El Millonario fue práctico porque supo leer el partido en Colombia, donde se adaptó a diferentes circunstancias del juego para obtener una gran victoria 3-1 sobre Independiente Medellín.

Los dos partidos previos a nivel oficial en el año dejaron más preocupaciones que esperanzas en River. Un 0-3 mentiroso en la diferencia pero duro frente a Lanús y una igualdad sin goles contra Unión. Del otro lado, Independiente Medellín imponía un serio respeto desde los números: siete triunfos, un empate y apenas una caída, incluyendo puntaje perfecto en el estadio Atanasio Girardot. Semejantes preámbulos hacían suponer que un punto en Colombia podía ser negocio, pero esta versión copera del Millonario desconoce de conformismo y se llevó lo que fue a buscar: un triunfo.

Hubo dos partidos en uno. Los primeros 26 minutos ofrecieron poco para el análisis: bajo una intensa lluvia, la pelota circuló en contadas ocasiones y viajó demasiado por el aire. Cada espejo de agua era un osbtáculo para desarrollar cualquier intención ofensiva. En ese contexto, Independiente Medellín ejerció la iniciativa, pero sin reunir suficientes méritos para ponerse arriba en el mercador. River, en cambio, construyó una suerte de imperio después de la hora de parate obligado. Enseguida, de la nada, Lucas Alario consiguió un penal que él mismo transformó en gol para la apertura del marcador.

Cuando el DIM ni siquiera había reaccionado por el primer golpe, llegó una nueva conquista en favor del Más Grande gracias a un rebote que capturó Sebastián Driussi, tras una falta sobre Gonzalo Martínez que el propio Pity hizo efectiva para enviar el centro. Contundencia pura, dos remates, dos goles. Ante dicha muestra, la respuesta local fue de un desconcierto total. Concedió libertades que River supo aprovechar en el medio campo, zona clave para la gestación porque Ignacio Fernández manejó los tiempos, Leonardo Ponzio anticipó varios movimientos y el resto se ofreció como opción de pase permanentemente.

La ventaja le brindó tranquilidad a un River que de ninguna manera se relajó. A la cuota mencionada de contundencia le agregó practicidad para rechazar el riesgo. Augusto Batalla, a excepción del penal cometido, se mostró seguro, Jonatan Maidana transmitió la seguridad habitual en este tipo de partidos, mientras que Ariel Rojas recordó la etapa anterior con su aporte silencioso, pero fundamental para tener equilibrio en cada situación de juego. Como si fuera poco, Lucas Martínez Quarta le sacó jugo a un tiro de esquina ejecutado por el Pity para que Joni bajara la pelota y el joven defensor resolviera cual delantero.

Marcelo Gallardo movió el banco cuando era necesario darle soluciones desde el punto de vista físico al equipo. River fue un conjunto generalmente compacto para defender y recuperar el balón, inteligente para administrarlo -Nacho, Ponzio, Rojas e incluso Driussi le dieron pausa y pase preciso al funcionamiento- y eficaz en materia de definición: tres goles con apenas seis remates. Así, el Millonario se llevó tres puntos excelentes de Medellín, donde su rival de esta noche tan sólo cayó cuatro veces en las 33 presentaciones anteriores a nivel oficial. La ilusión por levantar la Copa Libertadores comenzó de la mejor manera.

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