(Paraná – Enviado especial) River perdió 1-2 frente a Patronato y lleva seis partidos oficiales sin victorias. Como si fuera poco, continúa lejos de ofrecer respuestas futbolísticas suficientes para aferrarse a la esperanza hallar tanto el funcionamiento adecuado como los resultados necesarios. La única esperanza es llegar hasta las instancia de los mano a mano internacionales.

River, ¿sos vos? Cuesta creerlo. Cuesta entenderlo. Este presente duele, provoca desazón. Es una pesadilla deportiva. Quedó lejos el 29 de febrero, cuando el campeón de América se impuso 1-0 sobre Independiente. Luego de eso el Millonario alterna entre empates y derrotas. Es cierto que nada sale bien, pero tampoco hay argumentos para que la balanza se incline a favor. El equipo se transformó en Deportivo Centro. Depende casi exclusivamente de ese recurso como arma principal. Y carece de inteligencia para explotar sus individualidades.

Esta noche en Paraná hubo un amague para entusiasmarse. Apenas permaneció en eso, un amague. Marcelo Gallardo al menos volvió a un esquema convencional, más sencillo de interpretar. Un 4-3-1-2 ordenado para abrir la cancha y moverse al compás de Andrés D’Alessandro. Aun así, faltó profundidad. La primera chance podría haber torcido el rumbo, aunque Ignacio Fernández elevó su volea, luego de un envío preciso de Rodrigo Mora. Una injusticia sancionada por Mauro Vigliano a instancias del línea Lucas Germanotta, después de una falta inexistente de Gabriel Mercado sobre Iván Furios, permitió que el arquero Sebastián Bértoli doblegara al debutante Augusto Batalla desde los doce pasos.

Otra vez a revertir un marcador adverso, eso que tanto disgusta al Muñeco. Sin embargo, Mora consiguió el 1-1 enseguida. El uruguayo ganó un tiro de esquina que D’Alessandro, avisado por Nacho Fernández, ejecutó pronto y de manera certera para que la Pulga definiera en el primer palo. Resultado acorde por lo ocurrido hasta entonces y con momentos de buen fútbol para River, que necesitaba mayor ingenio en los metros finales, pero aunque sea ponía la pausa para retroceder y enderezar el camino ante la ausencia de espacios.

El panorama, relativamente alentador de cara al segundo tiempo, fue un oasis en medio del desierto. Es que River asumió el protagonismo durante los minutos iniciales del complemento. Exigió a Bértoli. Pero todo se resumía en centros. Uno tras otro. Por un lado era bienvenido para poner contras las cuerdas a Patronato, aunque por el otro dejaba al desnudo la carencia de variantes para causar desequilibrio colectivo e individual en la zona de la medialuna y sus cercanías.

En cambio, Patronato tuvo más claro qué hacer. Consciente de sus limitaciones, construyó una localía fortísima, redujo el margen de error y empleó un 4-1-4-1 tan flexible que supo cómo sorprender para acumular gente en la resolución de los ataques. Aprovechó los huecos para buscar mediante contragolpes y manejar el balón con cierta comodidad en las inmediaciones del área hasta que alcanzó el 2-1 definitivo cuando Matías Garrido le ganó a Leonardo Ponzio para bajarle la pelota a Mauricio Carrasco, cuyo remate vulneró la floja resistencia de Batalla.

La media hora restante fue más de lo mismo para River. Centros y más centros, sin romper el cerrojo rival con una maniobra personal. Los cambios sirvieron de poco. Y, para colmo, uno de ellos fue la salida de D’Alessandro. El Millonario fue una y otra vez. Buscó de manera constante. Pero chocó contra Furios y compañía en cada envía. Muchas ganas, poco fútbol. Este presente duele. El equipo no obtiene una regularidad de juego ni resultados. Cuesta creerlo, aunque es la dura realidad. Todos los cañones y esperanzas apuntan únicamente a llegar hasta los mano a mano en la Libertadores para que aparezca el alma copera tan anhelada.

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+ Jugador x jugador deante Patronato

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