Augusto Batalla habló sobre el enorme desafío que afronta día a día al ser titular en River con solo 20 años. Sin cassette, contó lo que significa ser el sucesor de Trapito, cómo cambió su vida cotidiana, el sueño de haber debutado en la Copa y cómo imagina su futuro.

Ocupar el arco de River no es una tarea sencilla. No por nada se dice que es el más grande del mundo. Mucho más complicado es hacerlo después de Barovero. Y muchísimo más con apenas 20 años de edad y un puñado de partidos en Primera. Después de un comienzo con sobresaltos, Augusto Batalla ya lo vive de otra manera: “Me tocaron momentos muy ingratos y otros de mucha felicidad, pero uno con el tiempo va asumiendo todo. Y hoy me siento más en paz a la hora de entrar a un campo de juego, estoy más tranquilo”.

La sombra de Barovero era imposible de evitar, pero tal como contó en diálogo con Olé, a Batalla cada vez le preguntan menos por Trapito: “Marcelo dejó un legado muy grande y marcó una historia, pero es normal que con el correr del tiempo se empiecen a actualizar las preguntas. Debí asimilar esa pregunta porque era la realidad. Voy a estar siempre agradecido con Barovero por lo que me dio como persona y como arquero, y está bueno que la gente lo vaya sintiendo así: él fue muy importante y ahora uno está en ese lugar, asumiendo un rol difícil”.

“Si hago las cosas bien, cada vez me van a preguntar menos sobre Marcelo. Si los rendimientos siguen potenciándome, es lógico que el hincha se sienta más cómodo”, agregó en este sentido.

La exposición que implica ser el arquero de River impacta sobre la vida cotidiana del 1, pese a que él intente que se sienta lo menos posible: “Uno trata de mantener siempre el mismo eje y de relacionarse con la misma gente. Yo sigo yendo en short y ojotas a la casa de mi vieja y eso no cambiará así sea el arquero de River, del Real Madrid, del Barcelona o de un equipo del ascenso. Pero sí pasa que uno tiene que cuidarse más: por ahí perdiste un partido y no podés ir a tomarte un café con tu pareja o tu familia porque, más allá de que no me parezca correcto, vivimos en una sociedad a la que nos tenemos que adaptar”.

“Las cosas cambian porque la exposición es grande y la gente te pone en un lugar en donde no elijo estar. Una vez lo dijo Crespo: “Iba a un boliche y no me dejaban pasar, y cuando para todos era Crespo, iba al mismo lugar y me daban de todo. Yo no fui el que cambió, yo era Crespo antes y después, entonces es la gente que lo pone a uno en un lugar que no asimila”. Me pasó de ir a comprar al almacén de la vuelta y que me quieran hacer un descuento. No, yo lo quiero pagar igual que el de al lado porque soy igual”, señaló.

Humilde, la fama no se le sube a la cabeza: “Uno tiene la virtud de jugar a la pelota, pero todo el mundo tiene lo suyo: el carnicero tiene la virtud de cortar la carne, porque a vos te dan un cuchillo y no sabés qué hacer; el periodista tiene la virtud de preguntar, porque a otro le dan un micrófono y no sabe qué hacer; el barrendero tiene la virtud de estar en su lugar. Todos tenemos un rol diferente pero ni uno es más ni menos, eso deberíamos entenderlo como sociedad. Y ahí vamos a pegar el click de entender que tiene haber uno que corte el pasto, uno que limpie la pileta, uno que juegue, etcétera. Tiene que haber gente que haga lo que otro no hace, y no por jugar al fútbol vas a ser mejor”.

¿Qué hace cuando no está bajo los tres palos? “Estoy terminando el último año del colegio que me quedó colgado por el Mundial y el Sudamericano Sub 17 que me consumieron ese último año. Lo hago a distancia, a través del club, y en abril arranco con dibujo técnico porque me gusta la arquitectura. En el tiempo libre hago eso, me gusta dibujar, escribir, mirar páginas de diseño, proyectos, casas en 3D, panorámicas. La carrera de arquitectura es dura, pero quiero ir paso a paso: hacer dibujo técnico, después proyecto y construcción de obras y más adelante hacer la carrera. Ahora estoy con el colegio, resumiendo el material que me mandan, estudiando y yendo a rendir los finales”.

Hacer las cosas bien en River le abrirá puertas en Europa casi con seguridad. Sin embargo, Augusto todavía no se deslumbra con dar el salto: “Pienso en objetivos cortos, en Godoy Cruz, en Quilmes, la Copa, Tigre. Toda mi vida, desde que tengo tres años, fui consciente de que mi sueño es ganar la Libertadores con River. Y recién después de hacer eso, ver qué pasa. Si logro ganarla y el club me da la posibilidad de seguir, y ves que todos están contentos y venís a trabajar con placer, me darían muchas ganas de seguir”.

Y si bien afirma que su sueño es conquistar América con La Banda, pocos días atrás ya tachó uno importante de su lista de metas: “El primer partido de la Copa fue muy especial, único: pocas veces guardé una camiseta, y ésa la tengo bien guardadita. Porque siempre fue mi sueño: cuando terminó el partido se me piantaron las lágrimas y me largué a llorar. Nadie me preguntaba nada pero me miraban, porque, claro, no era lógico: habíamos ganado muy bien, estaba todo genial, no sabían si me había pasado algo, ja. Lo que me pasó fue que era mi sueño y lo había cumplido. Ahora, a replantearse objetivos, aunque eso me hizo muy feliz”.

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Saliendo del aspecto personal, se refirió al equipo y a lo que lo impulsa a seguir yendo en busca de cosas importantes: “Tiene que ver con una ideología bajada por un cuerpo técnico que tiene las cosas más que claras. Vos venís a ver un entrenamiento acá y si a los equipos de trabajo les ponés dos camisetas diferentes es un partido oficial, sea un reducido o cualquier cosa: esa intensidad, esa competencia sana con la que se trabaja es lo que lleva al grupo a estar tan compenetrado con una idea y un pensamiento. Los chicos que vienen de otro club te dicen que los primeros tiempos les cuesta horrores adaptarse, porque la intensidad y voracidad son otras. Eso nos potencia. Muchas veces llegaban los nuevos, terminaban el primer reducido y te preguntaban “che, ¿esto es así siempre?”, y vos por ahí les decías “no, hoy fue tranquilo”, ja. Es una personalidad que se fue forjando desde que asumió Marcelo y los jugadores entendieron el mensaje. Hablamos de Pezzella, Mercado, Funes Mori... Gente que no te regalaba una. Y hoy siguen estando Leo, Maidana, Rojas que volvió… No te regalan un centímetro, nada: eso hizo que los que veníamos atrás nos adaptáramos y nos contagiáramos de eso”.

Para Augusto, Ponzio, Maidana y Rojas, referentes del plantel actual, tienen mucho que ver con esta ambición: “Son muy importantes, tienen una personalidad y una talla… Son importantísimos en el presente, lo fueron en el pasado y te aseguro que lo serán en el futuro. Todos los chicos que venimos atrás entendimos el mensaje, que no tenemos que regalar nada, y el día de mañana, cuando ellos no estén, nosotros seremos los que vamos a transmitirlo. Es el secreto, no de la gloria porque nadie lo tiene, pero sí el del día a día: disfrutar rompiéndose el lomo”.

¿Como lo ve a Martínez Quarta? “Es un chico con unas cualidades enormes. Hay que llevarlo con calma porque tiene 10 partidos. Uno a veces escucha que lo critican como si tuviera 60, tres temporadas en 1ª, y tiene 10 partidos… Asumió la responsabilidad de jugar una final y marcar a uno de los mejores delanteros del país como Ruben y lo hizo muy bien”.

Por último, habló de su relación con Axel Werner y Agustín Rossi, los dos arqueros de Boca con los que le tocó compartir seleccionados juveniles: Compartí mucho con Axel y Agustín. Con Axel, a los 17 años y con Agustín, a los 20. Por una cuestión de edades, tuve más relación con Agus, pero son dos grandes personas y arqueros. Doy fe de que son dos grandes arqueros y personas, y estoy seguro de que trabajan muy sanamente para estar donde desean”.

En la contra, Werner perdió el puesto por algunos errores en amistosos y eso, a Augusto, lo hizo valorar aún más la confianza que en él depositó Gallardo: “Lo dije siempre: le voy a estar agradecido toda la vida a Marcelo por la confianza. Y esa tranquilidad de la que hablaba antes también me la dio él, su cuerpo técnico y mis compañeros. Tengo la posibilidad de tener un DT y un grupo que me acompañaron, que confiaron en mí y que en los momentos buenos me mantuvieron en un nivel y en los malos me levantaron para volver.

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