Ganó River. El Monumental explotó de alegría con los goles de Miguel Borja que le permitieron al equipo dar vuelta un partido que se le había complicado demasiado y conseguir un triunfo fundamental para la clasificación. La noche no venía nada fácil. Durante un rato largo River coqueteó innecesariamente con la eliminación. Por eso tanto desahogo y tanta euforia en el hincha cuando terminó el partido y el triunfo por 2 a 1 era una realidad inamovible.

River provoca esto. Enojos y silbidos al final del primer tiempo. Euforia y aplausos al terminar el partido. El hincha se expresa según lo que observa, siente y vive. Y tenía razón tanto en el enojo momentáneo como en la alegría final.
River jugó confundido y mal el primer tiempo. Mejoró mucho y lo ganó bien en la segunda mitad.

Los 45 minutos iniciales fueron preocupantes. Era en el Monumental y ante un Rosario Central con suplentes. Teníamos la expectativa de pasar una jornada tranquila y sin sobresaltos, pero no fue así.

Un equipo equivocado y poco funcional salió a la cancha. Con un sistema que se repite aunque nunca rinde y que tiene a futbolistas en posiciones incómodas. El 4-3-3 (está vez fue 4-2-1-3 para ser bien precisos) es un sistema muy utilizado en el fútbol europeo. Hoy en día es el sistema de moda en muchos equipos, aunque siendo memoriosos de esta manera ya se jugaba en la década del 70 y 80. En aquellos años se hablaba de wines. Ahora se los denomina extremos. La verdad es que no importa demasiado cómo se los llame. Acá lo único importante es darse cuenta de que River no los tiene. Ni wines, ni extremos.

Demichelis insiste con poner a Solari y Colidio en posiciones que no sienten

Ya lo escribimos en varias columnas pasadas y lo volvemos a hacer hoy sin miedo a sonar reiterativo: ni Pablo Solari ni Colidio lo son. No sienten ese rol ni esa función. Por sus características, el ex Colo Colo puede imprimir velocidad por los costados, pero lo mejor que hace es cuando juega de punta, pisa el área y tiene el arco cerca. Colidio, en tanto, es segunda punta o falso nueve. Puede jugar atrás del delantero centro. Tiene manejo, maniobra y le gusta conectar por adentro. Lo que no tiene el ex Tigre es desborde, llegada al fondo, uno contra uno, si juega pegado a la raya queda encerrado y sin capacidad de resolución. Lo vemos todos.

Sin embargo, Demichelis insiste con ellos en esa función. No se critica el sistema. De hecho es válido para abrir la cancha y hacer ancha a la defensa rival que solo viene a refugiarse y ocupar espacios. El problema son los intérpretes. Y tanto Solari como Colidio rendirían mucho más haciendo dupla de ataque con Miguel Borja que jugando lejos y abiertos cada uno por su punta. No solo en este aspecto hubo fallas de armado.

Pablo Solari  no es extremo y juega incómodo cuando Martín Demichelis lo pone en esa posición.

Pablo Solari no es extremo y juega incómodo cuando Martín Demichelis lo pone en esa posición.

En la mitad de la cancha River salió a jugar sin un N°5. O al menos sin un jugador que tenga las características naturales de un recuperador de pelota. Nicolás Fonseca es más de armado, pase para adelante y juego, pero no de corte. Santiago Simón es 8. Lo mejor de él es cuando va por afuera ya que por adentro se pierde y no gravita. River no recuperó la pelota nunca. La mitad de cancha fue de tránsito total para un Central que recién encontraba oposición en la línea de fondo. Y hasta ahí nomas. Porque en ese período inicial de juego quedó demostrado otra vez que a River le hacen goles hasta los rivales que deciden no atacar. El equipo de Miguel Russo fue un ejemplo de esto en el Monumental, como también lo había sido Huracán la semana pasada en Parque Patricios. Equipos que no atacan pero igual convierten. Pará cerrar ese panorama oscuro de la primera etapa, River tenía a Sebastián Boselli jugando de lateral, pero sin funciones ofensivas y a Borja paradito en el área sin que le llegara una sola pelota. Esos 45 minutos iniciales fueron feos. Solo los arranques eléctricos del Diablito Echeverri generaban alguna ilusión, pero era muy poco para un equipo que hacía mal su trabajo ofensivo.

En el segundo tiempo se pudo ver un equipo de River lógico

¿Resultado de esa etapa? 0-1 al vestuario. El escenario de esos 15 minutos del entretiempo para los hinchas en las tribunas era hacer cálculos matemáticos y para Demichelis en el vestuario a desarmar lo que había armado. Por suerte las cosas cambiaron. Adentro Rodrigo Villagra para corregir lo de la mitad de cancha. Marcelo Herrera para darle un poco más de profundidad por derecha y así cerrarlo un poco a Solari. Ya parecía algo más normal y ordenado. Terminó siendo un equipo lógico cuando entraron Nacho Fernández y Esequiel Barco para conducir y potenciar el juego interno.

A River le hicieron bien los cambios que decidió el entrenador y el equipo a partir de eso creció en rendimiento y peligrosidad. Leandro González Pírez y Paulo Díaz empezaron a jugar en gran nivel y a sostener al equipo en ataque.

Central, ni metiendo en cancha a jugadores importantes, pudo tener una chance en todo el segundo tiempo. Mérito de los dos defensores y también de Villagra que cortaba, corría y recuperaba para que River tenga siempre la pelota en ataque. Echeverri se fue cansando y apagando, pero Barco se hizo cargo de darle una mano en la creación con su aceleración y gambeta para adelante.

Nacho fue clave para la remontada. Se puso a conducir al equipo, a conectar y clarificar con sus pases, entendiendo por dónde tenía que moverse y cómo hacer jugar a sus compañeros. Esta versión suya ingresando fresco y activo fue muy diferente a la que vimos en sus ultimas apariciones de titular. ¿Será la cantidad de minutos en cancha? ¿Será la posición que ocupó? Sea lo que sea, puede resultar algo muy positivo pensando en el futuro. No se es únicamente importante siendo titular. También se puede aportar desde el banco y contra Rosario Central, Nacho Fernández lo hizo. Y muy bien.

Nacho Fernández  mejoró a River cuando entró desde el banco de suplentes ante Rosario Central.

Nacho Fernández mejoró a River cuando entró desde el banco de suplentes ante Rosario Central.

Todo esto que marcamos permitió ver un River más ordenado y prolijo. Donde ya no era todo forzado y confuso. Empezaba a fluir, a crecer y de esa manera se cumplía con el otro requisito pendiente: darle la pelota a Borja. Asistirlo, alimentarlo, abastecerlo o simplemente meterle un pelotazo. Borja en el área es gol. Y recién en el complemento sus compañeros se dieron cuenta de eso. En la primera parte parecían ignorarlo. El Colibrí se fastidiaba y eso lo hacía salir de su hábitat natural. Por eso Demichelis le gritaba y le exigía no salir del área. Obedeció, fue paciente y cuando tuvo dos no dudó. Las aprovechó, las convirtió en goles y en tres puntos clave que en algún momento de la noche parecían imposibles.

A no jugar con fuego

River llegó a 24 unidades y tiene una gran diferencia de gol que le representa un punto extra. Con sólo empatar ante Instituto en Córdoba se meterá en la siguiente ronda sin depender de ningún otro resultado. Habrá que conseguir ese punto. Pará el River del primer tiempo puede resultar una misión difícil. Con el que terminó el partido se puede aspirar a algo más que ese empate necesario.

Estará en Demichelis y su cuerpo técnico detectar y confirmar lo que al equipo le sirve y lo que no. Lo que le da confianza y seguridad y lo que le genera confusión. Hay que achicar el margen de error. No se puede jugar con fuego todo el tiempo. Confío en el trabajo y la inteligencia del DT para evitar errores no forzados. Hay que intentar ser lógicos y buscar el sistema y los intérpretes acordes a lo que River necesita. Y lo que hoy necesita se parece mucho más al que le ganó el partido a Rosario Central sobre el final, que al que coqueteó con la eliminación ante el mismo rival durante todo el primero.