Marcelo Gallardo vivió en Avellaneda una jornada más que especial. Es que el DT más ganador de la historia de River, si bien todavía tiene un par de encuentros amistosos por delante, esta tarde dirigió su último partido oficial en el clásico ante Racing. Luego de un  banderazo inolvidable y muy emotivo en el playón del Monumental, el Muñeco llegó al Cilindro de Avellaneda confiado, con una sonrisa y pulgares arriba. Bajó del micro y enfiló rumbo al vestuario visitante, donde terminó de ultimar algunos detalles tácticos y entregó la planilla con la formación inicial. Sorprendió con un 4-4-2, en el que Pablo Solari y Esequiel Barco fueron los extremos.

Antes del inicio del clásico, Marcelo Gallardo saludó a Fernando Gago y le deseó un buen partido. Más allá de la buena onda entre los técnicos, enseguida se metió en el partido y comenzó a dar las primeras indicaciones a sus futbolistas prácticamente desde el pitazo de Echavarría. Los primeros gritos del DT de River fueron para Milton Casco y Esequiel Barco, a quienes les pidió que se escalonaran tanto en ataque como a la hora del retroceso.

Marcelo Gallardo vivió gran parte del primer tiempo con las manos en los bolsillos y un semblante que transmitía mucha serenidad. Tal es así que a los 13 minutos se sentó y mantuvo una charla con Matías Biscay, analizando algunos movimientos a seguir. Pocos minutos después, volvió a ponerse de pie, esta vez para pedirles tanto a Miguel Borja como a Lucas Beltrán que se involucren más en la recuperación de la pelota.

Con el correr de los minutos, el Muñeco fue dejando esa serenidad inicial y comenzó a entrar en calor. A los 26 minutos, se acercó al cuarto árbitro para discutir por una falta sobre Agustín Palavecino desde atrás. El juez amonestó a Lolo Miranda, pero el técnico de River le remarcó que esa jugada era para expulsión. Pocos segundos más tarde, aplaudió la intención de Enzo Pérez de jugar un balón largo a las espaldas de Mena. No fue preciso, pero era la búsqueda de Gallardo: que su equipo jugara rápido para los extremos.

En el complemento River salió a jugar con otro diseño. Salieron Enzo Pérez y Pablo Solari e ingresaron José Paradela y Tomás Pochetttino. Palavecino quedó como una suerte de volante central, mientras que los dos que ingresaron se repartieron la conducción del juego. De entrada nomás hubo una advertencia para Andrés Herrera: le apuntó que no perdiera la marca de Carbonero, el jugador más desequilibrante de La Academia.

A los 10 minutos se produjo la jugada que abrió el partido: Pinola empujó levemente a Copetti y Echavarría no dudó en sancionar penal. El VAR corroboró que hubo falta y Matías Rojas cambió la pena máxima por gol. El Muñeco se volvió a sentar en el banco junto a Biscay se mostró molesto no sólo por la sanción del juez, sino también por el movimiento defensivo que dejó al delantero de Racing prácticamente mano a mano con Armani.

El último cuarto de hora de partido el Muñeco pasó por todos los estados de ánimos posibles. Se enojó ante algunas malas decisiones de sus dirigidos, hasta que llegó el gol de la igualdad a los 31 minutos en los pies de Borja. El DT aplaudió al colombiano y le dio un abrazo al borde de la línea de cal. De inmediato, le pidió a sus jugadores más concentración. Sin embargo, cuando el partido casi entraba en tiempo de descuento, el juez sancionó penal por una mano de Herrera largamente discutida. El técnico de River fue el más enérgico. Armani terminó atándolo y se llevó las felicitaciones de Gallardo, que reiteró el pedido de más atención. En la jugada siguiente llegó el segundo gol de Borja, el baldazo de agua en el Cilindro y el abrazo medido con sus colaboradores.

El final del partido lo volvió a mostrar sereno. Saludó a cada uno de sus jugadores, también a los futbolistas de Racing y a su cuerpo técnico. No hubo un festejo efusivo, pero sí una palmada y las felicitaciones para todo su plantel. Su última función oficial en el banco de River terminó con una victoria. Ahora, se vienen los amistosos y la despedida en Chile y Mendoza.