Por favor. Decime cómo hiciste a los 35 años para jugar el mejor semestre futbolístico de tu carrera. Para correr más que uno de 18 y a la vez estar siempre bien ubicado para relevar a todo el mundo, o agarrar cualquier rebote que te pasaba cerca. Para lograr como nunca antes una mezcla perfecta entre la absoluta serenidad mental a la que puede llegar un ser humano, y la vorágine de esas garras que hay en todo tu esqueleto. Te juro que verte en cada partido de este 2017 fue un placer permanente, porque a todo lo bueno que venías haciendo en los últimos años le agregaste la dosis justa de cada aspecto del futbolista para brillar como nunca. Me hiciste disfrutar de tu plenitud, y me contagiaste un placer absoluto. Por favor, decime cómo conseguiste esa receta maravillosa en este momento de tu vida, y ojalá que tu retiro se encuentre cada vez más lejano.
Perdón. Porque durante un tiempo me equivoqué con vos, y es justo reconocerlo. Cuando llegaste en el 2012 me puse muy contento, porque sabía la clase de jugador que eras y que nos ibas a hacer mucha falta en el peor momento de nuestra historia. Pero con el correr del tiempo reconozco que me había cambiado bastante tu imagen. Quizás porque con Almeyda jugaste mucho tiempo un poco más adelantado y eras casi el encargado de manejar un equipo lleno de vértigo y con muy poco fútbol, cuando tu función claramente debía ser otra. Veía que tus rendimientos eran bajos durante varios partidos, y decía convencido que tenías la culpa de muchos de los males de ese equipo. Estaba enojado con vos porque realmente sentía que estabas muy por debajo de tu mejor nivel, y hasta pedí alguna vez que te cuelguen porque me molestaba que el Lobo Ledesma no tenga más chances. Notaba que estabas todo el tiempo muy acelerado, que a cada rato se te pelaban los cables y que eso te llevaba a entregar muchos pases mal y a cometer muchas distracciones en la marca. Y sí, hasta en un momento pensé que quizás tu ciclo en River podía estar terminado. Calenturas de hincha. Momentos en los que el corazón no te deja razonar. Errores de los cuales uno con el tiempo trata de aprender, aunque siempre vamos a estar expuestos cuando hay una pasión de por medio. Después llegó esa serie contra boca en la Sudamericana, y ahí cambió nuestra historia para siempre. Desde ese momento supe que te ibas a convertir en un intocable y entendí que todo aquel enojo iba a desaparecer para siempre. De ahí en adelante te convertiste en un prócer absoluto de nuestra historia gloriosa de los últimos tiempos, y eso será recordado por siempre en mi alma. Pero es cierto que me excedí, y que me arrepiento. Fui un gil, y te pido disculpas por eso.
Gracias. Porque cuando te dejaron al margen del equipo lo único que hiciste fue laburar en silencio y con humildad para ganarte otra oportunidad. Porque no hay un compañero tuyo en todos tus pasos por River que hable mal de tu persona. Por pregonar con el ejemplo en cada práctica, y en cada momento que te toca hablar en un micrófono. Porque hasta ellos se mueren por tener un jugador como vos, y como no lo encuentran por ningún lado ovacionan al primero que se les cruza. Porque sin ser del riñón de River llegaste a convertirte en un tipo totalmente identificado con el escudo. Porque demostraste que naciste para las grandes citas. Porque tenés dos huevos que no caben en ninguna galaxia. Y porque con tu corazón lograste superar todas las adversidades para traspasar las fronteras de nuestros corazones. Muchas gracias, León. Gracias para siempre.
$bp(“Brid_99453850”, {“id”:”6149″,”width”:”800″,”height”:”478″,”video”:”60587″});