Éste es el famoso River, el que gana, gusta y golea. La actuación de hoy fue espectacular, digna del aplauso. Venció 3-0 a Lanús, pero lo aplastó en términos futbolísticos. El nivel fue de alto vuelo, en sintonía con Turkish Airlines, el nuevo sponsor principal de la camiseta. Rafael Borré, de penal, y un Matías Suárez imparable, con dos goles, le dieron el triunfo a un equipo que podría haber señalado al menos tres tantos más porque Agustín Rossi se lució varias veces para evitar que el marcador fuera histórico.
A través de un circuito de juego fluido, amparado en el entendimiento de todas las líneas, River mostró un rendimiento de elite. Es difícil sintetizar semejante exhibición. Hubo acciones asociadas, paredes, triangulaciones, velocidad mental, rapidez para atacar y defender, determinación ofensiva, agresividad para la recuperación del balón y voracidad en todo momento.
La goleada fue una consecuencia inexorable de tanta supremacía. Borré abrió la cuenta desde los doce pasos luego de que Ezequiel Muñoz derribara a Matías Suárez. El propio cordobés estiró la ventaja mediante una definición exquisita tras ser asistido por Ignacio Fernández, responsable del pase en la falta dentro del área. El mismo atacante de pasado en Belgrano puso el 3-0 definitivo con un cabezazo después de un tiro de esquina ejecutado por Cristian Ferreira.
River podría haber ganado seis o siete a cero, sin exagerar. Pasó por encima a un Granate desconocido. Le ganó en cada porción de césped. No le permitió atacar. Prácticamente no hubo riesgos para Franco Armani. La cantidad de situaciones de gol fue tan amplia que Rossi se revolcó una y otra vez mientras los hinchas lo ovacionaban con ironía luego de que protagonizara la serie que El Más Grande le ganó a Boca en la final de la Copa Libertadores.
Sin embargo, fuera de las chicanas, el arquero es el principal culpable de que River no haya hecho siete goles contra Lanús como en el año 1940. Hasta le atajó un penal a Nicolás De La Cruz, cuyo remate picando la pelota invitará al tirón de orejas por parte de Marcelo Gallardo. A propósito del técnico, nominado como uno de los mejores por la FIFA, vale destacar que nuevamente halló un funcionamiento que poco a poco empieza a soltarse en la parte ofensiva, el único aspecto en deuda después de cuatro empates consecutivos.
La Superliga es un gran deseo para el Muñeco. Es su cuenta pendiente. Por supuesto que ningún hincha en su sano juicio le reclama ese título. Pero Gallardo, fiel a su estilo ambicioso y competitivo, buscará la vuelta olímpica. La misión no es sencilla. Es temprano para ilusionarse. Sobre todo porque el calendario promete condicionarlo como siempre. Aunque el sueño comienza a reunir argumentos.