Siempre River fue la excusa perfecta de nuestros cerebros para evadir losquilombos del día a día, o los estados de angustia, o nuestras revanchas personales de la maldita rutina. “Tal día juega River y tengo un horizonte de pensamiento positivo”, retumba mecánicamente en cualquier parte del esqueleto. Y de manera automática los mecanismos de defensa se activan y se duplican, y nuestro planeta vuelve a girar con sentido por más que pueda estar dado vuelta.
O si estamos en algún parate normal de fútbol sabemos con certeza que River jugará nuevamente el mes que viene o dentro de dos semanas, y ya le ponés un plazo de aguante a tu corazón. Activás la cuerda y programás todas tus alarmas hacia ese día en el que el fútbol por 90 minutos nos hipnotiza y nos lleva a una dimensión que solo nosotros podemos explicar.
El Monumental y todo su colorido se extraña de pies a cabeza (Archivo)
Hoy nos faltan esos abrazos con el desconocido en la tribuna, o en la mesa del bar en medio de la euforia del gol, o con algún pariente que mira el partido con vos en tu casa. Y algunos por cuestiones de fuerza mayor tampoco podemos acceder a ese abrazo familiar, de un amigo o de una pareja para bancar la parada.
Por primera vez sentimos que vivimos en una galaxia diferente,saludándonos de balcón a balcón o en una videollamada para proteger nuestras vidas, y la de los seres queridos. Y, aunque hoy el fútbol correctamente quede en un plano secundario porque está en juego la salud, al mismo tiempo por primera vez no tenemos la brújula River mirando al norte para saber cuando llegará esa bendita medicina que nos saquede algunos problemasaunque sea por un rato. Esta pandemia trajo consigo la conjunción de factores más siniestra jamás pensada.
Cuidémonos demasiado entre todos,para volver a nuestra otra casa inmaculada lo más pronto que se pueda. Para que esta pesadilla que vive el mundo sea lo menos duradera posible. Para que el sol que asoma allá al fondo del Monumental vuelva a pegar de lleno, y que River camine por el túnel para pisar otra vez ese verde césped que nos llena el alma. Unidos como siempre, y más que nunca.