Lucas Pratto atraviesa un momento de irregularidad. Más allá de haber asistido a Ignacio Scocco en el primer gol y ser partícipe en el segundo, no mostró un rendimiento satisfactorio en el desarrollo general del partido. Le costó insertarse exitosamente en el circuito de juego, falló en varios controles y tampoco logró reconciliarse con el gol, el problema principal.

Catorce partidos oficiales con la pólvora mojada lleva el Oso. Su último gol se remonta al 30 de mayo pasado, cuando hizo su aporte en el 3-0 sobre Athletico Paranaense. Desde esa noche festiva por la obtención de la Recopa Sudamericana, el panorama cambió radicalmente para el delantero de 31 años. Una lesión ósea por estrés en el sacro lo dejó al margen de la pretemporada, un factor clave en la pérdida de la titularidad.

El regreso de Pratto fue sin la energía avasallante que tenía para darle un plus al equipo en los metros finales. Y eso no sólo se vio reflejado en una menor intervención en los goles de River, sino también en su registro personal. Los números dicen mucho: además de los 14 encuentros de sequía, su racha negativa se detalle en 546 minutos sin gritos.

La cita del próximo martes contra Boca, por un lugar en la final de la Copa Libertadores, representa un lindo desafío para Lucas. Es muy probable que no le toque formar parte del once inicial. Un lugar en el banco de suplentes parece ser el destino del Oso, quien se ganó un espacio eterno en el corazón de los hinchas de River. ¿Logrará romper su maleficio en la misma cancha donde hizo un gol sacando del medio?