Muchas dosis de impotencia nos invaden por todos los poros, una vez más. Porque independientemente del resultado final, donde perder contra un equipazo como Palmeiras siempre puede entrar dentro las cuentas, la sensación es que en los últimos años River tarde o temprano se va a pegar un tiro o hasta un cargador entero en los pies.
Y eso nos hace estar bastante podridos, porque sentimos que las condiciones y los contextos están dados para que se vea un salto de calidad y que las eliminaciones no sean siempre producto de desatenciones groseras y evitables en algún caso, en falta de actitud y personalidad en otros, o en una evidente inferioridad futbolística ante el rival en cuestión en los restantes.
En lo que respecta a la serie contra Palmeiras no se puede hablar de falta de entrega y de coraje porque el equipo estuvo a la altura en esos aspectos. Pero seguimos siendo mentalmente débiles en momentos calientes y de mandíbula fácil ante cualquier cachetada que viene con la mano lenta y anunciada, donde ahí aparecen esas dosis de inocencia que nos hacen parecer un equipo tan verde como la camiseta de los brasileños.
¿Qué le pasa a Gallardo?
Y vemos a un Gallardo torcido con demasiadas decisiones, sin la certeza interna de encontrar el camino correcto hacia una identidad y un funcionamiento como él nos tuvo tan bien acostumbrados. Llegando a la serie más importante y difícil del año sin una base sólida de equipo en pleno mes de septiembre, y dejándose llevar más por las buenas sensaciones de un partido para encarar el siguiente que por la convicción en la planificación del día a día y a mediano/largo plazo que siempre ha sido su fortaleza.

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Y un plantel que sigue mucho más bajo de lo que puede dar salvo grandes excepciones como por ejemplo han sido Maxi Salas y Lautaro Rivero en esta serie. El primero demostrando cómo se juega con el alma y sin dar una por perdida, y el segundo dejándonos tranquilos sabiendo que tenemos un central zurdo con un presente y un futuro del carajo por su valentía y su fiereza, y que si se lo propone jugará muchos años en la Selección Argentina.

River acumula decepción tras decepción a nivel internacional en los últimos años.
Quedar afuera contra Palmeiras en cuartos de final era un escenario demasiado probable y complicado de esquivar cuando vimos el sorteo de octavos y por cómo veníamos jugando todo el año. Lo grave sigue siendo que nos parezca inalcanzable el objetivo de aunque sea creer que podemos pelear con mejores armas contra las que hoy son potencias del continente.

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Estamos podridos
Vivimos con la sensación latente que en los partidos bisagra tarde o temprano la vamos a cagar, y esa es una desconfianza que cada vez nos oprime más por dentro y nos genera lejanía con el equipo. El primer tiempo en Brasil había sido soñado desde todo punto de vista y habíamos hecho lo más difícil que era meterles el gol rápido para alimentar nuestra confianza y empezar a lastimar la de ellos. Pero volvieron a aparecer los fantasmas de las distracciones que hubo en la ida y la película de terror empezó a reproducirse nuevamente en nuestros corazones. Estamos podridos de ver siempre el mismo final hace tanto tiempo aunque la trama y los motivos sean diferentes.
Pero no queda otra que dar vuelta la página rápido. Cerrar el 2025 con un título ganado y con el liderazgo de la tabla anual para garantizarnos otra final será la medida de mínima para empezar a ir sanando un poco de las heridas de una vez por todas y empezar a despertar. Por favor, River. Por favor.





