(Córdoba – Enviado especial) River sufrió demasiado con un equipo tan alternativo como inexperimentado y cayó 4-0 ante Talleres. Ninguno de sus jugadores con mayor rodaje estuvo a la altura de las circunstancias entre tantos pibes que hicieron lo mejor posible.
Antes de caer en cualquier crítica exagerada o completamente injusta, hay que decir que Marcelo Gallardo hizo lo que tenía que hacer: cuidar a los titulares para la revancha del martes contra Lanús porque así lo exigen tanto las circunstancias de máxima precaución para prevenir una lesión como la necesidad de tener enfocados a los principales protagonistas. Entonces, la decisión de poner un conjunto suplente era lógica, inevitable, sobre todo tomando en cuenta la enorme cantidad de bajas entre lesiones y suspensiones. ¿O acaso alguien podía imaginar un 0-4? Tal vez ni siquiera el más optimista de los hinchas de Talleres.
Aclarado todo lo anterior, la crítica debe caer sobre aquellos que debían respaldar a los más chicos a través de la serenidad y el ejemplo. Ninguno cumplió con la misión. Augusto Batalla falló en el primer gol rival cuando el 0-0 se asomaba como resultado parcial para ir al descanso. Iván Rossi, de buen inicio, terminó desbordado, pero a su favor hay que mencionar la colaboración insuficiente de Denis Rodríguez y Exequiel Palacios en el retroceso. Carlos Auzqui estuvo lejos de aprobar e incluso desperdició un mano a mano durante la igualdad sin goles, mientras que el colombiano Rafael Borré (22 años), con un centenar de partidos en el lomo y una temporada entera en Europa, brilló por su escaso aporte.
A los chicos de ninguna manera se les puede caer encima. Augusto Aguirre puso garra y dio lo mejor de sí, pero no es lateral derecho y, más allá de entender los conceptos, quedó expuesto. Kevin Sibille, Alexander Barboza y Nahuel Gallardo fueron de mayor a menor hasta sufrir la falta de fútbol que hubo en el medio campo. En ese contexto, Talleres, con toda la artillería, aprovechó su jerarquía y el desconocimiento de un River tan juvenil como alternativo para lucirse durante la segunda parte hasta llegar a un 4-0 categórico. ¿La diferencia? Cuando el Millonario estaba en partido, Guido Herrera respondió; en cambio, Batalla falló en un remate de Juan Ramírez, la figura de la noche, tras un pase certero del ecuatoriano Joao Rojas.
River padeció la mezcla entre inexperiencia (nueve jugadores Sub 23 entre los once iniciales), errores individuales como el de su arquero y la carencia de rodaje en un funcionamiento emparchado por la demanda de este momento. Lo poco que mostró el equipo de Núñez en la primera parte se desvaneció en el complemento. Nicolás De La Cruz estuvo impreciso y no supo hacer el pase a tiempo. La pelota parada tampoco fue solución. Lo propio sucedió en la búsqueda de media distancia. En el afán por hallar respuestas, el Muñeco hizo cambios, pasó del 4-4-1-1 del principio a un 4-1-4-1 sin regreso de los volantes externos.
Un golazo de Ramírez, un mano a mano de Marcelo Torres y un penal ejecutado por el uruguayo Lucas Olaza permitieron que Talleres ampliara la cuenta hasta hacerse inalcanzable en un lapso de 12 minutos. River entró en el desconcierto absoluto. Desde un arquero que nunca logra asentarse hasta un delantero sin peso ofensivo, pasando por una defensa juvenil y sin demasiado rodaje en la prácticas, además de ser víctima de la falta de ayuda de los mediocampistas, y una línea de volantes que no pudo manejar la pelota ni contribuir en el retroceso. El 0-4 fue la consecuencia de este Millonario que lleva cuatro partidos sin ganar en la Superliga, pero que el próximo martes nos va a ilusionar a todos frente a Lanús. Ahora también hay que decirlo, conociendo los antecedentes: no es una locura lo que hizo Gallardo.
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