Gianfranco La Regina vive en Barcelona. Tiene 10 años y junto a su papá Eduardo -actor, comediante y hoy “indignado”- es argentino y fana de River. Ambos son miembros de la Filial River Plate de Barcelona. Eduardo respira, transpira, goza, extraña, padece y se desvela por la Banda Roja. Es autor de los spots más creativos que produce esa sede catalana. Su lema es: ¡Estamos lejos, gritemos más fuerte!
El sábado a la medianoche no pudieron dormir, como tantos de nosotros. Tanto es así que el domingo, para alivianar el dolor, se fueron a pasear hasta el paseo marítimo en bicicleta. Gian iba orgullosamente con su camiseta oficial de River Plate y Edu, con la de color negro con escudo de entrenamiento. En un momento, el niño se adelantó uno 10 metros y el papá escuchó que un grupo de gente que le cantó: “¡Se van para la B, se van para la B!”.
El nene se quedó paralizado, como cualquier chico frente a la intimidación de un mayor. Acto seguido, entró Eduardo en escena y el cantito se hizo más débil. Claro, el padre le clavó la mirada al tipo de la gastada y le dijo: “Dejame de hinchar las pelotas, me vengo del otro lado del mapa y encima me tengo que aguantar que los bosteros vengan a gastar a un pibe de 10 años…”.
No hace falta explicar que Gian, como todos los pibes de esa edad, vive con toda ilusión ser hincha de River. Por la distancia, no conoce el Monumental, porque vino cuando tenía casi 2 años de edad, pero no ve la hora de volver a su país para ir a la cancha. Eduardo siguió, estaba furioso: “Vos sos un tarado”, le dijo, y la respuesta del otro lado no tardó en llegar: “¿Pero vos sabes quién soy yo? Yo soy Novello”, le respondieron.
Era el Tano Novello, aquel que hizo dupla con Madurga en Boca, pergamino más que insuficiente para Eduardo: “A mí qué carajo me importa quién sos vos ¡Novello!… No-ve-lo pelotudo que es cargando a un pibe. ¡Andá a bardear a la concha de tu madre, descerebrado!”. Entonces, el canchero de Novello se comió los mocos y se tomó el raje.
Cuando Eduardo me contó la anécdota, pensé en los pibes de River que hoy están yendo a los colegios y están siendo víctimas de todas las cargadas. Es cierto lo que dice Serrat, “es imposible impedir que sufran”, como nos pasó a nosotros con aquél 2-4 contra Peñarol en Chile, que derivó en el apodo de Gallinas; o como nos pasó con el cumpleaños feliz que venía luego de cada final perdida, durante 18 años. Pero lo que sí está en nuestras manos es ejercitarlos desde la memoria.
He aquí un breve manual de instrucciones frente a las gastadas. Ellos deben saber hoy más que nunca que River ha sido el Campeón del Siglo XX, el equipo que ganó 33 torneos, el que más goles hizo, el que más jugadores le dio a la Selección Nacional. El equipo qué hizo un culto del juego frente a la trampa. El que formó por lo menos tres de los cinco jugadores más importantes del futbol Argentino: Di Stéfano, Carrizo y Passarella (los otros dos, fueron Maradona, de Argentinos; y Messi, del Barsa). El que tiene el estadio más lindo y más grande del país, ese que alberga a la Selección Argentina y donde el Gran Capitán levantó la primera Copa del Mundo para la celeste y blanca.
Deben saber que es el que tiene la hinchada más seguidora y fiel, el único tres veces tricampeón, el papá futbolístico de Racing, de Independiente y de San Lorenzo, y que cuenta con una mísera desventaja frente a Boca. Que River fue el que ganó un campeonato en el ’77 jugando todos su partidos de local en la cancha de Huracán. Fue el que tuvo al gran Angelito Labruna, autor de 293 goles en el fútbol argentino, una cifra ampliamente superior a la de Palermo. Que fue el que marcó una escuela y una identidad con equipos como La Máquina, La Maquinita, el equipo de Didí y el de Ramón.
El que llenó dos estadios exclusivamente para despedir a dos grandes ídolos como el Beto y el Enzo. El que tiene una cantidad de pibes impresionante que ilustran las calles del país luciendo los colores gloriosos, “en las buenas y en las malas”. Ese hermoso rojo y blanco, con matices negros y blancos, cubre la ciudad de tal manera, que no parece que River esté a punto de jugar la Promoción.
Esos mismos pibes que saben que aunque una camada de dirigentes, técnicos y jugadores nos llevó a esta situación, todo va a mejorar, y que a pesar de todo nunca van a abandonar esta pasión ni pondrán banderas negras. Tampoco se irán antes ni dejarán parte de la cancha vacía o usarán parlantes.
Ellos deben saber defenderse de las gastadas, tienen que conocer la historia de River y esa es tarea de nosotros, los padres, los hermanos. Claro que siempre puede aparecer algún salame grande que prefiera pasar un papelón frente a la familia, con esas canchereadas baratas que pueden terminar en una pelea gratuita. Algo que la honorabilidad de mi amigo prefirió evitar por vergüenza ajena y respeto a su propio hijo. Mejor fue el cachetazo de su respuesta, esa que le salió del alma: “¿Novello? No-ve-lo pelotudo que es cargando a un pibe”. Pibes, no olvidar el manual de instrucciones, River es El Más Grande, Lejos.