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Análisis: River vs. Barcelona, no alcanza con merecer

El equipo de Gallardo dominó claramente a su rival y mejoró respecto a partidos anteriores, pero pagó carísimo el impuesto a su falta de gol (rasgo que abarca toda esta etapa y no es novedad exclusiva de este año). Sin embargo, el entusiasmo choca contra decisiones como subirle el precio a la categoría de los adversarios de la Libertadores, privilegiar al individuo (Driussi) por sobre el colectivo y cambios difíciles de compartir.

matías muzio quinterno
ANÁLISIS | Esto es River, no alcanza con merecer
ANÁLISIS | Esto es River, no alcanza con merecer

Es innegable que River mereció despachar a Barcelona por un par de goles. Lo superó en todas las facetas del juego, menos la contundencia. Sin embargo, subirle el precio a las calidades de los rivales del grupo y circunscribir el análisis y el debate a lo que pasó anoche es hacerse trampa. También lo es privilegiar a un jugador sobre el equipo no una, sino dos veces durante un mismo cotejo. En síntesis: con merecer no alcanza. A River le falta bastante para seducir y convertirse en una estructura confiable.

¿River mejoró respecto a cotejos anteriores? 

La respuesta es claramente sí, sin soslayar a un Barcelona liviano como una pluma y a un piso reciente muy bajo. Mastantuono recibió más libertades y no ejerció de wing derecho full time, el mediocampo recuperó más alto y el rival no inquietó. El equipo exhibió más minutos de la famosa fluidez, no estuvo largo entre líneas y no se enamoró del centro. Incluso fue más inteligente en la elaboración. Le faltó contundencia y lucidez en la zona de fuego. El mereciómetro, ping pong, resultado moral o la etiqueta que usemos para detallar quién mereció ganar le da a favor y por un margen importante. Sin embargo, quedarse solo con eso es como ir en la búsqueda del tesoro con el 10% del mapa.

Mastantuono volvió a ser el encargado de llevar las riendas del juego en River.

Mastantuono volvió a ser el encargado de llevar las riendas del juego en River.

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Por qué pateó Driussi

¿Qué hizo mal el Más Grande más allá de la falta de eficacia? Boicotearse. Primero, al darle la responsabilidad del penal a Driussi, como si River fuera una entidad benéfica, cuando no existía prioridad y objetivo más importante que abrir candados en un partido de Copa Libertadores. Abrir candados, casual y causalmente, para un equipo que tiene menos goles que partidos jugados. Es como comprarse un Mercedes Benz para ir al supermercado de la vuelta de casa. Innecesario e inadecuado. Y no es hablar con el diario del lunes. Existe un combo ineludible en el fútbol para la buena salud de un equipo: aumentar la lógica y disminuir el margen de error. River hizo todo lo contrario. El “Millo” no está como para darse ese lujo. Ese acto solidario se potenció con el desarrollo del juego, con un Driussi irresoluto que no pudo sacar ventajas pese a que los centrales ecuatorianos le brindaron tiempo y espacio durante todo el match. Fueron cantidades mayoristas de permisos y licencias que el ex MLS no pudo aprovechar. Aún así, no derivó en el primer cambio, sino que permaneció exageradamente en el campo de juego y fue trasladado, con el ingreso de Borja, a cumplir la función de extremo izquierdo. Fue como tirarle nafta al incendio.

Si a todo ese cuadro de situación le sumamos que River tiene en su plantel a un futbolista que pateó el penal más importante en la historia de la Selección Argentina y que desperdició solamente uno en toda su carrera, resulta prácticamente imposible entender la decisión o el permiso. Si recayó en los futbolistas, faltó voz de mando desde afuera. Si fue idea del entrenador, choca de frente contra los antecedentes inmediatos y no tan inmediatos de River en la ejecución de penales (7 series perdidas en fila, 2 penales convertidos sobre los últimos 9) y la evidente necesidad de ganar, mejorar y convertir que arrastra este equipo.

Driussi erró el penal vs. Barcelona SC y River acumula tres ejecuciones fallidas en tiempo regular.

Driussi erró el penal vs. Barcelona SC y River acumula tres ejecuciones fallidas en tiempo regular.

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La pregunta se impone con facilidad ¿Si la idea es jugar con futbolistas que sientan más natural abrir la cancha, por qué insistir con Colidio o Driussi por izquierda y no con Subiabre, que al menos tiene el perfil a favor y cierta continuidad, conocimiento y empatía con la función? Se permitió que Driussi marcara la pole position por sobre la necesidad del equipo dos veces en el mismo encuentro: el penal y la cantidad de tiempo que permaneció en el campo de juego, aún en una geografía y tarea ajenas a lo que mejor hace. A lo del ex Austin se le debe sumar el ingreso de Simón, un futbolista que le aporta muy poco al equipo, que generalmente lo limita y que no tiene gol. Desde su ingreso, River pasó de ser un conjunto que al menos coqueataba con la victoria a otro sumergido en un letargo.

Gallardo decidió que Simón conviviera con Enzo Pérez y Castaño cuando River precisaba nutrirse con otra ambición, otra voracidad, otra presencia. En ese momento clave, el “Millo” agrupó en el mediocampo a un fubtolista con 6 goles en casi 150 partidos, a un volante central de 39 años sin vínculo con el gol desde alguna vía alternativa como puede ser la media distancia, la pelota parada, el juego áereo, etc, y a otro volante, el colombiano, que cuenta con apenas 3 tantos en casi 5 años de carrera. Un plus: el ingreso de Simón provocó que, por propiedad transitiva, saliera Montiel cuando entró Rojas y que el paraguayo recibiera, al igual que Subiabre, menos minutos de los que sugería el trámite del encuentro. Santiago terminó como una suerte de lateral derecho. River necesitaba ganar. Montiel ataca, defiende y ofrece mejor juego áereo que Simón.

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14 goles en 16 partidos 

Una racha, a veces puede linkearse a la suerte, para bien y para mal, pero estos 14 goles en 16 partidos no son casualidad, ni por contexto, ni por extensión de la muestra, ni por antecedentes en este mismo ciclo de Gallardo. Están asociados al volumen de juego, con alguna recuperación esporádica, espasmódica. Es la segunda vez que la estadística patotea con números tan preocupantes desde el regreso de Napoleón. En los primeros 15 partidos de esta segunda etapa del Muñeco, durante 2024, River también promedió menos de un gol por encuentro (convirtió 14). Por ende, es un problema de esta etapa del entrenador, que NO lo tiene como responsable exclusivo, pero sí como arquitecto. No es una mala seguidilla si se repite dos veces en menos de un año. De acuerdo a la información del especialista Silvio Maverino, estos 14 goles en 16 partidos representan el peor promedio de gol de River al inicio de una temporada en toda la historia de la institución.

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Otro punto que es difícil de soslayar es la necesidad de subirle la vara a los adversarios por la Libertadores en lugar de hacer foco en la mejoría interna individual y colectiva y en las variantes creativas que necesita el conjunto. Estamos hablando de 40 partidos en los cuales el buen nivel se cuenta con los dedos de una mano. Incluso parece no hacerse foco en falencias técnicas de algunos jugadores (Tapia ni siquiera fue al banco ayer, como para confirmar todo lo que se viene informando). Como citamos en la columna anterior, Universitario había convertido a su estadio en una fortaleza en el ámbito doméstico, pero sus números a nivel sudamericano son muy flojos. Algo similar ocurre con Barcelona, de una fuerte localía, pero con clarísimas dificultades en el escenario internacional como visitante. La entidad ecuatoriana ganó apenas 2 de los últimos 17 cotejos a domicilio por Libertadores, de los cuales uno fue ante El Nacional, también de su país ¿El otro? Justamente versus Universitario…

Volantes sin gol

Meza carga 14 partidos sin convertir. Lanzini marcó apenas una vez desde su regreso. “Nacho” Fernández facturó solo una conquista en el último año. El último gol de Aliendro fue en marzo de 2024. Galoppo había jugado menos de media hora en sus últimos 6 meses en Brasil y en River ya acumula varias lesiones. Rojas batió su récord de minutos contra Sarmiento: apenas 45. “Pity” Martínez, lamentablemente, registra más lesiones que partidos completos en los últimos años. La mochila más pesada es la de Mastantuono, un pibe de 17 abriles.

Si vamos a los delanteros, observaremos que Driussi firmó la red apenas 3 veces en los últimos 31 partidos contando esta etapa en River y sus últimos encuentros en Austin. Borja está preso de sus propios vicios futbolísticos y de un laberinto que el DT le edificó dos veces, pidiéndole ser lo que no es. Está claro que el colombiano es un jugador difícil desde el punto de vista emocional, que parece zigzaguear entre un ego complicado de clasificar y umbral de frustración bajo. Hoy pareciera querer estar en cualquier club, menos en River. Sabe que el entrenador lo tiene en el subterráneo de su carpeta de favoritos. Su lenguaje corporal, sus piletazos sin sentido, alguna patada de más… Aún con un gol cada tanto, todo parece transcurrir en una ruta de impotencia, hervida en sus propias limitaciones. Un lazo inmediato con la adversidad cuando las cosas no son al gusto y al estilo del cafetero. Y potenciada porque un error convoca a otro y aumenta la desconfianza.

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Borja

Si Gallardo tuvo dos veces a Borja (cuando lo pidió y ahora) y el colombiano no rinde, pero ya firmó casi 60 goles en River y facturó en buen promedio en casi todos los clubes en los cuales jugó, la primera pregunta debería ser si se lo ha estado aprovechando bien. Borja no es un futbolista de elite mundial, de lo contrario hubiera sido figura en Europa, pero, al  fin y al cabo, al fútbol se gana con goles y el colombiano es, del menú de delanteros riverplatenses, el que mejor cumple la tarea. Quizás el Mundo River se podría permitir pensar cómo potenciar a Borja para que vuelva a ser el delantero de casi un gol por partido en lugar de que, un equipo que lleva 14 goles en 16 cotejos, pretenda que ese goleador se reconvierta en un futbolista tan distinto a su esencia. El “Colibrí” pasó de ser casi una garantía de gol a un personaje que se ahoga en la misma pesadilla que creía haber dejado atrás. En muchos momentos se parece a un lastre y no a una probable solución. Es hora de que Gallardo y Borja tengan esa conversación definitiva para el bien de todo River.

Independiente del Valle triunfó en apenas 3 de sus últimas 19 visitas por Libertadores. Es bueno conocer el dato para cuando visite el Monumental. River deberá ir a Ecuador primero. IDV no goza de una actualidad que asuste y ya no cuenta con Kendry Páez, su elemento más desequilibrante. Como citamos en la columna anterior, tiene bastante menos que en años anteriores, igual que Barcelona. Perdió 5 de los últimos 6 por Libertadores cuando salió de su estadio.

Preocupa lo de River con los penales porque hasta las competencias domésticas de este año ofrecen esa posibilidad de resolución. Cuando algo se repite, es cualquier cosa menos casualidad. El cuerpo técnico, que muchas veces remarca que no es lo mismo ejecutar en un entrenamiento que en un partido, y tiene razón al respecto, al menos debería atender el problema. Y también apuntar a que el equipo ofrezca más variantes ofensivas. No se puede caer en “chapear” que se controló el juego ante rivales tan débiles. Eso es básico, obligatorio, lógico. Está a media vuelta de llave de abrir la puerta a la subestimación al hincha. Dominar la posesión y el control del juego contra Riestra, Sarmiento, Universitario es lo lógico.

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Ojalá pronto aparezca la contundencia. Le llevará tranquilidad al juego. Y el buen juego impulsará un mejor funcionamiento, que es lo que realmente necesita River. Ojalá que, cuando se encuentren buenas señales, se potencien. El año pasado, El Más Grande gambeteó un tramo similar al actual cuando construyó durante 3 partidos un ataque con 3 mediocampistas, un enlace y Solari y Colidio en la misma línea de ataque, sin wines. Un dibujo en feliz matrimonio con las características de los íntérpretes. Empatía futbolera y sociedades, que le dicen. En ese lapso, marcó 9 goles: 3 en cada partido. Luego, Gallardo decidió volver a su fórmula fetiche desde 2022. Hoy, River necesita mirarse en el espejo de esos 3 partidos y parecerse lo más posible. Tiene un antecedente cercano a mano.

El formato del torneo local, la categoría de los rivales por Libertadores y la trayectoria de Gallardo como DT aún abrigan la ilusión de que River repunte. Esperemos que suceda pronto. Hacer foco en cada partido, pero sin ignorar que el ciclo ya lleva 40 encuentros y luce más desilusiones que virtudes es el camino más saludable para encarar el futuro y mejorar. Que el árbol no tape el bosque.

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