River mostró dos caras totalmente opuestas y se llevó un montón de pistas de Ecuador. Entre la rebeldía y el espanto es un buen título para resumir la obra. El equipo de Gallardo firmó un primer tiempo tétrico en todos los sentidos: táctico, estratégico, individual, colectivo y anímico. El déficit excedió claramente al factor geográfico y a los recursos de IDV. En el complemento se recuperó plenamente en casi todos los aspectos del juego y hasta pudo ganarlo de no ser por un penal no cobrado sobre Mastantuono. Convertirse en una metáfora de Doctor Jekyll y Mister Hyde puede ser fatal en un torneo como la Libertadores. Algunos futbolistas están en alza y le empiezan a dar profundidad al plantel. Lo de otros es simplemente insostenible, por falta de jerarquía o por función.
Mi sensación inmediata post partido se cristalizó cuando vi el cotejo por segunda vez en un ejercicio habitual para profundizar el análisis. En un primer momento, no podía creer que se pasara de esa manera del desastre a lo esperanzador. El contraste fue irreal. Los invito a realizar esa tarea de revivir un encuentro sin estar atravesado por la incertidumbre de lo que va a suceder. Pocas veces observé una montaña rusa futbolera tan pronunciada.
Si lo lleváramos a una situación familiar, diría que lo de anoche fue como si River personificara a un niño que aterriza en su casa procedente de la escuela al cierre de un trimestre, con los nervios en pleno revuelo, envuelto en un cortocircuito emocional o una contradicción furiosa por llegar al hogar con notas tan disímiles. Varios 8 y 9, y también un montón de desaprobados. Más aún: con la misión de enfrentar el juicio y la reacción de sus padres, que hasta el momento no están nada satisfechos por lo que invierten en la educación de su hijo y el rendimiento evidenciado en el ciclo.
Luego de recorrer varias cuadras craneando cómo explicarle a “los viejos” esa convivencia entre buenas y malas noticias, el boletín de notas, dividido en un par de hojas, le ofrecía dos alternativas. La N° 1, presentar inicialmente la primera cartulina, lo cual tendría como destino el fin de la Play, las salidas, quizás hasta las vacaciones, y un boleto múltiple a profesores particulares. En síntesis: chau a cualquier escape recreativo por un tiempo importante. Eso fue el primer tiempo de River ante Independiente del Valle.
Fue así de malo. Sin excusas. Sin posibilidad de jugar con la geografía donde se disputó el partido comparándola con una materia imposible o las calidades del rival con la figura de un profesor demasiado exigente. Si ese niño, en cambio, optaba por exponer primero la segunda carilla de calificaciones, los padres se hubieran engañado al punto de creerlo potencial candidato a a abanderado. Esto último fue lo que ocurrió con el equipo de Gallardo en la etapa final, especialmente la última media hora.

Galoppo y Driussi, los goleadores en Quito.
River dibujó un primer tiempo nefasto en toda la acuarela de sentidos de este precioso deporte de la redonda. Se fugó con un 0-2 que, claramente, pudo haber sido peor. En el complemento, resucitó a pleno, más allá de una intervención clave de Armani. El entrenador corrigió, los que ingresaron demostraron empatía para dialogar en el mismo lenguaje futbolero que Mastantuono y la estructura se vio revitalizada en personalidad, en carácter y en dinámica. La ambición no solo fue una necesidad que patoteaba el resultado, sino una sinergia entre ese contexto y la personalidad de los encargados de revertirlo.

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Intentaremos decodificar a este River en el cual convivieron el título catástrofe (justificado) y un índice de rebeldía realmente saludable, especialmente en una competencia que está atravesada invariable e históricamente por esa característica.
LO MALO DE RIVER EN ECUADOR
La titularidad de Santiago Simón es insostenible. Quien precise de argumentos puede retroceder en estas columnas y encontrará una lista de lo que NO hace, tanto desde el juego como desde lo estadístico. No existe folleto explicativo sólido para el exceso de oportunidades que recibe y nadie se atreve a preguntárselo a Gallardo en una conferencia de prensa. Ok, todos sabemos que el DT, como líder de grupo, probablemente no lo expondrá, pero el comportamiento del periodismo al respecto ha sido al menos cuestionable. El medio se ha convertido en una fraternidad de aduladores con saludables excepciones por un lado, y en un cardumen de tiburones buscalikes que en lugar de consultar buscan atacar a Gallardo por el otro ¿Y si hablamos de fútbol? ¿Y si preguntamos por el juego?
Todos y cada uno de los mediocampístas a disposición ofrecen más rasgos positivos que Simón, cuyo “kit” de habilidades se resume básicamente a que pasa (o pasaba) bien la pelota a 10-15 metros y sin levantarla del césped. Simón no tiene gol, no pisa el área, no cuenta con la media distancia como amenaza, tampoco con la pelota parada, ni el juego áereo ni a favor ni en contra, ni es determinante por marca, personalidad o inteligencia táctica. Hoy no solo no tiene nivel para jugar en River: tampoco luce cualidades para ser titular en cualquier club de elite de nuestro fútbol. Es un jugador con más de 140 partidos en El Más Grande que ni siquiera han venido a pescar de ese outlet del certamen nacional que suele ser el fútbol mexicano, donde Paradela y Palavecino son cracks.

Simón volvió a desaprovechar otra oportunidad como titular.
Ayer, Independiente del Valle (un IDV pobre, como detallamos en columnas anteriores y profundizaremos en esta), hizo lo que quiso por el sector que “custodiaron” Simón y Bustos. Ambos tuvieron escenas dignas de película cómica de baja categoría. No se podía creer que el mismo gag (error no forzado, deportivamente hablando) se repitiera tantas veces. Y, en este caso, hubo responsabilidad de los futbolistas y también de Gallardo.
Bustos es un lateral con una colección de falencias evidente. Alguna vez lo dijimos en este espacio: un rasgo de madurez futbolera, tanto para hinchas como para los que luego nos dedicamos a analizar el juego, es entender el ABC de los marcadores de punta. Repito el ejemplo de aquella vez: Me encantaba Paulo Ferrari. Fue el “4” que más goles firmó con la casaca riverplatense. Con el paso del tiempo y buceando más en el juego, comprendí que también es el que más goles y chances de gol pavimentó para los rivales. Uno compraba el humo de sus escaladas sin masticar el daño que causaban sus falencias. Con Bustos pasa lo mismo.

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El ex Independiente no es fuerte en la marca, no ofrece juego aéreo en ataque ni en defensa, no tiene gol (ni siquiera a través del rebote o del cabezazo como supieron aportar Mercado, Rojas o cada tanto Montiel), no posee pelota parada y el nivel de sus excursiones promediadas por peligro para el adversario es claramente deficitario. A eso hay que agregarle que es un defensor que no suele tomar referencia de la posición de los centrales, se distrae y se hunde más cerca del arquero, habilitando a cualquier contrario. Ganarle la espalda no es difícil. Ya ha ocurrido, incluso, que más de un estratega rival determinara, ante desborde por izquierda de la defensa de River, colocar a un centrodelantero contra Bustos y no contra los zagueros ante las claras limitaciones del jugador con pasado en Inter. El combo lo completa el monto absurdo que se pagó por su pase en todo concepto, cercano a los 6 millones de dólares.
Gallardo no solo juntó a Bustos con Simón, sino que desprotegió los laterales del mediocampo cuando la principal virtud de Independiente del Valle es el juego por los costados, su receta fetiche, casi una rutina. Mastantuono y Colidio quedaron descolgados como extremos, forzados a recorrer una distancia en retroceso que luego limitaba a ambos como componentes ofensivos porque River achicaba hacia atrás, nunca hacia adelante. Un retrato del cambalache fue una jugada que Colidio pierde como “11”, sector en el cual está incómodo, y al tener a Aliendro pegado a Castaño, debió bajar casi 35 metros, en un lugar con altura, para correr a un rival desde atrás, cometerle falta y ganarse la amarilla. Lo mismo se vio del otro lado, solo que Castaño logró interrumpir el ataque de IDV luego de que Franco retrocediera casi 50 metros.
River adoptó una postura en exceso cautelosa ante un componente geográfico que es indisimulable, pero no determinante. Quito no es La Paz. Quito es más parecido a Bogotá. Y este Independiente del Valle está muy lejos de las versiones peligrosas y plagadas de talento juvenil que supieron convertirlo en un postulante a ganar la Sudamericana o a escalar hasta zonas de elite de la Libertadores.
Lo marcamos en las semanas previas para que un resultado no desdibuje los contextos. Este IDV tuvo que conformarse con reforzarse con Spinelli, un delantero que en sus últimos 3 clubes en el fútbol argentino (Argentinos Juniors, Lanús y Gimnasia) facturó apenas dos goles. Su circuito creativo engrana a partir de Juanito Cazares, un valor cuyo “prime” se evaporó hace rato y que prácticamente fue expulsado de Independiente. Y su principal revulsivo ofensivo es Zabala, un mediocampista que era suplente en Tigre.
La temporada continental pasada, el equipo ecuatoriano se vio favorecido por la siesta de Boca, que no registró a tiempo a sus refuerzos y disputó la ida de los playoffs de la Sudamericana con una formación claramente peor en cuanto a materia prima que la que dispuso River anoche. Desde el 2024 que el nivel de IDV para la escena internacional está en claro declive. En ese cruce contra Boca, al menos contaba con elementos de selección como Kendry Páez, Joao Ortiz, Moisés Ramírez o el juvenil Arroyo, vendido recientemente en una cifra millonaria. Aún así, no pudo ni hacerle cosquillas a un Boca que debió empezar el cotejo con Saralegui, un Milton Delgado sin el recorrido actual, Di Lollo, Mauricio Benítez, Julián Ceballos (no el Changuito Zeballos) y luego tuvo que recurrir a los juveniles Mendía o Dalmasso.
El “temible” Independiente del Valle ganó apenas 3 de los últimos 6 partidos como local por la Copa Libertadores. Y esos triunfos fueron ante Universitario, Liverpool de Montevideo y un San Lorenzo que se caía a pedazos y que luego de esa derrota eyectó a Insúa. Palmeiras fue allí y ganó. Y hasta Deportivo Pereira de Colombia capturó un empate sin mayores esfuerzos. Por ende, valoremos la reacción de River ante el 0-2, pero no sobrevaloremos las calidades del rival. Rumbo al cruce con el mismo adversario en el Monumental, se ofrece la siguiente hoja de ruta: los ecuatorianos ganaron apenas 1 de los últimos 10 encuentros de visitante por Libertadores. De esos 10, perdieron 8.
El nivel de los centrales de River fue flojísimo. Me preocupa más el de Pezzella, que por una cuestión de currículum y jerarquía a través de su carrera es el que más chances recibe. Duele ver a Germán, especialmente desde su rendimiento físico. La variante de temporizar en retroceso ante avances rivales solamente lo expone más porque pierde duelos incluso en espacios reducidos que antes dominaba con suficiencia. Llega tarde a los cruces, los adversarios lo mueven fácil, no tiene confianza para conducir. Ayer, todo el lastre que provocaban Simón y Bustos se potenciaba en que Pezzella no llegaba a salvar esos errores y jugaba cada vez más cerca de Armani, posibilitando que IDV perforara casi sin esfuerzo hasta las narices del arquero de River.
González Pirez no es un sello de garantía, y si bien su partido no fue para destacar, hoy, desde lo físico, brinda mejores respuestas que Pezzella, por lo cual Gallardo no tendrá una tarea fácil para elegir al acompañante de Martínez Quarta, si es que Paulo Díaz no llega al superclásico.
La primera experiencia full time de Castaño como mediocampista central no fue agradable, indivisiblemente de la colección de defectos tácticos del equipo en el primer tiempo. El colombiano pasó la línea de Aliendro y Simón sin sentido en varias oportunidades y le costó entrar en tiempo y distancia a la zona de los centrales para formar un triángulo que reforzara el área propia. No voy a machacar en el apartado de la distribución y administración del juego porque el desastre posicional que fue River en el primer tiempo hubiera limitado las líneas y opciones de pase verticales de cualquier volante central.
En todo caso, bien vale preguntarnos si un mediocampista con buen trato de pelota y movilidad, pero con mapas de calor con alergia a las áreas, al menos por ahora, y sin gol ni una visible voracidad para recuperar la pelota puede costar lo que se pagó por el colombiano, aún cuando se transforme en una pieza clave de un equipo protagonista en la elite competitiva sudamericana.
Por último, otro pasaje habitual en estas líneas: ¿Cuáles son los fundamentos para que Colidio arranque por izquierda, a veces, incluso, tan alejado del circuito que pareciera camuflarse con los alcanzapelotas y los carteles de publicidad? Facundo es un jugador creativo con una educación futbolera en la vereda de enfrente como 9 de juego, entrando y saliendo, con el panorama completo de la cancha a su favor.
La raya solo lo limita, expone su déficit con la pierna izquierda, lo lleva a recibir mucho de espaldas (la debilidad ante el roce es un gran problema en su juego) y hasta expone su falta de atención para algún retroceso. Más centralizado se asocia más naturalmente con Mastantuono, mejora su cuota de relación con el gol y hasta se prepara y prepara mejor al equipo para la presión. Interpreto que Gallardo lo pone allí con una carga más defensiva que ofensiva, aunque parezca raro. Lo entiendo, no lo comparto, pero tampoco se lo preguntan en conferencia. Lo entiendo porque el DT quizás cree que es la mejor manera de ocupar espacios ante posesión rival y porque no confía en las piernas y la voracidad de los volantes. No lo comparto porque creo que hay otros jugadores más aptos para ejercer la función y porque, además, se pierde lo mejor de Colidio.
LO QUE ENTUSIASMA
Las correcciones estratégicas rápidas y la rebeldía son un binomio fundamental en el fútbol ante contextos adversos. Un departamento depende del entrenador y el otro de los jugadores. Ayer, River rescató un empate (y hasta pudo haberlo ganado) porque se armonizaron esta suerte de letra y música de la redonda.
Gallardo ejecutó en tiempo y forma las variantes y les asignó roles acordes a lo que pedía el partido. El Más Grande se transformó en un equipo más dinámico pese a que supuestamente debió suceder lo contrario por el factor altura y el desgaste ¿Las razones? A partir de las características de los intérpretes, empezó a correr más la pelota que los futbolistas. Los pases tuvieron valor agregado. El equipo fue más corto. Ante pérdida, achicaba hacia adelante y no retrocedía ampliando la oferta de maniobra del rival, dándole tiempo irrisorio como en la etapa inicial.
Un esquema, por sí solo, no representa una solución, ni es la verdad absoluta. De lo contrario, todos utilizarían el mismo. Un equipo puede ser más profundo con un punta que con tres porque todo está asociado a la idea, a las características propias, a las fortalezas del rival y a la actitud. Anoche, River empató por una combinación de todas ellas. El esquema no cambió demasiado, sino la comunicación a la hora de hilvanar juego.
Mastantuono volvió a lustrar su credencial de líder desde creación y la intención. Asume riesgos, juegue en el Monumental o en Guantánamo. Obviamente, el rendimiento hará zigzag porque todavía no cumplió los 18 años y es el eje de un equipo que recién hace 2 o 3 partidos que empezó a nutrirlo de otra manera. Anoche fue uno de esos episodios con pocas sonrisas, con un Franco exiliado la mayor parte del primer tiempo sobre la raya y expuesto a una asignación defensiva que le erosionaba piernas para construir. Lo más productivo que produjo en ese lapso fue una asociación con Driussi en la medialuna que terminó con un remate cerca del poste izquierdo del arquero rival. De esas, debería tener varias por partido, pero aún falta mucho para que el equipo lo ayude al nivel que necesita. Hoy, no cuenta ni con mediocampistas llegadores, ni con una doble punta más neta desde el arranque.
Gallardo corrigió eso en el ST y Mastantuono liberó su mochila porque Nacho Fernández fue un socio y no un impuesto como Simón. Lanzini tiene mejor relación histórica con el sector izquierdo que Colidio y se tomó pausas que el ex Tigre no suele interpretar, además de sumar cambio de ritmo. Galoppo pisa el área por ADN. Lamentablemente, se lesiona demasiado, pero el gol es su sexto sentido y la intuición en la zona de fuego cotiza en oro. Galoppo siente el rebote, siente picar al espacio, olfatea el error rival.
En las últimas fechas, River desbloqueó, aunque sea mínimamente, la crisis de gol de sus mediocampistas. Se repuso anímica y futbolísticamente de un primer tiempo desastroso. Convirtió más de un gol por partido. Driussi se reencontró con la red. Son detalles que, juntos, adquieren una forma de respaldo que permite encarar lo que viene con menos cruces en el casillero de las dudas y de las deudas a levantar, que aún son muchas. River perdió un solo partido en el año, pero el funcionamiento está lejos de contraer matrimonio con ese dato.
Anoche, asustó y sedujo. Considero que se venía registrando una mejoría (nada para enamorarse) en las últimas 3 semanas y que es importantísimo que algunos jugadores que no están para ser titulares, caso Nacho Fernández, sí puedan ofrecer media hora en buena forma. Eso le da profundidad a un plantel erosionado por las lesiones, un alto promedio de edad y decisiones de mercado cuestionables. Creo que Gallardo está a dos o tres movimientos, entre nombres y funciones, de encontrar un equipo que nos pueda dar más sonrisas que disgustos. Ojalá, ante Boca, terminemos la obra con aplausos.