No habían sido días fáciles para River y en especial para Martín Demichelis después de la goleada sufrida en Brasil frente a Fluminense. Justo cinco días antes del primer supeclásico de Micho como DT del Más Grande se pegó un porrazo grande y aparecieron algunos cuestionamientos. Sobre todo porque los cambios que hizo en el Maracaná para intentar revertir el resultado terminaron siendo un boomerang y el final fue un 1-5 durísimo. Por eso, el técnico esperaba el choque con Boca de una manera muy especial.

Lo vivió con mucha intensidad: se lo vio conmovido cuando entró a la cancha y vio el marco que había en las tribunas mientras se dirigía al banco de suplentes. Luego, estuvo parado durante la mayor parte del encuentro, dando indicaciones y gesticulando permanentemente. El dominino de su River era notorio, pero faltaba concretar en el arco de Boca. Movió el banco en el segundo tiempo y hasta tuvo que recalcular sobre la marcha cuando estaba por salir De La Cruz por Suárez, pero Beltrán le pidió salir porque no daba más de una molestia en el isquiotibial derecho.

Y fue sobre la hora cuando llegó el momento de máxima tensión. El penal a Solari, la espera mientras revisaba el VAR y la definición de Miguel Angel Borja para poder desatar y soltar toda la tensión que tenía en su cuerpo. Demichelis lo festejó con los brazos bien abiertos hasta que apareció su hijo Bastián (que estaba como alcanzapelotas como ocurre habitualmente desde que su papá asumió en River) y se fundieron en un abrazo interminable.

Fue un desahogo para Demichelis, que enseguida tuvo que meterse en la cancha para intentar calmar a sus jugadores que estaban en medio de la pelea con los futbolistas de Boca. Llegó el pitazo final y en los festejos los ojos se le inundaron. No podía contener la emoción mientras miraba hacia el palco donde estaba su esposa Evangelina Anderson, sus hermanas, sus hijas y sus suegros, entre otros, y él apretaba el puño izquierdo y lo agitaba desde adentro del campo de juego.

La dedicatoria de Demichelis para su familia

“Veníamos de un golpe durísimo. Que te hagan cinco goles duele. No teníamos que perder la forma, la armonía, habíamos hecho hasta la expulsión de Leandro un grandísimo partido contra el mejor equipo de Brasil. Por ese lado quería enfocar a los jugadores para que no pierdan todo lo bueno que venían haciendo. Fluminense nos hizo sentir que estábamos equivocados. Se gana, se empata y se aprende. Es mi primer superclásico, es para mi familia que se bancó venir a la Argentina y veníamos de vivir una semana muy especial“, comentó el técnico millonario en la conferencia de prensa, con la voz casi quebrada.