El Millonario fue muy superior a Sarmiento, pero desperdició varias posibilidades claras para estirar la ventaja obtenida y sufrió un 1-1 que le impidió ponerse a cuatro puntos de Boca.
La esencia del fútbol marca que todo se resume a hacer más goles que el rival para quedarse con las tres unidades. El desarrollo general evidenció una amplia supremacía de River sobre Sarmiento, aunque eso quedó opacado por el resultado final, ajeno al trámite del encuentro y lógico tanto por la falta de puntería de uno como la oportunidad aprovechada por el otro. De lo contrario, sería muy difícil comprender la igualdad definitiva en el estadio Monumental.
El 1-1 dejó frustración. Una sensación de vacío anímico porque fue un golpe inesperado. O no tanto si se recuerda una de las máximas del fútbol: los goles que no se hacen en el arco rival, se padecen en el propio. La realidad del juego mostró un River ambicioso, como siempre, protagonista durante casi la noche. Ejerció un dominio nítido, sustentado con la elaboración y la movilidad habitual para reducirle el margen de maniobra a los rivales.
Con un funcionamiento sincronizado, River desde el principio generó riesgo. Aceleró con criterio e inteligencia –Ignacio Fernández fue fundamental-, causando tres tiros de esquina en los tres minutos iniciales. Atropelló al equipo de Junín, estuvo cerca de abrir la cuenta gracias a tres chances muy claras, pero falló en la definición, la gran falencia que explica buena parte del empate. Sarmiento, en cambio, apostó decididamente al contragolpe, apelando a pases punzantes para la velocidad del uruguayo Adrián Balboa, quien supo inquietar junto con Marcos Astina.
Aunque no pudo abrir la cuenta en la primera parte, el Millonario se fue al descanso sabiendo que iba por el camino correcto. Incluso, Julio Chiarini tuvo que lucirse para negarle una posibilidad demasiado peligrosa a Lucas Alario. Sin embargo, a los cuatro minutos del complemento apareció el premio tan buscado: Sebastián Driussi, clave por rendimiento y aporte táctico, sacó un derechazo esquinado para ubicar la pelota contra el poste izquierdo y darle el 1-0 a River.
La ventaja le dio tranquilidad a todos. A partir de ahí, el conjunto que dirige Marcelo Gallardo encontró más espacio porque Sarmiento poco a poco tuvo que adelantarse en el afán por hallar la paridad. El Muñeco entendió que dos cambios podían otorgarle mayor dinámica para desequilibrar en los últimos metros, donde Rodrigo Mora y Carlos Auzqui rompieron permanentemente como extremos por derecha e izquierda. La fórmula estaba basada en argumentos sólidos, aunque la definición echó todo por la borda.
Antes de que llegara la impensada conquista de Lucas Pérez Godoy, tras un tiro de esquina desde la derecha, River contó con varias acciones de riesgo para aumentar la diferencia. Entre la falta de puntería y las intervenciones de Chiarini (Gallardo lo elogió: “Tuvo un buen partido”) el segundo gol nunca llegó. Y sí apareció el 1-1 que tanta bronca dejó en Núñez, debido a que hubiera dejado al Más Grande cuatro puntos debajo de la cima en lugar de los seis actuales.
Pese a que La Banda insistió hasta los segundos finales, el resto físico le negó la posibilidad de pisar el área de enfrente con la presencia de Ariel Rojas y compañía en sus inmediaciones. Ni el Chino ni Milton Casco pudieron sumarse como en casi toda la noche. El esfuerzo esta vez careció de premio, pero igualmente la idea sigue por el camino indicado. Gallardo lo dejó en claro y el presente demuestra que es así.
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