo en el Superclásico es bienvenido, sobre todo al humillar al eterno adversario.
Si bien es cierto que River tuvo pocos momentos de brillo, cuando en el primer tiempo ridiculizó a Boca, mostró un carácter a prueba de fuego. Hubo tres acciones bisagra en apenas 18 minutos. La reacción espectacular de Marcelo Barovero para impedir un accidental gol en contra de Jonatan Maidana, la falta brutal que Gabriel Mercado recibió del expulsado Jonathan Silva y el penal que Leonardo Pisculichi transformó en el 1-0 definitivo, luego de que Carlos Tevez cometiera una mano absurda después de un tiro libre ejecutado por Rodrigo Mora.
A partir de ahí, River hizo lo que quiso con su eterno rival. Más allá de un cruce excelente de Maidana para negarle el 1-1 al falso jugador del pueblo, existió una supremacía indiscutible. Lucho González, Pisculichi y el debutante Ignacio Fernández dieron una clase de tenencia de pelota. Jugaron e hicieron jugar. Le presumieron toda su jerarquía a los rivales. Boca vio pasar la pelota. Una y otra vez. Producto de la impotencia, terminó con otros dos expulsados, pura impotencia: patada de Gino Peruzzi al ingresado Gonzalo Martínez y protesta de Daniel “cara de Isla de Pascua” Díaz.
Sin embargo, en el debe quedó la ausencia de ideas para aprovechar los dos hombres de más, teniendo en cuenta que Maidana también fue echado. Diez contra ocho, hubo espacios para liquidar el asunto. Pero es como si River hubiera gozado con la agonía de su adversario. Le mostró el balón con un egoísmo propio de Kiko con una torta de jamón delante de El Chavo. El barril hubiera sido un excelente lugar para que los de azul y amarillo se escondieran del papelón. Al menos no abandonaron, aunque de ninguna forma estuvieron lejos porque las duchas del vestuario fueron bastante concurridas.
¿Lo mejor del Más Grande? La solidez defensiva, el nivel de Eder Álvarez Balanta, la tarea de los mediocampistas centrales, el mencionado dúo de zurdos integrado por Piscu y Nacho Fernández, más el compromiso colectivo e individual para luchar por cada pelota como si se tratara de la última. Carácter, personalidad y convicción para no dar ninguna por perdida. River doblegó a Boca en todos los sectores del campo a la hora de buscar un balón sin dueño. Faltó aumentar la diferencia, aunque íntimamente queda la satisfacción de haber visto una nueva desilusión rival. Esta vez sin gas pimienta.
+ “Esta camiseta te hace jugar así”
+ Fernández tuvo un debut interesante
+ “Jugamos bien y demostramos carácter”
+ Tras la expulsión de Maidana, el Superclásico se descontroló