Gallardo dispuso un esquema con cuatro defensores, tres volantes en el medio, dos sueltos y un punta, pero el dibujo fue flexible e incluso terminó usando un 4-3-3 luego de los cambios.
La actitud está por encima de cualquier sistema táctico. Marcelo Gallardo sabe que lo principal es tener una idea de juego y, basándose en sus preferencias, elige a los intérpretes que considera acordes. A lo largo de tres años, empleó diversas formas de posicionar a sus dirigidos y en más de una oportunidad, incluyendo esta noche, optó por modificar el tablero durante los partidos.
Tras dos semanas de trabajo en Orlando, el 4-3-2-1 se transformó en el esquema inicial, con los once titulares que actuaron ante Guaraní. Germán Lux, de mucha participación con los pies, tuvo delante a Jorge Moreira, Jonatan Maidana, Javier Pinola y Milton Casco. El medio campo presentó a Leonardo Ponzio como hombre de contención, acompañado por dos volantes internos: Enzo Pérez y Ariel Rojas, a la derecha e izquierda del capitán, respectivamente.
Lucas Alario fue la única referencia, abastecido por Ignacio Fernández y Gonzalo Martínez como responsables de la creación. ¿El resultado? Falta funcionamiento, algo lógico. Además, las circunstancias tampoco colaboraban con la causa porque el conjunto paraguayo ofreció combate en cada sector y, al igual que el Millonario, fue un equipo corto, dispuesto a recortar espacios, saltear líneas y evitar huecos riesgosos.
Más allá de Moreira y Casco, Pinola contribuyó con la salida desde atrás, aunque exhibió algunas imprecisiones al punto tal que Ponzio supo relevarlo a tiempo para impedir que Guaraní lastimara. En cuanto al circuito ofensivo, por momentos el Pity fue delantero. Sin embargo, a diferencia de Sebastián Driussi, quedó expuesto a la hora de recibir de espaldas porque su físico evidentemente corre en desventaja con relación a los defensores.
La entrada de Ignacio Scocco alteró el dibujo táctico. El ex-Newell’s se ubicó en el costado izquierdo del ataque en un 4-3-3, con Alario en el centro y Martínez a la derecha hasta que Carlos Auzqui reemplazó al número 10 en los últimos minutos.
El Muñeco, consciente de que River estuvo lejos de una versión satisfactoria, aseguró que el vestuario no fue una fiesta por la clasificación a cuartos de final de la Copa Libertadores. Autocrítico como siempre, al igual que sus dirigidos, es optimista de cara al futuro pensando en un rendimiento mayor. Por lo pronto, el 4-2-3-1 dejó para rescatar la identidad de siempre: una intención de tener el control del juego, ser protagonista y recuperar el balón rápidamente.
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