(Córdoba – Enviado especial) El Millonario cometió demasiados errores atrás y permitió que Belgrano aprovechara para doblegarlo e imponerse 3-2. La reacción del segundo tiempo fue insuficiente para alcanzar un empate que era posible.
Bronca. Tal vez ese sea el sentimiento de mayor fuerza para definir lo que tanto los jugadores y el cuerpo técnico como los hinchas atraviesan en este momento. Una victoria en Córdoba se presentaba complicada en los papeles, algo habitual, pero de ninguna manera inviable. River dilapidó la chance de seguir por la senda exitosa. Concedió ventajas que pagó demasiado caro y, cuando redujo el margen, ya fue tarde.
Si bien es verdad que la reacción en el complemento alimentó las esperanzas, cimentadas en el descuento del uruguayo Iván Alonso, más la categoría de Andrés D’Alessandro -de conductor a lanzador-, el corazón de Nicolás Domingo y esas apariciones inesperadas de Rodrigo Mora, no alcanzó. En el medio y atrás hubo fallas sincronizadas que facilitaron la tarea para un siempre inteligente Belgrano, capaz de ocultar bajo la alfombra sus puntos débiles y de explotar al máximo sus virtudes.
La noche podría haber tenido un rumbo distinto. Tan sólo iban seis minutos cuando Ignacio Fernández, en esta ocasión de floja labor, careció de pericia suficiente para doblegar a Juan Carlos Olave. El Pirata respondió con dos posibilidades que hicieron lucir como pocas veces a Marcelo Barovero. Pero un derechazo tremendo de Iván Etevanaux desniveló el marcador. Para colmo de males, enseguida llegó el aumento de la distancia porque Fernando Márquez arrastró marcas y dejó solo a Jorge Velázquez, cuya definición resultó imposible para Trapito.
Sin embargo, River dio síntomas de vida antes de que el panorama se tornara extremadamente oscuro. D’Alessandro generó un tiro de esquina, recibió en corto y buscó a Domingo, que le sacó rédito a la soledad para que su tiro vulnerara el arco local. Inyección anímica para contrarrestar la intensidad de un Belgrano agresivo en la marca, persistente para presionar la salida del Más Grande e inteligente en las transiciones para siempre quedar mejor ubicado que el Millonario.
Semejante diferencia de ritmo se vio reflejada nuevamente en el resultado porque cerca del descanso llegó la conquista de Etevenaux para poner el 3-1 local. Había mucho por corregir de cara a la segunda etapa. Lucho González y Nacho Fernández fueron devorados por la asfixiante marca rival. Tampoco existió precisión en velocidad ni en varias salidas, además de que el equipo estuvo largo, muy desconectado por momentos.
Los ajustes llegaron mediante los cambios que introdujo Gallardo. Alonso cumplió con su primera cuota goleadora y River aceleró ante un Belgrano que, en lugar de seguir apretando, apostó al orden y a los espacios para liquidar de contragolpe. Aunque faltó decisión en algunas acciones y resolución acertada en otras para lograr una igualdad que no era imposible. Ahora, a barajar y dar de nuevo porque el jueves hay que recibir a Godoy Cruz.