Sin Marcelo Gallardo. Sin la base titular. Sin funcionamiento. Y, valga el juego de palabras, sin Liga. River pasó una noche muy negativa en los 2.734 metros del estadio Rodrigo Paz Delgado. Perdió 3-0 y comenzó su participación en el Grupo D de la Copa Libertadores con un resultado tan adverso por la derrota en sí misma como por la diferencia de gol en contra.
Un derechazo muy bueno de Cristian Ferreira podría haber torcido radicalmente el rumbo del partido, pero pocos centímetros hicieron que la pelota diera en el travesaño en lugar de vulnerar el arco defendido por Adrián Gabbarini. Esa acción quedó marcada, sobre todo porque al minuto siguiente llegó el tiro de esquina de Junior Sornoza que Franklin Guerra aprovechó para otorgarle la ventaja a Liga.
La estrategia de River se derrumbó fácilmente. El 4-2-3-1 diseñado para esperar y lastimar de contragolpe no sirvió. Con la premisa de regular esfuerzos en la altura y acelerar cuando se presentaran las chances, hubo un condicionamiento extra que Matías Biscay, el DT ante la ausencia del Muñeco, mencionó con justa razón: el mal estado del campo de juego. Por supuesto que rige para ambos equipos, pero frenó cada réplica del Millonario, entorpeciendo lostípicos pases veloces al ras.
Para colmo, el debutante Franco Paredes, marcador central devenido en lateral derecho, sufrió la rapidez de Marcos Caicedo, quien le hizo el ‘2-1’ para que Luis Ayala enviara el centro que provocó el gol en contra de Bruno Zuculini. Volante de contención utilizado esta noche como zaguero, cometió el polémico penal que derivó en el 3-0 definitivo, ya con un jugador menos por la expulsión de Enrique Bologna.
Lejos de ser una solución, River no pudo sacarle provecho a la pelota parada a favor y pareció horrores cuando Liga ejecutó desde los costados. Si bien es cierto que el conjunto de Núñez tuvo posibilidades para achicar la diferencia, también podría haberse ido de Ecuador con un resultado más holgado. Los cambios no pudieron modificar el panorama y la derrota se consumó muchísimo antes de que el colombiano Andrés Rojas diera el último pitazo, poniéndole fin a una noche en la que todo salió al revés.