Marcelo Gallardo pasó de ser un jugador querido y respetado a un ídolo de River gracias a su enorme obra como DT. En estos cinco años alcanzó objetivos difíciles y superó cualquier expectativa posible -incluso las propias- al lograr la mayor hazaña de la historia del club: ganarle la final de la Copa Libertadores a Boca bajo todo tipo de condicionamientos y circunstancias adversas.

El 6 de junio de 2014, mientras la mayor parte de la atención estaba puesta en el inminente inicio de la Copa del Mundo, comenzaba en silencio el ciclo más exitoso de la historia de River. Y es necesario repetir la palabra historia porque Gallardo merece un enorme capítulo aparte, a la par de otros dos grandes próceres de la institución como Ángel Labruna y Norberto Alonso.

Para empezar a repasar semejante obra es indispensable mencionar el contexto que tuvo Marcelo al asumir porque debía reemplazar nada menos que a Ramón Díaz, campeón del Torneo Final 2014 y la Copa Campeonato de ese mismo año. La vara estaba muy alta. Había mucho para perder, pero fue ahí mismo cuando Gallardo, cuya única experiencia era dos años antes al frente de Nacional de Montevideo durante una temporada, demostró que le gustan los desafíos.

"Tenemos que enfocarnos sobre la base de que un equipo campeón puede ir a más", aseguró quien terminó siendo bautizado como Napoleón por el relator Atilio Costa Febre. "Se fue uno de los técnicos más ganadores del fútbol argentino, pero el que ocupa su lugar está con mucha energía e ilusión para posicionar a River en el lugar que merece", agregó, acompañado por Rodolfo D'Onofrio y Enzo Francescoli, el máximo responsable de su arribo.

Gallardo cumplió: puso a River en el lugar que se merece y potenció a ese plantel hasta ubicarle en un lugar de elite para la historia porque obtuvo cuatro títulos internacionales en un lapso de ocho meses: Copa Sudamericana, Recopa, Libertadores y Suruga Bank. Lo llevó a jugar nada menos que la final del Mundial de Clubes frente al todopoderoso Barcelona de Lionel Messi. Además, eliminó a Boca en dos competencias, aunque ese pico fue superado con el tiempo de una manera impensada.

Entre los deseos que puede pedir cualquier hincha del mundo estaría ganarle la final de un torneo a su eterno rival. A nivel local es algo que ocurrió varias veces, pero nunca había sucedido hasta el 9 de diciembre de 2018. Casi nueve meses después de vencer a Boca en la Supercopa Argentina llegó el momento que mayores palpitaciones le dio a la historia del fútbol argentino -de sólo escribirlo se despiertan los nervios-, la final de la Libertadores.

Contra la localía arrebatada, la desigualdad deportiva de permitir público de ambos equipos cuando esa situación no ocurrió en el partido de ida, un arbitraje que siempre se equivocó en favor del eterno rival, la llamativa ineficiencia del VAR en dos acciones muy claras y su ausencia en el banco de suplentes, Gallardo le transmitió un mensaje muy claro a sus jugadores y juntos consiguieron un triunfo épico. Hasta rompió una racha de 31 años sin que River diera vuelta y ganara un Superclásico oficial.

El Muñeco es lo mejor que le pasó a la historia de River. Es un elegido, el único en ganar la Libertadores como jugador y DT. Es el responsable de haber sepultado para la eternidad cualquier burla de la otra vereda. Es uno de los tres grandes ídolos e íconos de la historia del club. A cinco años de su asunción, forma parte de la historia y desde La Página Millonaria acompañamos el deseo de que Gallardo continúe mucho tiempo más, para toda la alegría de la gente.