River jugó un pésimo partido ante Independiente del Valle en el estadio Atahualpa de Quito, pero la culpa no se le debe atribuir a los 2850 metros sobre el nivel del mar sobre los que se disputó el encuentro.
Podría haber pasado en el llano, a 1000 metros o en Quito, donde River cayó sin excusas ante Independiente del Valle por 2 a 0 y comprometió seriamente su clasificación a cuartos de final. El equipo de Gallardo jugó mal, sin ideas, sin volumen de juego, sin intensidad. Y en eso, poco tuvo que ver la tan temida altura.
A los jugadores no se los vio cansados ni ahogados. Si bien hubo una merma física en el segundo tiempo, la misma no se le puede atribuir sólo a los 2850 metros sobre el mar de la capital ecuatoriana, sino también a un desgaste natural. Apenas existieron un par de jugadas, mínimas, en las que los efectos de la altura sí se hicieron sentir: un tiro libre de D’Alessandro en el comienzo y dos pases a Driussi, uno cerca del área, en los que la pelota no frenó como en el llano y el delantero no llegó a controlar. El campo de juego mojado también incidió en ello.
En definitiva, la altura no fue excusa. River deberá mejorar y mucho para lograr el pase a la siguiente fase.
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