Marcelo Gallardo es el entrenador más importante de la historia de River. Lo fundamentan títulos y contextos. Se subraya en páginas gloriosas e imborrables. La chapa brilla en copas y también en ese maravilloso intangible denominado identidad. Lo sostienen el cuánto, el cómo y el ante quién. El ingreso al Monumental lo saluda con su propio monumento. Ese legado no se va a evaporar nunca. De ninguna manera. Pero, aunque duela, es tiempo de remover la tierra que hay debajo de la alfombra. El DT se viene equivocando y hace rato. Excede a este 2025.
Ver debajo de esa alfombra es la única manera de hacer un chequeo integral y saludable. El acierto o el fallo en el penal de turno para decidir una copa nacional tirada de los pelos no es el punto. El problema no es si se perdió ese trofeo. El problema es que los equipos de Gallardo juegan mal hace mucho tiempo. El DT no puede quedar exento de la crítica solo por su condición de ídolo. No se trata de un mal arranque de año. Ni siquiera de 33 partidos que ya lleva esta etapa (sí, 33). Se trata de casi 3 años en los cuales el entrenador tiene más tildes en el casillero de los desaciertos que en el de las cosas positivas. Y el déficit va más allá de los diseños de los partidos.
Suena muy duro, pero se plantea con el mayor de los respetos, por eso la apertura de la columna. Esto no pretende ser una solicitada de fin de ciclo, ni una paparruchada por el estilo. Tampoco pararse en un pedestal ante un prócer del club. Es, simplemente, un análisis que intentará respaldar, con argumentos y datos, que Gallardo es uno solo, pero que también es otro desde hace varias temporadas.

Gallardo no le encuentra el rumbo al River versión 2025.
¿Puede revertirlo? Claro que sí. Es uno de los capitanes de grupo más autocríticos en un ambiente de extrema vanidad y ego. Sus equipos ya estuvieron aquí y nada menos que en 2018, en la previa a la Supercopa Argentina, cuando el nivel era subterráneo y dibujó post consagración ante Boca la mítica frase: “Jugar mal era parte de la estrategia”. Confesión e ironía. Las dos cosas. Ese año comenzó pesímo. El juego no susurraba ni la más mínima esperanza. Y la campaña culminó con felicidad eterna. Ni hace falta aclarar cómo.
Está el Gallardo de la época dorada en vitrinas y verde césped, pleno de voracidad, y está el Gallardo que vamos a analizar, con alguna excepción como la Liga 2021, pero con un patrón donde la confusión marca la pole position. La ambición quedó solo en la palabra y en lo que sale de la caja fuerte de la institución para cerrar incorporaciones. La cantidad de partidos en los cuales el equipo no jugó a nada es frustrante y va más allá de las explicaciones tradicionales como dureza de la pretemporada, rivales defensivos, estados de los campos de juego, adaptación de los refuerzos, etc. El funcionamiento se estacionó muy lejos de la exigencia que este escudo representa.

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El período incluye Arabia Saudita. Y alguno dirá qué tiene que ver Arabia Saudita con River. Con River no, pero con Gallardo sí, y lo termina impactando por propiedad transitiva. La carrera de un entrenador es indivisible. Se nutre de sus aciertos, de sus errores y de sus rachas. Así como la confianza llama a los buenos resultados y las buenas decisiones, las decepciones instalan dudas. No prestarle atención es dañino. No incluirlo en el repaso es hacerse trampa y poner al póster por sobre la camiseta.
Dolerá en el alma, porque todos tenemos ídolos y los defendemos más allá de lo lógico, pero nadie es más importante que River. Nadie. Todos sentimos debilidad por nuestros emblemas Nos resistimos a observar errores, a interpretar decadencias de jugadores. Me pasó a mí, les pasó a ustedes, les sucederá a las próximas generaciones, pero lo cierto es que nadie, absolutamente nadie, es más importante que River. Por ende, no debemos agarrarnos la cabeza por decir que el mejor de nuestra historia no es perfecto y comete errores. Es saludable buscar respuestas a partir de eso.

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ESTE GALLARDO Y LA ELECCIÓN DE LOS REFUERZOS
El primer ítem del ejercicio es la selección de los jugadores. Desde 2021 -año en el cual se comenzaron a ver sombras pronunciadas- hasta finalizar su primer ciclo, el DT de River aprobó la contratación de 19 futbolistas, de los cuales 16 ya no están en el club. Citamos una importante cantidad de incorporaciones y pasaron apenas 4 años y monedas. Y, no, no se fueron porque “la rompieron”.
Así como Napoleón fue el arquitecto de equipos cuasi sinfónicos y acertó plenos con Alario, Pisculichi, Quintero, Borré, Scocco y varios más, también es quien desde 2021 solicitó a Paradela, Palavecino, Fontana, Vigo, Herrera, Pochettino, González Pirez y Elías Gómez. Nombres que no pasaban un filtro de elite ni de casualidad. Es el que dio el OK para regresos que no encontraban sustento por frecuencia de lesiones como el de Mammana, o por prepotencia de los almanaques como el de Maidana. Es el que primero se deshizo de Héctor David Martínez y luego le pidió al club que pagara para recuperarlo. Es el mismo que colocaba a Beltrán de extremo y que cuando lo quiso nuevamente (porque en Colón la descosió en su puesto natural y porque River no tenía delanteros para la copa) provocó que se tuviera que comprar un porcentaje extra de Vigo. Dato fundamental: el mismo Gallardo ya había declarado prescindible a Vigo luego de haberlo traído y el lateral ya se encontraba a préstamo en otro club.
Incluso entre los que pueden considerarse aciertos de ese tramo hay grises. Braian Romero pasó de ser pieza clave en una coronación a ser desterrado al banco de suplentes al certamen siguiente por una modificación en el sistema táctico que se extendió en el tiempo y no dio ninguna satisfacción. Luego volvió al fútbol argentino y fue campeón y goleador del torneo con Vélez. Barco fue mal utilizado, pegadísimo a la línea de cal, y recién creció con Demichelis (y no, nadie está situando a Demichelis por encima de Gallardo, todo lo contrario).
También es el que machacó con la contratación de Borja, luego de subestimar el contexto previo a la serie contra Vélez por la Libertadores (Expediente Luis Suárez). River pagó más de 8 millones de dólares por el colombiano para que luego comenzará un loop entre lo quiero, no lo quiero, va al banco, presiona, no presiona. Algo similar ocurrió con Solari, un activo que hoy necesitaría el plantel, que exhibió un muy buen rendimiento cerca del 9 para después quedar tatuado como wing y tirarles centros a las hormigas, recuperar minutos, otra vez convertir goles cerca del 9 y nuevamente exiliarse en los costados para hilvanar tropezones y duelos perdidos. El pibe terminó con la cabeza quemada cuando River sumó a Tapía y el chileno, sin el más mínimo mérito, entró antes que él ante Platense.
Si sumamos los refuerzos que llegaron en este receso, superamos los 25. Algunos de los que aterrizaron para la campaña 2025 nos entusiasmaron a todos. Otros nos propusieron interrogantes tales como si se estaba sobrevalorando el intangible vestuario. También el altísimo promedio de edad del plantel. O cuánto iban a tardar en ponerse en forma. Estamos hablando, en total, de más de 70 millones de dólares.
ESTE GALLARDO Y LOS RESULTADOS
El 2021 carga con una eliminación ante Boca que quedará afuera del análisis y solo formará parte de una enumeración. Corresponde a la Copa de la Liga y River debió afrontarla con una catarata de bajas con el sello de la pandemia. Fue el día de Alan Díaz y el equipo rozó la hazaña. Considerarlo como algo negativo sería una injusticia y una estupidez.
El primer llamado de atención, aunque se recuerde más la vuelta que la ida, fue en el escenario internacional: el 3-0 de Palmeiras en la primera manga de las semifinales 2020. Fue de local y fue la primera vez que el campo de fuerza y el aura se quebraron. La maravillosa revancha, aún sin boleto a la final, dejó esa presentación a un costado, pero fue la pista inicial. En 2021, Gallardo ganó su única liga doméstica. También trofeos de un partido que todos festejamos y suman al palmarés, pero que suelen ser un atajo a conclusiones sin contexto. En ese mismo año, River quedó afuera de la Copa Argentina contra Boca casi sin patear al arco. Y se fue de la Libertadores con una imagen penosa, perdiendo en casa y a domicilio contra Atlético Mineiro para un 0-4 global que algunos incluso pueden catalogar de barato. No fue una buena copa en absoluto: había pasado como el tercer peor segundo.
El 2022 fue pésimo. En el escenario internacional fue despachado por Vélez en otra llave en la cual, más allá de la polémica del gol de Suárez, le hicieron precio y casi no pateó al arco. En la Copa de la Liga jugó mal con alta frecuencia y fue eliminado por Tigre y en el Monumental ¿Más? En la Copa Argentina lo sacó Patronato. La liga no la peleó seriamente y se la llevó Boca. Terminó tercero, posición que alcanzó recién en la última jornada, después de flotar entre el puesto 6 y el 8 casi todo el certamen.
Llegó su decisión de alejarse y estamparle el final a su primer ciclo, el mejor en la historia de la institución. El desgaste en el nivel estaba claro. Gallardo eligió irse a Arabia Saudita. Allí, su equipo jamás cumplió con las expectativas y fue eliminado en todos los certámenes importantes por su némesis Jorge Jesús. Incluso entró en conflicto con Benzema, uno de los mejores centrodelanteros de las últimas décadas, a quien utilizó en algunos partidos como extremo por izquierda, algo que no es difícil de trasladar a su nueva etapa en River, insistiendo en colocar por los laterales a futbolistas que interpretan mejor sus virtudes en otras zonas del campo.
Desde ese 2021, la colección se sintetiza de la siguiente manera:
- Eliminado en cuartos de final de la Copa de la Liga 2021 ante Boca (con el citado caso de la pandemia; no debe ser tomado como un fracaso)
- Eliminado en octavos de final de la Copa Argentina 2021 ante Boca (no marcó goles)
- Eliminado en cuartos de final de la Libertadores 2021 (no marcó goles en ninguno de los dos partidos)
- Eliminado y de local en cuartos de final de la Copa de la Liga 2022
- Eliminado en octavos de final de la Libertadores 2022 (no marcó goles en ninguno de los dos partidos)
- Eliminado en cuartos de final de la Copa Argentina 2022
- Eliminado en semifinales de la Libertadores 2024 (no marcó goles en ninguno de los dos partidos).
Las llaves ganadas fueron ante Argentinos Juniors, Laferrere, Barracas Central, Defensa y Justicia, Talleres y Colo Colo. Se rescatan los éxitos del Trofeo de Campeones ante Colón y la Supercopa Argentina ante Racing. Y se debe sumar la decepción de anoche ante Talleres.
En Arabia, Gallardo encadenó 3 eliminaciones ante Al Hilal (King’s Cup, Saudi Super Cup y cuartos de final de la AFC Champions Elite). Eso, sumado a una mala liga y al nivel de juego, pavimentaron su despido.
Estamos hablando de más de 100 partidos en los cuales el funcionamiento de sus equipos viene estando por debajo de las expectativas. El resultado suele ser una consecuencia del mal juego. Esta etapa ya lleva 33 partidos. La clasificación a la fase de grupos de la Libertadores, esa a la cual no pudo acceder Boca, se consiguió angustiosamente. La desgracia de Boca no puede ser la mejor noticia de River. No. River es mucho más grande.
ESTE GALLARDO Y EL JUEGO
River juega mal. Punto. Los buenos partidos casi que no se cuentan completos. Hay que conformarse con tramos. Si anclamos en este regreso, estamos hablando de más de 40 millones de dólares en refuerzos para ver solamente inexpresión colectiva, intentos de jugadas calcadas a las de hace 4 años que los rivales conocen de memoria. No se ven maniobras de pizarrón y toda expectativa de peligro en pelota parada queda atada a la capacidad aérea de los jugadores, algún rebote, etc. No existe una verdadera inserción del talento juvenil en el plantel profesional. El promedio de edad de la nómina es cercano a los 30 años. Se podría seguir con el detalle, pero la certeza es una: River juega mal. Y lo que es peor: pareciera que ni siquiera intenta jugar bien.
Lo primero que hay que borrar del mapa es que no hay materia prima. Quizás no sea la ideal para candidatearse a ganar la Libertadores pero, aún con este plantel, River tiene más recursos que el 90% de sus competidores en el fútbol argentino. El déficit está en lo que elige hacer y con quienes.
Ayer, al minuto de juego, Simón le tiró un centro a los fantasmas. Un par de minutos después, Martínez Quarta lanzó un pelotazo de 70 metros que se fue por la línea de fondo rival. Son elecciones. Había opciones de pase. Y eso se repite partido a partido. Este River es un equipo sin ideas, con miedo a arriesgar, a inventar, a atreverse. Si falta frescura es porque no se pregona. Si falta creatividad es porque no se incentiva. Si falta un diferencial es porque no se buscó correctamente en el mercado después de las negativas de Juanfer y Leo Fernández. Si falta intensidad es porque hay muchas piernas con exceso de kilometraje (Enzo Pérez y casi todos los que superan los 30 años) o por historial de lesiones o falta de continuidad reciente. River elige tropezarse con los mismos obstáculos. Jugadores fuera de posición, desapego por las sociedades. Cuando hay 2-3 futbolistas de buen pie en cancha, solo es presencia, no convivencia.
Cuando el 95% de los integrantes de una plantilla completa están por debajo de lo que se espera, el principal problema no son los jugadores. Eso puede suceder cuando 3, 4, a lo sumo 5 están en flojo nivel. Así como se cita este aspecto, también sucede lo contrario, cuando quizás el equipo aún no llegó a un buen rendimiento, pero vemos a individualidades mejorar sus versiones. Eso, en este River, tampoco pasa.
El problema radica en la falta de variantes, la relación entre idea e intérpretes, la ejecución, la empatía futbolera. El problema radica en que la respuesta a la energía del rival solo sea (discursivamente, además) correr más. El problema es que tanto llamado a correr deje al juego enterrado en la indiferencia. La respuesta está en empezar a pasarle la pelota a un compañero con un valor agregado, en tocar e ir a buscar, en trabajar para crear situaciones de gol de calidad y aniquilar la posesión insulsa. La respuesta está en atreverse y en mejorar internamente. No puede ser, por ejemplo, que Simón siga siendo titular sin demostrar virtudes en ninguna faceta del juego. River es elite. No puede tener un mediocampista con casi 150 partidos en Primera y 6 goles. Encima, de esos 6 goles, uno fue en un 8-1 contra Alianza Lima y otro fue en una tarde noche de 7 goles a Sarmiento.
En una columna anterior citamos la paupérrima relación de los mediocampistas con el gol. Ni siquiera pisan el área. No estamos hablando de falta de contundencia. La respuesta es que al menos conozcan la indumentaria del arquero rival. La respuesta no puede ser cargarle la mochila a un pibe de 17 años como Mastantuono, que está a un par de golpes de horno de estar crocante para la elite profesional. Y, a su vez, la respuesta debe estar en la rabiosa actualidad, no en los currículums.
River es el equipo que menos chances claras de gol genera en relación al nivel de posesión de la pelota. Es un paciente adicto a los centros. Es casi que su única receta. La ilusión se genera, habitualmente, cuando está en cancha Pity Martínez. Gambeta, intento de pase en profundidad. Ayer, la decisión fue tenerlo en el banco. Cuando algo se repite es cualquier cosa, menos casualidad:
- River acumula 10 partidos seguidos sin marcar goles en los primeros tiempos (desde la última fecha de la Liga pasada contra Racing)
- En total, no convirtió goles en las etapas iniciales en 23 de 33 partidos de este segundo ciclo de Gallardo (casi el 70%)
¿Ese no es un claro indicador de que la mayoría de los planteos iniciales fueron deficitarios? Estamos hablando del 70%…
- Este River se fue sin convertir en 12 de los 33 partidos (más de un tercio) y solamente facturó un gol en otros 12. En síntesis: no marcó o gritó solo una vez en 24 de los 33 encuentros.
- Lleva apenas 7 goles en 9 partidos oficiales en el año.
- En el ciclo, apenas 37 en 33 cotejos.
- Comparemos: en la misma cantidad de encuentros, Racing firmó 59 y Estudiantes 52. Hasta Central Córdoba registra mejores números: 43. Incluso Boca. Sí, este flojísimo Boca: 41.
El funcionamiento de visitante también es malo. Todos entendemos la seguidilla y la temperatura, pero a los rivales les pasa lo mismo. Y, si salimos de nuestras fronteras, nos daremos cuenta de que en Brasil acumulan el doble de partidos porque empezaron a jugar los estaduales a principios de enero.
Otro punto a atender es el de los penales. Ya son 7 las definiciones consecutivas que arrojan tristezas. Así como fue muy valioso ver a Armani no solo atajando, sino adivinando las trayectorias, es preocupante que River no le preste la suficiente atención a este aspecto cuando torneos y objetivos primordiales se pueden definir por esa vía. Si Lanzini venía de ni siquiera acertarle al arco contra Rosario Central, ¿cuál fue la razón para que ejecutara ayer? (y volviera a errarle al arco).
Muchos remarcan lo que se pagó por Driussi. Es entendible, pero es más preocupante aún que en apenas un mes haya pasado de “no estar listo porque hace mucho que no juega”, a ser titular, a jugar de único punta, a disfrazarse de pseudo enganche, a disfrazarse de pseudo extremo. Esas son las señales de la confusión, mucho más potentes que una derrota por penales.
Gallardo es el DT más importante de la historia de River. Y también está el otro Gallardo: ese que, hace varias temporadas, acumula más errores que aciertos. Ojalá que pronto nos reencontremos con su mejor versión. River lo necesita.