Cerrá los ojos. Llevá a tu cerebro al sábado 10 de marzo a la noche. Más precisamente al segundo previo a que vuele el córner que terminó en el gol en contra que nos dio el triunfo en cancha de Patronato. Todo era oscuro y tenebroso. Daba miedo en serio el clima de perdición absoluta que reinaba en el ambiente. Sólo pasaron 23 días, y hoy tenemos la mente casi en las puertas del paraíso.
¿Parece una locura, no? Fue como que Paraná nos despertó del coma, y el boca de Guillermo en Mendoza nos devolvió el alma al cuerpo. Estábamos pidiendo a gritos que el bocho nos haga un clic y se produzca el quiebre favorable para levantar el nivel y la confianza. Ahora sí, oficialmente, estamos bien de la cabeza.
De la cabeza del Pity. El gran estandarte futbolístico del momento. Alguien a quien reconozco que me cansé de criticar cuando en otros tiempos agachaba la frente y resolvía mal casi siempre o tiraba varios centros seguidos a los palcos, y hoy lo ves totalmente fino y maduro para resolver casi todo de la manera más pausada e inteligente. Y fue absoluto mérito suyo, por su perseverancia y su laburo día a día. De la cabeza de Pinola también, que cambió el chip y de a poco va encontrando la versión que mostraba en Rosario. De Armani por supuesto, que contagia de serenidad a los que lo rodean. Y de Ponzio y Maidana, claro, que resisten al paso del tiempo con la grandeza y la jerarquía que los caracteriza. Y del trinomio Mora-Pratto-Scocco, que cada uno con sus diferentes maneras de ayudar al equipo forman un complemento temible.
De la cabeza de todos. Que ahora, fortalecidos en la confianza, ante la primera adversidad o gol en contra muestran mejor capacidad de reacción, y recursos para dar vuelta partidos hasta de visitante. Que sacaron a relucir actitud permanente para recuperarla rápido en la presión, y que se empezaron a tomar con otra actitud los partidos de la Superliga. Y varios de los suplentes demuestran en la semana y en los amistosos que están a la altura, como Palacios y Borré. Y Lollo quiere empezar a asomarse, y Moreira que de a poco reaparece de las tinieblas. Y está la experiencia de Rojas, y la calidad innata de Martínez Quarta (más allá de su caída en el rendimiento). Después de mucho tiempo hay competencia buena en casi todos los puestos, y así ninguno se puede relajar.
Y de la cabeza del General, que otra vez se las ingenió para salir airoso del frente tormentoso. El Muñeco superó los síntomas de confusión, dejó de probar tres o cuatro equipos por semana, y encontró desde la esencia histórica de River la mejor de las llaves. Porque, si bien hay mucha flexibilidad y movimiento en varios jugadores, volvimos al querido 4-3-1-2. A las viejas y valiosas fuentes. Y ahí encontramos desde el buen trato de pelota las cartas para empezar a ganar partidos consecutivos con la autoridad que caracteriza a los equipos de Gallardo.
Ahora sí, desde aquel 10 de marzo donde arrancó oficialmente nuestro año (mejor tarde que nunca) podemos estar bien de la cabeza a una ilusión sostenida. Es cierto que será un punto muy negativo si no clasificamos a la Libertadores que viene por la vía del torneo, algo que casi es un hecho, pero teniendo en cuenta lo que fue el camino y cómo estábamos hace un mes, poder asegurar la Sudamericana sería algo casi milagroso. Y por otro lado es momento de aprovechar el envión futbolístico en una fase de grupos copera que puede ser traicionera si nos relajamos.
Sin dudas ganamos el partido más importante del semestre, pero llegó el momento de cerrarlo con la altura y la grandeza que mostramos estas últimas semanas. Sin jugadores que putean a la platea cuando meten un gol decisivo, ni técnicos que están tan dolidos que nombran todo el tiempo a su clásico rival. Porque si algo nos enseñó el mes pasado es que el fútbol es un deporte tan lindo que ni 500 días en la punta te pueden dar el paso a la verdadera felicidad.
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