(Rosario – Enviado especial) Cuando River estaba más cerca de la goleada que de sufrir un descuento, Central achicó la distancia, reflexionó durante un corte parcial de la iluminación y alcanzó un 3-3 como consecuencia de la ausencia de respuesta colectivas del campeón de América.

Cuesta creerlo. Es difícil digerirlo. River tuvo todo para lograr una victoria gigante en Arroyito, digna del título continental que ostenta y frente a un adversario extremadamente calificado como Rosario Central. Y si bien es imposible desestimar los méritos del anfitrión, el conjunto de Núñez fue el principal responsable de pasar de una actuación casi excelente a ofrecer un montón de dudas. Un apagón futbolístico después de que varios reflectores dejaran de funcionar y detuvieran el encuentro durante más de cinco minutos, segundos después del descuento local.

Para rescatar hay poco. Había bastante, aunque se diluyó. En buena parte de la noche, el Millonario exhibió síntomas de un equipo copero -aun sin muchos nombres ganadores-, inteligente, tenaz, agresivo para la marca, veloz para las transiciones, sólido atrás, fuerte en el contragolpe. La apertura del marcador despertó el entusiasmo, el empate local de ninguna forma derribó la personalidad de todos y cada uno de los integrantes. El segundo fue un premio tanto a la perseverancia como la solidaridad colectiva. La velada iba por buen camino hasta el descanso.

Una amplia serie de adjetivos sirvieron para describir y catalogar la actuación de River en la primera mitad. Como si el equipo se hubiera sumergido en el Paraná, todos eran pirañas insoportables cuando Rosario Central tenía la pelota. El 4-1-3-2, en este caso con Leonardo Ponzio detrás de los delanteros para apretar la salida local, mostraba características para darle rienda suelta al sueño de seguir en la senda protagonista. No era para menos, el campeón de América daba la impresión de estar jugándose una final en Arroyito, un examen copero contra un adversario que representaba la medida justa.

Como si fuera poco, River controló al Canalla durante los primeros 20 minutos del complemento e incluso extendió la distancia en el marcador. Luego de un tiro de esquina, Ponzio capturó el rechazo de Pinola, profundizó con Gonzalo Martínez (uno de los responsables del 3-3 por cierto grado de displicencia en las réplicas), éste descargó con Milton Casco, el centro halló la cabeza de Alario y Marcelo Larrondo falló al intentar un despeje. El 3-1 tranquilizaba y hasta prometía ser un arma letal para cada contragolpe.

Sin embargo, River dilapidó mucho más que tres puntos. Cuesta creerlo, aunque hay forma de argumentarlo. Una mano tal vez mal sancionada a Leonel Vangioni, que fue de mayor a menor, permitió que el tiro libre ejecutado por Giovanni Lo Celso desde la derecha encontrara la cabeza de Larrondo. El interesante delantero de Central, formado en las Divisiones Inferiores de La Banda, ofreció el mismo repertorio que Alario, pero con otros colores. Minutos antes, Marcelo Gallardo, acertado en ese momento, armó un 4-4-2 ancho, con la entrada de Joaquín Arzura por Ponzio.

El descuento del Canalla llegó en un momento complicado. Un corte de luz parcial en dos torres de iluminación frenó ese aluvión local. Ideal para la reflexión y refrescar conceptos mientras el termómetro registraba 27 grados. Pasó todo lo contrario a la hora de retomar el juego, cinco minutos después: hubo un apagón futbolístico. Lejos de adelantarse y dar pelea en el medio campo, la iniciativa continuó vestida de azul y amarillo. Faltó la presión de la etapa inicial. Tampoco hubo suficiente reacción para los rebotes o desplegar un contraataque. Y cuando ocurrió, Mora se nubló, el Pity careció de determinación y muchos fallaron.

Entonces, como suele ocurrir, River pagó caro las chances desperdiciadas para lastimar. Parecía que aguantaría los embates locales. No pudo. Un envío frontal del lateral derecho Víctor Salazar sirvió para que Alejandro Donatti, zaguero devenido en punta ocasional, le ganara arriba a Jonatan Maidana y Vangioni no cerrara a tiempo ante Larrondo: 3-3. Un dolor inmenso que casi termina peor porque el autor de la paridad estuvo a punto de ser un héroe mayor en otra oportunidad. En cambio, el Millonario se fue con los bolsillos semivacíos. El punto carece de valor suficiente. Dejó al Más Grande prácticamente fuera de la lucha y con varias dudas a corto plazo.

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