River le ganó 4-3 a Trujillanos y logró el primer puesto del Grupo 1 de la Copa Libertadores, aunque dejó muchas dudas atrás. De cara a lo que viene necesita corregir varios aspectos porque en el certamen continental es indispensable conservar el cero en las series mano a mano.

Lo que parecía que iba a ser una noche tranquila, distendida y para gozar de una buena exhibición futbolística casi termina en un resultado alarmante. Cuesta explicarlo por la diferencia entre un equipo y otro, pero River se relajó. Dejó venir a un rival diezmado y terminó de forma ajustada innecesariamente. Dicho eso, el triunfo fue merecido y el objetivo se consiguió porque el campeón de América terminó primero en la zona y definirá como local al menos la serie de octavos de final.

Mientras Andrés D’Alesandro estuvo en cancha la diferencia fue muy grande desde el desarrollo, pero no se reflejó en el marcador. Cuando apenas iban 18 minutos del primer tiempo, dos tantos separaban a un equipo y otro. El Cabezón ejecutó un tiro libre perfecto, previa infracción recibida por Nicolás Domingo, para la apertura del marcador y luego cambió un penal (Milton Casco, de buena tarea, fue la víctima) por gol. Más allá de las conquitas, River estaba cómodo. Brillaba, manejaba el trámite a su antojo e iba en camino a estirar la distancia.

Sin embargo, un grosero error de Eder Álvarez Balanta desencadenó en el inesperado descuento visitante. Marcelo Barovero subsanó la falla original al taparle un mano a mano a James Cabezas, pero Maurice Cova lo vulneró mediante un derechazo perfecto desde afuera. A pesar de sostener la supremacía en el funcionamiento colectivo e individual, el Millonario careció de una agresividad mayor en lo últimos metros para marcharse al descanso en paz. Aun así, Camilo Mayada le sacó rédito a una equivocación del arquero venezolano para el 3-1 cuando nacía la segunda parte.

La nueva diferencia generó tranquilidad y, como si fuera poco, Lucas Alario fue abastecido de manera accidental por el ingresado Nicolás Bertolo para el 4-1 parcial. El Cabezón ya había salido con un saldo muy positivo. Además del doblete, jugó e hizo jugar. Fue un auténtico cerebro por capacidad de distribución, sumado a una precisión notable, incluso para realizar cambios de frente a un toque. Lujo total que se sintió, no porque Leonardo Pisculichi actuara mal -cumplió un correcto desempeño-, sino porque el enganche de 35 años la rompió otra vez.

Después de ponerse en situación de goleada y con un jugador más porque Gerardo Mendoza fue expulsado en la etapa inicial, River se relajó. Consciente de que la clasificación estaba sellada, abusó de esa serenidad. Aunque el principal déficit estuvo en Álvarez Balanta. Duele decirlo, pero el colombiano ofreció un rendimiento preocupante por donde se lo mire. No llegó a cerrar en el gol de Franklin González y cometió el penal que permitió el grito de Cabeza. De la nada misma, el partido pasó a estar 4-3.

La victoria corrió riesgo. Gonzalo Martínez pasó inadvertido. La parte ofensiva dejó de lastimar. Sin embargo, los tres puntos y el primer puesto del Grupo 1 quedaron en manos de River, que el próximo jueves se enfrentará a Independiente del Valle, en Quito. La incertidumbre permanece porque atrás hubo una fragilidad alarmante. Y, se sabe, amén del estilo histórico que pregona el Más Grande en materia de ataque, la Copa Libertadores demanda fortaleza defensiva. Hay bastante para corregir, aunque primero llegará el Superclásico. El domingo, cueste lo que cueste.

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