Ayer llegamos a Ezeiza, y antes de subirnos al avión que nos iba a depositar directo en Curitiba sospechamos que iba a ser un viaje placentero y bien particular. Y no sólo por la cantidad de hinchas del Más Grande que había en ese vuelo.

"El Capitán del avión es fanático de River", nos advirtieron luego de embarcar. Y lo corroboramos cuando estábamos por subir y vimos una calcomanía gigante con la cara de Gallardo pegada en el vidrio delantero de la aeronave, con una sonrisa hermosa del Muñeco. La primera de tantas locuras que íbamos a vivir.

Ni bien subimos nos encontramos con que en la primera fila de asientos estaba un tal Fernando Cavenaghi, que no le falla nunca al club de sus amores y menos en un partido decisivo. Otra señal para soñar con un viaje inolvidable.

Empezaron los cánticos típicos de cancha, hasta que se presentó el Capitán con su fanatismo a cuestas, y presentó casi con una voz quebrada la presencia de Cavenaghi, lo que hizo estallar a todos los pasajeros al grito de "el Cavegooool, el Cavegooooool" típico.

Y la frutilla del postre llegó en el momento en el que las ruedas del avión tocaron el cemento de Curitiba. Allí se comenzó a escuchar en todos los parlantes del vuelo el famoso relato de Mariano Closs que arranca diciendo "el taco no, hace la personal", del que todos ustedes ya saben el final.

Por encima del relato los tripulantes estallaron de euforia y comenzó a sonar el "dale campeón, dale campeón" eterno. Y llegó la ovación en referencia no sólo a esa final inolvidable, sino también para el Capitán por todas las sorpresas que tuvo preparadas y planificadas a la perfección. El piloto estará en la cancha mirando el partido, porque a todos los hinchas que lo saludaron le respondió con un "mañana nos vemos allá". Crack. 

¿Hay clima de final en Curitiba? Claro, pero también dura el clima de festejo. Los hinchas de River llegaron a tierras brasileras esperanzados de conseguir un buen resultado, porque confían plenamente en un equipo que siempre estuvo a la altura en los grandes partidos. Pero también llegan felices, porque pase lo que pase hoy en la cancha, la sonrisa de todo lo ocurrido en Madrid quedará tatuada por siempre.