Un fracaso, eso es lo que es. River quedó eliminado en octavos de final de la Copa Libertadores luego de caer en penales frente a Inter de Porto Alegre. De manera inexplicable, el equipo cambió la actitud y nunca estuvo a la altura del partido en el Beira Río. Fallos individuales dentro del campo de juego, pésima lectura del técnico al costado de la línea de cal y ni siquiera la suerte ayudó en los penales. Un combo letal.
El semestre de River se fue a la basura en una sola noche. Desde el juego, no supo equilibrar ni dormir el juego, bajarle un poco el ritmo a la voracidad del Inter. Desde lo mental, un equipo que mostró demasiado temor ante un rival que ya había mostrado falencias en el Estadio Monumental. Combo letal y resultado a la vista, con responsabilidad de todos los actores.
En la bronca y el enojo del momento, se suma que es el segundo año en el que el Millonario queda eliminado en octavos de final de la Copa Libertadores, siempre por responsabilidad propia más que por virtud de los rivales. Y la tercera eliminación estrepitosa. Todos golpes durísimos de los que costaron levantarse.
En 2021, en cuartos de final, fue ampliamente superado por Atlético Mineiro en Brasil y cayó goleado por 3-0 en la vuelta después del 0-1 en la ida. En 2022 perdió con Vélez la ida en Liniers y empató 0 a 0 la vuelta en Nuñez. Más allá del análisis particular de cada caso, se desprende una misma tendencia: no dar la talla de visitante.
En una Copa Libertadores traicionera y en donde cada detalle cuenta, River siempre “se dio el lujo” de regalar los partidos de visitante y solo quedarse con la diferencia (o la buena performance) hecha de local. Martín Demichelis tuvo su primer gran tropezón y es el principal responsable de la eliminación. En un club inmenso como River, no solo alcanza el torneo local. A masticar bronca, barajar de nuevo y seguir.