Una nueva actuación decepcionante de este equipo que se encarga de confirmar, partido a partido, que no esta a la altura de lo que River exige y merece. Posíblemente estemos ante la peor versión futbolistica de los últimos 10 años. Del 2014 hasta hoy no nos tocó ser testigos de un equipo que juegue tan feo y transmita tan poco como el actual. El del 2022 no consiguió resultados pero tuvo jugadores a los que le sobraba jerarquía. El del 2016 no desarrolló un juego de alto vuelto pero era intenso y en esa temporada consiguió ganar una Recopa frente a Independiente Santa Fe y una Copa Argentina tras esa final memorable del 4 a 3 a Rosario Central. El del 2024 careció de resultados, rendimientos y figuras destacadas.
Nada para rescatar en Avellaneda
Vivimos otra jornada que nos enoja. Lo único positivo de la noche de Avellaneda fue que se terminó el año. Ahora tendremos el alivio por unos cuantos días de no ver a estos jugadores que nos hicieron transitar un 2024 realmente malo. Defraudaron contra Racing como lo hicieron a lo largo de toda la temporada. Es brava la combinación de apatía con mal juego. Es difícil competir cuando tus jugadores no tienen espíritu y con la pelota no generan ni resuelven nada. River ha sido un equipo sin atributos.
Falló en cada uno de los aspectos necesarios e indispensables para ser un equipo ganador. Se caracterizó por tener una marcada actitud pasiva, fragilidad en el roce físico, poca inventiva, escasa generación y nula resolución. Todo eso fue River durante esté campeonato. También lo fue en la Copa Argentina y en gran parte de la Copa de la Liga. Solo mostró algo distinto durante el camino en la Copa Libertadores. Tuvo carácter y personalidad hasta llegar a la llave semifinal con Atlético Mineiro donde defraudó toda expectativa creada.
Salvo Armani y el Pity Martínez, nadie estuvo a la altura en el Cilindro de Avellaneda. (Foto: Getty).
No hubo forma ni manera de enderezar la situación en todo el año. Demichelis no pudo y Gallardo tampoco. El Muñeco con toda su capacidad conocida y probada no logró torcer este rumbo preocupante que se observaba antes de su regreso. Desde el juego no pudo mejorar lo que recibió y en lo anímico tampoco logró imprimirle su sello e impronta. Anoche se vio a un grupo de jugadores apagados que parecían estar con más ganas de sus inmediatas vacaciones, que de ganar un clásico y meter a River en la Libertadores 2025 sin tener que depender de ningún resultado ajeno. Ni siquiera eso pudieron conseguir y ahora habrá que estar atentos a la suerte de Huracan en la ultima fecha.
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El primer tiempo fue un espanto. Fue una batalla desigual de un equipo como Racing, que hace de la actitud y el amor propio su principal bandera ante uno que trotaba la cancha. Juanfer hacia lo que quería ante la pasividad de quienes tenían que marcarlo. Roger Martínez se impuso en cada duelo físico ante Leandro González Pirez mientras que Maxi Salas sacó a pasear a Fabricio Bustos y Germán Pezzella en cada ataque. El mal desempeño del ex Independiente ya es habitual. Lo desconocido fue el nivel del defensor de la Selección Nacional quien jugó su peor partido desde su vuelta y terminó lesionado.
El resto, salvo Franco Armani, deambularon por el campo todo el primer periodo. Rodrigo Villagra desorientado y perdido. Maxi Meza no gravitaba. Santiago Simón inexpresivo y ausente. Pablo Solari discontinuo y demostrando que de cinco jugadas hace una bien, una más o menos y tres mal. Facundo Colidio intentaba sin éxito y Claudio Echeverri se despedía de esta camiseta sin poder mostrar en Primera todo lo muy bueno que se había hablado de él durante su etapa en inferiores. El técnico harto de todo esto metió mano y realizó trescambios para el segundo tiempo. En esos 20 minutos iniciales se vió lo mejor de River en el partido sostenido por Gonzalo Martínez. El Pity fue el mejor jugador una vez más de este equipo. Es lindo verlo pleno, gambeteador y con tantas ganas. El tema es el contraste con sus compañeros que no pueden equiparar el nivel de un tipo que estuvo 10 meses inactivo.
Villagra terminó jugando de defensor central por la lesión de Pezzella, otro síntoma del descalabro que fue River.
Las estadísticas tambien reflejan el olvidable campeonato que se cerró con derrota ante La Academia. De 27 partidos disputados solo pudo ganar 11. Y si repasamos los números de visitantes son aún más alarmantes: solo consiguió tres victorias en 13 encuentros. No hay manera de maquillar estos datos que describen con exactitud y precisión lo malo que fue el recorrido en esta Liga.
¿Y ahora?
Gallardo decidió no hablar tras el partido y es entendible. Una de sus últimas expresiones delante de los micrófonos fue que esperaba con ansias que termine este año para poder arrancar el próximo renovado y con otra energía. Estoy seguro que él mejor que nadie, sabe que no se pueden pasar por alto estos partidos y que de cara a ese inició de ciclo que pretende para el 2025 tendrá que prescindir de muchos futbolistas que cansaron y elegir bien a cada uno de los refuerzos que vengan a jerarquizar este plantel.
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Es posible que el Muñeco tenga mucha espalda y escasa urgencia para conseguir resultados. A diferencia de otros técnicos, su enorme y exitosa trayectoria le da margen y posibilidad de trabajar a largo plazo sin correr ningún riesgo. Nadie con sentido común y acertado criterio puede cuestionar la presencia del Muñeco. Es el entrenador que todos los hinchas deseaban y disfrutan tener. Aún así deberá convivir con la ansiedad del público millonario. Hay necesidad de valiosos triunfos que alimenten el corazón y de festejos importantes que alegren la vida. No los hubo en el último tiempo y por eso será difícil para la gente tener paciencia si el año comienza parecido a este que se está yendo. Hubo silbidos y reproches para este equipo.
El hincha de River se caracteriza por acompañar y apoyar pero tambien por pedir excelencia. En este club hay una exigencia muy grande y por ese motivo todo lo negativo que sucedió en este 2024 no puede ni debe volver a repetirse el futuro inmediato. River es enorme para convivir con decepciones y derrotas a las que nunca jamás hay que acostumbrarse.