"No es jugador para River". "Le pesa la camiseta". "No lo tiene que poner más". "Ya está, ¿cuántas chances le va a dar?". ¿Cuántas veces hemos escuchado o dicho frases como ésas? ¿Sobre cuántos jugadores hubo sentencias lapidarias y con el tiempo se ganaron la bandera del perdón? Suele ser habitual en las tribunas o en las mesas con amigos esas definiciones para hacerles la cruz a futbolistas que no rinden. Es verdad que hay casos que no tienen retorno, pero en los últimos tiempos Marcelo Gallardo dejó la enseñanza de la paciencia, de saber esperar el momento justo. Porque así como hay jugadores que llegan y responden a las exigencias desde el primer partido (Lucas Alario o Franco Armani, por ejemplo) a otros les lleva más tiempo acomodarse a River y rendir en plenitud.

El caso de Jorge Carrascal es el último gran ejemplo de esta situación. El colombiano llegó a Núñez en enero de 2019, a préstamo y con el apodo que lo señalaba como el Neymar colombiano. Se sumaba al River campeón de América en Madrid que se había quedado sin su 10 tras la salida del Pity Martínez a la MLS. A pesar de que no jugó mucho, Gallardo dio el visto bueno para que el club hiciera uso de la opción de compra para quedarse con el volante. Eran 3 millones de euros de inversión entre el préstamo inicial y la transferencia.

Sorprendió porque había hecho poco en la cancha. Sin embargo, el Muñeco le dio el tiempo necesario para madurar, para ponerse en línea con lo que él exige, para estar a la altura de River y recién ahora Carrascal -a poco de cumplirse dos años de su firma- se ganó un lugar en el equipo titular. No sólo eso: fue figura en los últimos partidos de la Copa Libertadores. Y tiene apenas 22 años.

El del colombiano no es el único caso en el que la paciencia de Gallardo le ganó a la ansiedad de los hinchas. Sin necesidad de retroceder demasiado, entre los 11 que juegan habitualmente en el equipo hay dos ejemplos más: Rafael Santos Borré y Nicolás De La Cruz. El delantero fue incorporado en 2017 como una apuesta a futuro, pero las salidas inesperadas de Alario y Driussi lo hicieron titular de inmediato. No le fue bien al comienzo y recibió críticas: hoy es el máximo goleador de la era Gallardo. No hace falta explicar mucho más. El uruguayo llegó en el mismo mercado de pases (invierno del 2017), también tuvo su etapa de reproches desde las tribunas por sus rendimientos hasta lograr consolidarse y ser hoy una pieza clave para este River que llegó a su cuarta semifinal consecutiva en la Libertadores.

Es cierto que hubo casos que no se dio lo que Gallardo esperaba: Bertolo, Viudez, Arzura, Iván Rossi, Auzqui son algunos de esos ejemplos fallidos. Pero del otro lado están también Gonzalo Martínez o Milton Casco. Y en el mismo camino parecen encaminarse Paulo Díaz, Angileri y Zuculini. Por eso es válida la enseñanza que deja el Muñeco para saber esperar, darles el tiempo de adaptación a los jugadores y no dejarse ganar por el apuro de la sentencia rápida y condenatoria.