Primero fue confirmar que Claudio Echeverri va a vestir la camiseta más hermosa del país por poco tiempo. Luego fue que la idea de los dirigentes de extender el vínculo que finaliza en diciembre de 2024 estaba cada vez más lejos de concretarse. Pero hay más…
Lo que sigue en tercer lugar es producto del combo de las dos situaciones: al no poder extender su vínculo y el jugador decidir no jugar en River más allá del 2024, hubo que armar el Operativo Transferencia en tiempo récord.
La historia es así
Las conversaciones con el Manchester City existen desde hace un par de semanas. Los dirigentes sabían que la renovación no avanzaba y la posibilidad de perder al jugador en condición libre era un escenario que los dejaba muy mal parados. Por lo tanto, que aparezcan millones de dólares en este panorama no caía para nada mal, aún cuando esto le pusiera fecha de vencimiento al “Diablito” en el Club.
El Mundial Sub 17, a pesar de lo que muchos creen, fue bueno para River. De no explotar en aquel partido de los tres goles a Brasil posiblemente le hubiese resultado todo mucho más sencillo al City Group para quedarse con el joven y sin tener que poner un solo dólar. La trascendencia mediática de aquella actuación despertó el interés de otros clubes europeos importantes como por ejemplo Barcelona y Benfica.
Esto le generó una competencia al City que no estaba en los planes cuando habían tomado contacto con el representante del jugador para saber cuáles eran sus pretensiones.
El riesgo de esperar al Diablito Echeverri
Aguardar ahora un año a que quede libre es una complicación. Significa un período de tiempo extenso y peligroso en el cual pueden perder al jugador. Por lo tanto, la idea es asegurarlo. Esperarlo es un riesgo y lo mejor es comprarlo ya. La entrada a Europa debe ser con la celeste del City y no con otra. Y ahí es donde River sale “beneficiado”.
Siendo el dueño del jugador por los próximos 12 meses, River puede negociar durante ese tiempo con cualquier otro club. Hasta podría decidir “colgar” al futbolista durante todo un año con las dificultades que un parate tan prolongado siempre le provocan al jugador. Todo empezó a tomar forma. Al City no le interesa el jugador para lo inmediato. Solo quiere asegurárselo para más adelante.
Lo que River quiere
A River esto le conviene para poder obtener un préstamo de 12 meses, disfrutarlo durante ése lapso y además tener un ingreso millonario por un joven de solo 17 años. Y este no es un dato menor. La cifra por el pase de un jugador de su edad y con un puñado de partidos no es común.
Si bien su talento es impresionante y su proyección parece no tener techo, aún debe crecer físicamente y madurar en su juego, para recién ahí comprobar si es o no esa estrella que todos imaginan. No seía la primera ni la última vez que un chico de tantas condiciones termina sin romper el molde una vez que crece y empieza a competir en Primera División.
Al representante del chaqueño, Enzo Montepaone, también le cierra y por eso ve con buenos ojos la venta. Su comisión en semejante operación ya la tiene garantizada. Evita involucrase en un conflicto enorme que le podría cerrar las puertas de River para siempre y además cumple con el deseo de la familia del jugador de dejarle dinero al club que tan bien se portó con ellos hace ocho años.
El gesto de River
Echeverri vino del Chaco siendo un niño. Su futuro en el fútbol no hubiese sido posible sin sus afectos presentes. Necesitaba a sus padres en Buenos Aires y River decidió apostar por ese chico del que todos hablaban maravillas. Alquiló un departamento para que toda su familia pueda vivir en la Capital. Algo que nunca antes se había hecho por un niño de esa edad.
También le dio escuela a Claudio y trabajo a los padres para que de esa manera el crecimiento, no solo futbolístico sino también humano se hiciera más amigable y menos traumático. Hoy, la familia valora todo aquello y por eso sostiene la idea de no irse libre.
La pata que falta en esta historia: el hincha
Eso sí, en toda esta historia falta una pata. La que habitualmente pierde y termina sufriendo: el hincha. Ese que solo quiere gritar goles y no le importan los dólares. Ese que goza con las gambetas que los jugadores hacen con su camiseta y no con la de los clubes poderosos de Europa.
Al hincha le gusta disfrutar de los pibes de inferiores con pasta de crack y le duele mucho cuando su club es apenas un trampolín a Inglaterra, España o Italia. Por eso la bronca genuina del viernes al escuchar la frase de Echeverri.
Casi que la alegría del título conseguido se esfumó tras aquella declaración. Porque para el hincha de River, “El Diablito” es la esperanza de nuevas conquistas. El orgullo de esa escuela futbolística que nunca se agota. El planazo de ir al Monumental para ver jugar a su crack.
Por eso el dolor y la decepción. Porque al escuchar tantas virtudes y elogios no hay quien no se haya entusiasmado con ser feliz gracias al fútbol de Echeverri. Y así como el jugador tiene derecho a elegir su futuro y como desarrollar su carrera, el hincha también tiene derecho a no aceptarlo. A no entender por qué deciden irse tan rápido y no quedarse un tiempo largo en el club que lo vio nacer.
El Burrito Ortega y lo que el dinero no puede comprar
Sumar partidos, conseguir títulos y llegar a ser ídolo antes de irse a triunfar al exterior. Ganar rápido en lo económico a veces es perder en otras cosas que el dinero no puede comprar: el amor de la gente. Por eso Ariel Ortega llegó a la bandera (por mencionar el caso más emblemático de los últimos 30 años de un crack de inferiores que se convirtió en ídolo).
Porque debutó siendo un pibe en el 91 y recién se fue en el 97 siendo ya un jugador consagrado. No estaba desesperado por su venta. Antes de irse jugó más de 200 partidos. Ganó campeonatos y la Libertadores. Era el 10 titular de la Selección, le llovían ofertas de Europa e igual decidía permanecer en el país porque su sueño era triunfar y hacer historia en el equipo del que era hincha. Y vaya si lo hizo.
Pero la gente deberá entender que quizás los tiempos cambiaron. Que ya no existen en los jóvenes ese deseo o desafío deportivo. Que la pertenencia no se valora y el amor por la camiseta pasó de moda. Hoy los chicos están chipeados para un pronto adiós. Porque eso le meten en la cabeza desde temprano y crecen con esas influencias. Su objetivo parece estar allá afuera y no acá dentro. Por eso no llegan a meterse en el corazón de la gente. Por eso no llegan a la bandera. Y por eso también es posible qué en River cada día sea más difícil y cueste más encontrar un Ariel Ortega.