Caminé unas cuadras por la peatonal Florida, y antes de llegar al laburo me cruzo de frente a un pibe de 25-27 años que venía disfrazado entero de nuestros colores. Con el semblante preocupado, pero con una postura corporal firme y segura. Y ahí ocurrió un momento mágico, donde ni siquiera hubo que cruzar alguna palabra. Los gestos hablaron por sí solos y dijeron todo. Intercambiamos por un segundo miradas y movimientos de cabeza de arriba hacia abajo, y seguimos nuestros caminos diferentes. Me contagió el optimismo y la seguridad que él no creía tener, y estoy seguro que también fue viceversa.

El desafío del martes en Porto Alegre parecería más “sencillo” que aquel porque el resultado es más corto y cualquier victoria nos hace llegar mínimamente a los penales, pero siento que es doblemente difícil por la jerarquía del rival y las circunstancias. Revertir un resultado en Brasil contra el último campeón de América, frente al equipo que mejor se defiende en todo el continente y que sólo recibió un gol en Porto Alegre en toda la copa. Y sabiendo que en caso de superar el desafío hay muchísimas posibilidades que el otro finalista sea el clásico rival, y que eso significaría que se jugarán los dos partidos más importantes de la historia de ambos clubes.

Mirá toda la locura que tiene que intentar procesar nuestra cabeza en estas horas. Nunca imaginé que en mi vida como hincha iba a transitar por semejante reto mental, y afrontarlo es un delirio total de sensaciones. Por eso esta semana intenté adoptar la misma postura que el año pasado. Salir a buscar esas dosis en la calle. Con mis pares. Con los que con una mirada me van a entender y a contagiar. Para que sea más amena la espera. Para ayudarnos entre nosotros a que llegue más rápido el martes y se termine el calvario del sufrimiento cuanto antes. Para saber de una vez por todas nuestro destino.

Jugadores, si hay algo que saben es que son capaces. y que cuentan con el apoyo y la confianza incondicional de todos nosotros. Y la esperanza nace “sin la necesidad de vender humo”, como explicó tan bien Ponzio post partido de ida. Sepan que en las calles de todas los ciudades del país hay millones de hinchas de River que nunca se conocieron hasta ese momento y están intercambiándose señas y gestos en alguna esquina, creyendo plenamente en ustedes. Vamos que podemos. Claro que podemos.