Más de lo mismo. Ésa fue la sensación que a muchos hinchas de River nos quedó en la cabeza luego de un pálido empate frente a Lanús, en un partido de inicio de semestre donde más allá de las circunstancias difíciles que se vivieron en este 2024 desde lo futbolístico siempre existe un dejo de esperanza renovada luego de un parate largo y un mercado de pases. Pero más allá de algunas cuestiones aleatorias y más individuales que colectivas, el equipo sigue sumando saldo en el factor desconfianza.

¿Entonces en dónde se puede generar la ilusión de cara a todo lo que se viene hasta fin de año? Hoy por hoy la esperanza no está radicada propiamente en lo futbolístico, pero sí en cuestiones que tienen que ver con lo que significa el fútbol como suceso impredecible, y ésa es una de las tantas lindas contradicciones morales que nos regala este hermoso deporte.

A lo largo de todo el año venimos golpeados y seguimos en esa búsqueda de ganar un partido grande y de quiebre favorable que rompa con la monotonía y alimente la confianza necesaria para empezar a avanzar con pasos firmes en cualquier cancha. Y en la actualidad cercana ese único posible horizonte lo marca la serie frente a Talleres y nada más, sabiendo que la cruda realidad describe que Martín Demichelis no le ha encontrado la vuelta a un funcionamiento confiable y continuado desde la eliminación con Inter de Porto Alegre en agosto pasado hasta la actualidad, y por eso pareciera que estamos todo el tiempo esperando chocarnos de frente con un muro.

Pero también es cierto que una porción de esa leve ilusión se sostiene en este Miguel Borja que parece capaz de todo. Como si fuera un extraterrestre que afortunadamente no se contagió de la apatía futbolística, a su hambre de gloria y su carácter le ha sumado esa cuota de gol impresionante para rescatar al equipo de graves incendios, o para hacerlo ganar partidos una y otra vez.

Y esperamos además con ansias que por lo menos algunos de los refuerzos aporten nuevas herramientas futbolísticas y que se sumen a ese contagio que el colombiano lidera desde lo espiritual. Porque Felipe Peña ayer demostró en varios pasajes del partido que juega como el 5 de la historia de River manda. Porque Valentín Gómez puede con su talento equilibrar mejor la defensa. Porque Jeremías Ledesma es un muy buen arquero, y porque Bareiro y Gattoni llegaron con buenas energías y ahora deberán demostrar que también pueden ser alternativas confiables.

El desahogo que River necesita para empezar a despegar

Ojalá dentro de 30 días exactos cuando el árbitro pite el final de la revancha frente a Talleres en el Monumental estemos todos festejando la clasificación a cuartos de final de la Libertadores, con la certeza de que ése puede ser el puntapié hacia una levantada definitiva. Es un desahogo y un golpe de efecto que estamos necesitando como agua en el desierto, para que a partir de allí sí podamos alimentar la ilusión con cuestiones netamente futbolísticas para creer que podemos terminar el año festejando algún título.