El pasado viernes el Muñeco dio a conocer la nómina de convocados para el duelo ante Talleres por la fecha 21 de la Liga Profesional y en la misma incluyó a dos juveniles que habitualmente juegan en la Reserva, se trata de Franco Alfonso y de Joaquín Panichelli. Pero Joaquín no será el primer futbolista de familia Panichelli ya que hace años el que jugó profesionalmente fue Germán, su papá.

Germán Panichelli jugó en Instituto de Córdoba, también en Villa Dálmine y se destacó en varios clubes de Bolivia, en 1988 César Luis Menotti lo pidió para River y en plena pretemporada Panichelli se lesionó gravemente y tuvo que dejar la actividad profesional. Años más tarde se comenzó a dedicar a la escritura y tiene varias publicaciones, en una de ellas inclusive le dedicó un emotivo texto a Norberto Alonso para su cumpleaños.

Este sábado Joaquín Panichelli podría hacer su estreno oficial con el Manto Sagrado en la Primera División, el Muñeco lo llevará al banco de suplentes y dependiendo cómo vaya el partido podría llegar a recurrir a él. El número que llevará su dorsal es el 30.

La publicación de Germán Panichelli en honor al Beto Alonso

NORBERTO “BETO” ALONSO:

Detrás de esta foto hay una historia que me gustaría contar. Hasta los doce años en que yo viví en un pueblo, fui ferviente hincha de River, y mi ídolo máximo, el único que tuve en el fútbol, fue el Beto Alonso. Eran tiempos en que los ídolos eran ídolos de verdad, porque esos jugadores permanecían por muchos años en un mismo club y forjaban con los hinchas verdaderos lazos de afecto. Se televisaban poco partidos, a la mayoría los escuchábamos por radio y la imaginación era el motor de esos sentimientos tan profundos. Alonso está entre los cinco ídolos más grandes de la historia de River y para quienes no lo vieron jugar, era un jugador exquisito, un zurdo elegante, que parecía deslizarse por el campo de juego, con una excelente pegada, gran cabezazo y mucho gol. En esos tiempos, la vida privada de esas estrellas no estaba tan expuesta como en la actualidad, y a diferencia de esta época, en que los chicos se levantan y se acuestan con sus ídolos, que ven cómo desayunan, como entrenan, como se divierten, dónde no había tantos medios, ni existían las redes sociales, la vida personal de aquellos quedaba casi en el anonimato, como seres inalcanzables. Esa clase de idolatría era la que yo tenía por Alonso. A los trece años me vine a vivir a Córdoba y perdí la pasión por River, pero no por mi ídolo de la niñez, que se mantuvo intacta hasta ese momento que refleja la fotografía. En esos tiempos yo estaba dando mis primeros pasos como futbolista profesional en Instituto de Córdoba, y desde el mismo inicio del campeonato, sabía que en la décima fecha River venía a jugar a Alta Córdoba. Como a veces era citado para integrar el banco de suplentes y otras no, me desvelaba en todo ese tiempo, por saber que ocurriría en aquel partido. Era tal mi admiración por Alonso, que por momentos sentí, que si lograba sacarme una foto con él, estaban colmadas mis ambiciones como futbolista. El sábado, mi alegría fue enorme, cuando en el pizarrón dónde se anotaban a los citados figuraba mi apellido. El primer paso se había logrado. Pero los preparativos para esa foto habían comenzado el mismo lunes previo al partido. Me había contactado con Ricardo, el famoso fotógrafo de las canchas cordobesas, que vivía en barrio Alberdi, y lo había aleccionado para que esté atento al momento del encuentro. También había previsto conseguir un nexo, para que las chances fuesen mayores y no dejarlo a un fortuito pedido dentro del campo de juego. Ese nexo resultó ser nuestro preparador físico, que había trabajado en Buenos Aires y conocía a Alonso. Lo cierto es que el día del partido le insistí tanto al profe, que esperamos en el pasillo del estadio la entrada de los jugadores de River, con el objetivo de que me lo presentara. Eso hizo, le explicó de mi idolatría y de mi deseo de sacarme una foto con él, mientras yo, mudo de admiración solo asentía. Claro que le dijo que sí, pero yo dudaba que al finalizar el partido aún pudiera recordarlo, entonces antes de comenzar, me acerqué al banco de suplentes, ese día Alonso no había sido titular, y le recordé lo de la foto, y con una media sonrisa me dijo que sí, que al terminar la hacíamos. En el entretiempo con un gesto, al pasar por el banco, le refresqué la memoria, y debí resultar tan cargoso, que al finalizar el partido, Alonso, que había entrado a jugar, dio un giro y se vino hacia al banco a buscarme. Yo, que no había entrado, me había encargado de tener listo a Ricardo, que en una muestra de habilidad y profesionalismo, apuntó y no falló en el único disparo que realizó. Esa noche no dormí, y a los dos días, me fui hacia Alberdi, a la casa del fotógrafo, quien ya tenía listo el mural gigante. Lo traje en mis brazos con mucho cuidado, apretado contra el pecho, y luego de bajar del taxi y entrar a mi casa, permanecí más de media hora mirándolo en silencio, sintiendo esa rara sensación de que lo imposible solo tarda un poco más en llegar y que los sueños, a veces se cumplen.

PD: Cinco años después, el destino me lleva a jugar en River (aunque finalmente nunca jugué). Siendo yo un desconocido, y estando sentado en un vestuario repleto de estrellas, entra Alonso, que hacía muy poco se había retirado, y al cruzar su mirada con la mía me dijo “yo a vos te conozco, nos sacamos una foto en Córdoba, en la cancha de Instituto”. Me extrañó mucho que se haya acordado de mí y de la foto que nos sacamos, y que lo haya hecho, que aún lo recordara, además de alegrarme, mostró de manera cabal, lo insistente que debí haber sido para lograr la tan ansiada foto.

Hoy cumple años el gran “Beto” Alonso, y va en este relato, mi humilde saludo.