(Córdoba – Enviado especial) El volante marcó un golazo y dio la asistencia para un nuevo descuento. Fundamental para sostener las posibilidades de River hasta el final, fue un resumen de lo que pretende Gallardo de todo el equipo.
Llegó en silencio. Observado de reojo por buena parte de los hinchas, muchos creían que un nuevo ciclo sería otra frustración, más de lo mismo, como se utiliza fácilmente. Sin embargo, Nicolás Domingo demuestra fin de semana tras fin de semana que Marcelo Gallardo tenía suficientes argumentos para solicitarlo. Cada vez juega mejor. Cada vez justifica más su arribo tan accesible en términos económicos (4.900.000 pesos de resarcimiento Banfield) como útil dentro del campo de juego.
Esta noche, en Córdoba, el volante de 30 años la rompió. Pese a que no fue suficiente para que River pudiera rescatar una igualdad, él aprobó con creces. No sólo brindó un despliegue enorme, por momentos conmovedor e incansable, sino que además fue el jugador del Millonario que mayor riesgo le causó a Belgrano. Creer o reventar, tal vez, pero marcó un golazo para descontar a través de un derechazo desde afuera y también envió un centro frontal perfecto para que Iván Alonso le devolviera las esperanzas al campeón de América.
Lo cierto es que Domingo exhibió una tarea completa. Capturó rebotes, ganó pelotas divididas, distribuyó con criterio (careció de la eficacia que tuvo el lunes pasado, debido a que arriesgó en varias ocasiones para que la salida fuera veloz), fue agresivo en terreno propio y anticipó en campo adversario. De a ratos, una suerte de imán, capaz de que sus botines verdes hallaran una conexión con el balón. Así, fue el alma del equipo y, como si fuera poco, un buen socio de Andrés D’Alessandro en el inicio del circuito ofensivo. River perdió y duele, aunque Domingo genera entusiasmo.
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