Nos llevó mucho tiempo volver a encontrar tres victorias seguidas de manera oficial en el ciclo Gallardo. Pero más tiempo aún tardamos en que esos triunfos se vean respaldados y justificados desde el juego. Después de aquel 0-0 apático contra Unión era difícil imaginar este presente, pero evidentemente el partido en Colombia empezó a marcar un quiebre.
El primer gran capítulo de esta historia se puede explicar en un detalle fundamental: el regreso de Rojas. El Chino acomodó en un abrir y cerrar de ojos las piezas del tablero del mediocampo, que fue la línea más irregular y menos confiable de River durante el semestre pasado. Se siente más contenido Ponzio en el auxilio, y en su devoción innata de ir a presionar arriba y poder sacar el equipo siempre para adelante. Se liberó Nacho, que ahora puede dedicarle más energías a la generación de juego y no tanto a correr de atrás a los rivales que le ganaban la espalda. Y creo que, más allá de su evolución individual, no me parece un detalle azaroso que el mejor momento del Pity desde que llegó al club se encuentre justamente ahora. Porque los volantes en general, y el equipo en consecuencia, vienen encontrando dosis de serenidad que contagian y aumentan la confianza de cada uno. Jugamos mejor, porque pensamos mejor. Y pensamos mejor porque generalmente Rojas es el que encuentra los mejores espacios, las mejores decisiones a la hora de entregar la pelota, y hasta los mejores relevos para recuperarla.
Y el segundo motivo de esta levantada creo que pasa por haber encontrado en estos 270 minutos la simpleza del orden. Las líneas más cortas. La presión alta y criteriosa, sin caer en el descontrol de quedar casi regalados ante cualquier pelotazo. Y el buen trato de pelota. Conseguir orden promueve a ir encontrando un funcionamiento. Y el funcionamiento promueve a que se recuperen de a poco esas señales tan positivas que hicieron grande a los equipos del Muñeco. Más allá de algún bache lógico, River empezó a recuperar la confianza para funcionar como un todo. Maidana y Ponzio aportan el coraje y la bravura. Martínez Quarta, la valentía. Nacho, las asociaciones permanentes. Pity, la gambeta. Driussi, el desparpajo y la confianza plena en sí mismo. Y Alario, la jerarquía.
Por todo esto logramos progresar, y de muy buena manera. Pero es solamente el primer gran paso hacia la búsqueda de poder volver a ser ese gran equipo confiable que todos estamos esperando hace rato. Necesitamos que Batalla mantenga la concentración que viene mostrando. Que los laterales aporten mucho más criterio y profundidad en la causa ofensiva, como lo hizo Casco en el gol del Pity. Y, sobre todo, que los tres grandes eslabones (Maidana-Quarta, Ponzio-Rojas y Driussi-Alario) se mantengan sanos desde lo físico para poder estar en cancha en los partidos más importantes del semestre. Si logramos congeniar ese cúmulo de factores creo vamos a seguir subiendo escalones, y que las posibilidades de cumplir los objetivos serán muchísimas. Caso contrario, considero que estaremos más expuestos a volver a caer en esa meseta de irregularidad de la que nos costó mucho empezar a salir.
Es momento, ahora más que nunca, de seguir dando pasos hacia adelante. Porque nada genera más intimidación y respeto que un equipo del Muñeco cuando empieza a agarrar confianza. Y sino preguntá qué piensan al respecto esos muchachos que tienen la bendita costumbre de ir a una cancha y perderse los últimos 15 minutos para que no los agarre mucho tránsito a la salida.
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