El Más Grande es una auténtica máquina de primer nivel: goleó 4-1 a Temperley, obtuvo la octava victoria en sus últimas nueve presentaciones y llegará a siete puntos de su eterno rival para el Superclásico, con un partido pendiente.

Hay una catarata de adjetivos positivos para calificar a este River. Enumerarlos puede ser una tarea injusta, debido a que varios términos a medida quedarían en el olvido. Pero si es necesario resumir en pocas palabras lo que genera la versión 2017, inexorablemente se debe recalcar la mentalidad ganadora, el enorme nivel futbolístico que exhibe durante varios pasajes de los partidos, la cuota indispensable de sacrificio y el apetito voraz, insaciable para demoler a sus adversarios tanto en el juego como desde el punto de vista anímico. Es la Fórmula River.

El entusiasmo crece triunfo tras triunfo, porque ya no se resume en presentaciones. Este Millonario no se detiene, ni siquiera pese a la ausencia de Ignacio Fernández: lleva ocho victorias en sus últimas nueve compromisos. Hoy goleó, pero cuando no lo hace, igual vence a su rival con autoridad. Además de estar preparado para ser protagonista en cualquier cancha y frente al oponente que sea, sin distinción de zonas geográficas ni tablas de posiciones, River es capaz de presionar a la hora de recuperar la pelota. Y así fue como lastimó a Temperley hasta noquearlo a través de un 4-1 contundente.

Sin embargo, River no sólo presiona al rival de turno, sino que también presiona a Boca. Mientras el equipo que dirige Guillermo Barros Schelotto empató por tercera vez en sus cuatro partidos recientes, el conjunto de Núñez se acerca: está a siete puntos, aunque con un encuentro pendiente ante Atlético Tucumán, a disputarse el domingo 11 de junio. Lo cierto es que esta noche hubo una auténtica orquesta futbolística, de menor a mayor, pero siempre con el dominio del desarrollo, escalando poco a poco, utilizando la paciencia para manejar el balón y la voracidad necesaria al intentar recuperarlo.

Treinta y siete minutos le demandó a River la búsqueda del 1-0 (Lucas Alario abrió la cancha con Rodrigo Mora, que desbordó y lo asistió) y apenas cinco después sufrió el 1-1 mediante un golazo del lateral derecho Christian Chimino. La paridad de cara al descanso fue muy injusta en el análisis, debido a que la superioridad del Millonario quedó en evidencia durante toda la etapa inicial, con Leonardo Ponzio como eje en el medio y el peligro constante que causaron Mora y Sebastián Driussi por derecha e izquierda, respectivamente.

La revancha llegó en la segunda parte, cuando River demolió a Temperley. Primero encontró la ventaja nuevamente en el botín derecho de Alario, cuyo penal fue muy bien ejecutado, luego de una mano de Chimino frente a Gonzalo Martínez. La Banda sostuvo el protagonismo y le agregó mayor dinámica para derrumbar al Gasolero. Mostró un funcionamiento eficiente, reflejado en un 4-3-3 flexible, inteligente en lo táctico, mutante para quitarle algunas referencias a los rivales y voraz para que al sacarle la pelota el gol quedara ahí nomás: así apareció el tercero, Pity recuperó y le otorgó el pase gol a Driussi, que merecía su grito.

Fue tan abrumador el dominio que, por momentos, dio la sensación que el quinto tanto podría llegar antes que el cuarto. No hubo 5-1, aunque sí un 4-1 inapelable. Camilo Mayada, uno de los tres ingresados -los otros dos fueron Carlos Auzqui, de interesante despliegue, y Marcelo Larrondo, cerca del gol-, definió de gran manera mediante un derechazo para ubicar la pelota contra el poste izquierdo. La fórmula River sigue en carrera por el título en el torneo local y es furor internacional en la Copa Libertadores. Así llegará al Superclásico, pidiendo pista para acercarse a la punta.

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