El regreso de Juan Fernando Quintero es una de las mejores noticias de los últimos tiempos. Todos los hinchas estaban esperando este momento desde aquella maldita tarde frente a Independiente en la que se lesionó. Después de su gol en Madrid, tal vez el más importante de la historia de River porque fue el que dio vuelta la final, el colombiano no sólo heredó la camiseta número 10 que había dejado Gonzalo Martínez sino que en la cancha también había tomado el protagonismo que el Pity ostentaba. Al lesionarse, pareció que todo se ponía negro para el equipo de Gallardo, pero (como de costumbre) el DT volvió a reinventarse, apostó por Nicolás De La Cruz y el tiempo le dio nuevamente la razón.

Ahora el mediocampo de River sale de memoria, a pesar de ausencias de nombres pesados como el de Quintero y también el de Ponzio. Hay movimientos en el fondo, también suele cambiar el ataque, pero nadie duda de que Nacho Fernández, Enzo Pérez, Palacios y De La Cruz forman el cuarteto ideal para la zona de volantes. Entonces la pregunta se impone: ¿hay lugar para Quintero? La respuesta también sale sola: siempre hay lugar para los buenos jugadores. Entonces, otra pregunta se impone: ¿dónde?

 

Ahí está la cuestión. Es lógico que Juanfer se sentará en el banco mañana frente a Almagro y en los próximos partidos también porque debe sumar minutos de juego. Pero cuando esté en condiciones de pelear mano a mano con los actuales titulares, ¿quién saldrá para que pueda jugar el 10? Gallardo no se casa con nadie ni se guía por el peso de los nombres para armar el equipo. El colombiano se lo tendrá que ganar y tanto Nacho como el uruguayo deberán seguir sosteniendo su actual nivel si no quieren correr peligro de salir de los 11. Palacios también puede entrar en ese juego si el Muñeco optara por una propuesta aún más ofensiva, ya que JFQ no tiene tanto despliegue como el juvenil como para ayudar a Enzo en la recuperación.

Lo cierto es que habrá que darle tiempo a Quintero para que se reencuentre con el nivel que tenía al momento de lesionarse. Y cuando eso ocurra, Gallardo estará ante un problema de los buenos. El de la abundancia.